Columna de Guarello: Lasarte

¿Triunfó o fracasó? El director de la revista El Gráfico analiza el paso del uruguayo por U. Católica.

 

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Agencia Uno

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Por Juan Cristóbal Guarello

Se fue Martín Lasarte. Renunció. La derrota en la final contra O’Higgins precipitó las cosas. Un duelo muy cerrado, que estaba para cualquiera, pero Pablo Hernández acertó e Ismael Sosa la mandó al poste. Así de simple. Inútil es seguir especulando sobre las causas y azares del martes pasado en el Estadio Nacional, el tema es que Lasarte no sigue.

Y a partir de eso quedan varias preguntas en el aire. La más importante: ¿Triunfó o fracasó? Lo podemos atenuar: ¿Le fue bien o mal?

En números le fue excelente. Esta temporada alcanzó un 73% de rendimiento en los dos campeonatos, perdiendo el de Transición por diferencia de goles y el de Apertura en una final muy cerrada. Es decir, por detalles, no pudo coronar con un título su trabajo. En la pintura global, Católica fue por lejos el mejor equipo del 2013.

También le fue bien en la promoción de jugadores y la consolidación de otros que no figuraban.

Gran temporada de Cristián Álvarez, de Andía, de Martínez, de Parot… Impulsó a los Sepúlveda, a Manzano, a Jadue.

Fue lejos el equipo más goleador, en los 50 partidos que jugó Católica en la temporada, incluyendo las copas, anotaron 116 goles, superando por lejos el promedio de dos goles por encuentro.

Un detalle importante es que levantó a un plantel que llevaba en estado de zombie un año luego de perder la final del Apertura 2011 ante Universidad de Chile

Además tuvo una larga racha invicta.

Pero le fue muy mal a la hora de sumar títulos. Porque a los dos campeonatos de liga que no ganó por monedas, se suma la derrota en la final de la Copa Chile frente a Universidad de Chile.

Y eso, no se lo perdonaron. La imagen final de un equipo cruzado impotente, llenando a la zaga celeste con ollazos ciegos fue cruenta. Inaguantable a la larga. No quedó espacio para el análisis en frío, los números generales, la promoción de jugadores de las inferiores. Esa mosca chocando una y otra vez contra el vidrio, con la pelea perdida de antemano, superó todo lo anterior. Valió por todo lo anterior.

Hoy el fútbol no permite trabajos a largo plazo o que los dirigentes aguanten a un entrenador mucho tiempo. El que pierde el domingo, el lunes está en crisis. Se hizo norma que el técnico que pierde tres partidos sea despedido.

Marco Antonio Figueroa, por ejemplo, cuelga en Universidad de Chile. Y lleva apenas seis meses y el plantel ni siquiera lo armó él. Pero así es la dinámica. ¿Cuánto aguantó Gustavo Benítez en Colo Colo? Con suerte cuatro meses. Eduardo Berizzo es una rareza. Perdió el Apertura 2012 y después le aguantaron un par de torneos a medio gas. La espera valió la pena como está comprobado.

Hoy el tablón pesa demasiado, también la bulla de las redes sociales. Es muy difícil que un entrenador pueda abstraerse a eso. Lasarte lo vivió, pero el asunto no termina ahí. También debió enfrentar insultos permanentes de una parte de la barra. Y esto es raro. Ganara o perdiera, siempre había un grupito que se instalaba a la salida del camarín para insultar al entrenador uruguayo.  Raro, insisto. Y por ahí se puede explicar la salida de Lasarte. Lo tenían podrido.

Y con la derrota en la final se quedó sin réplica. Entonces se impuso la lógica del insulto.

Así es el fútbol de hoy. Todo explota con agua.

Claro, si el remate del Chuco Sosa entra, estaríamos hablando de cualquier otra. Y Martín Lasarte estaría gozando de unas merecidas y relajadas vacaciones.

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