País deportivo

A repetir lo de siempre: no somos un país deportivo, pero nos gusta escondernos, simular que somos, camuflarnos de vez en cuando, tras algún éxito individual, alguna moda pasajera, alguna figura que aparece en el momento.

Hace menos de una semana salió la noticia que Tinguiririca San Fernando, campeones de la Liga Nacional de básquetbol, podría dejar de competir por falta de financiamiento. El presidente del club, Mario Jorquera, señaló que el proyecto no era viable. Tinguirica Energía, sostén económico del equipo, luego de dos años llegó a la conclusión de que no valía la pena seguir invirtiendo. Se buscan nuevos capitalistas para continuar, no es fácil.

Hace diez años, poco después de los éxitos de Nicolás Massú y Fernando González en los Juegos Olímpicos de Atenas, un estudio de la ATP sindicaba a Chile como uno de los países con más futuro en el tenis mundial. El análisis se basaba en que, con el ejemplo de Massú, González, el impulso anterior de Marcelo Ríos y la gran cantidad de jóvenes que estaban practicando el deporte a lo largo de todo el país, no quedaba más que sentarse y esperar los resultados. El campo estaba bien sembrado y abonado. Nada podía detener la cosecha abundante. Pero ocurrió todo lo contrario, en una década el tenis nacional no sólo retrocedió a su peor momento histórico, sino que está a un paso de caer a su nivel más bajo en Copa Davis si llega a perder, en el papel parece improbable, con Paraguay ¿De quién es la responsabilidad? De nadie o de todos. Fuenteovejuna. Al final la “generación dorada” del tenis chileno no era una generación, sino que tres deportistas exitosos que basaron sus resultados en esfuerzos individuales y familiares que malamente respondieron a una estructura u organización macro. Un zapallazo en definitiva. Y como uno no se saca la lotería todas las semanas, estamos donde estamos. Y el estudio venturoso de la ATP no sirve ni para envolver pescado.

Un ejemplo más en modo de pregunta: ¿Qué va a pasar con la gimnasia chilena el día que Tomás González cuelgue la malla?

¿A qué vienen los cuatro ejemplos anteriores? A repetir lo de siempre: no somos un país deportivo, pero nos gusta escondernos, simular que somos, camuflarnos de vez en cuando, tras algún éxito individual, alguna moda pasajera, alguna figura que aparece en el momento. Después nos olvidamos para siempre. No es en broma: para siempre. Nos gusta engrupirnos con el Dakar, con las portadas de LUN dándole bombo al surf, al esquí acuático, a polo sobre nieve. Paisajes que pasan frente a nuestros ojos y luego se borran. Miren lo que está ocurriendo con el ATP de Viña del Mar, se está muriendo.

Seamos descarnadamente honestos. Aunque duela. Acá nadie cree. Ni los periodistas, ni los hinchas, ni los empresarios, ni los políticos. No nos importa, sólo nos sirve cuando nos da una retribución inmediata. Pero nadie está dispuesto a invertir con un plazo de diez o quince años. No tenemos la paciencia de los que han alcanzado el desarrollo en el deporte. Queremos las medallas aquí y ahora, como ese descerebrado en el McDonalds que vociferaba por su mugrienta hamburguesa a las seis de la mañana. ¡Queremos las medallas ahora! De lo contrario, no nos sirve. Y con esa mentalidad estamos fritos.

Hace más de diez años tenemos jornada escolar completa ¿Cuántas horas fueron dedicadas a la práctica del deporte? Pero en serio, sin “falsificativos”, sin 45 minutos perdidos en cambiarse de ropa, sin pichangueos insensatos… En serio insisto: cancha, orden, método, técnica, preparación física, pedagogía, estudio de los reglamentos, competencia, detección de talentos precoces, incentivos…

¿Por qué la televisión abierta no transmite el rugby chileno? Porque si se pone en pantalla a Stade Francais contra Old Mackays el rating baja a cero. Y se exhibe a Inglaterra contra Francia por el Seis Naciones no va a marcar mucho más. Ésa es la verdad, dejemos de culpar al empedrado.

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