Columna de Soledad Bacarreza: Aporte militar

"Atletas como Natalia Duco podrían estar cómodamente instalados y dedicados a entrenar, con más holgura económica, sin gastar en alojamiento y otros menesteres."

Por Soledad Bacarreza

Hace tres años tuve una interesante conversación con un general francés. Ya en retiro, ejercía como entrenador jefe del equipo militar de su país, cuya máxima figura en ese momento era el nadador Alain Bernard, doble campeón olímpico y ganador de otras dos medallas de plata y bronce. Velocista, en algún momento también tuvo los récords de 50 y 100 metros libres. Un gigante de metro 96 que era un espectáculo ver nadar. También era, y sigue siendo, voluntario de gendarmería del ejército francés, condición que le daba el derecho de competir en los Juegos Mundiales Militares, instancia donde me encontré con este general en Río 2011.

Y la conversación giró en torno a cómo se hacen los campeones. Cómo se logra que un país destaque en distintas disciplinas, como son los planes del alto rendimiento, por ejemplo, franceses. Le expliqué que en nuestro país a ningún deportista se lo financia desde chico, sino que se espera a que tengan los primeros resultados para empezar a apoyarlos. Que antes de eso no hay plata más que para planes comunales y deporte recreativo de masas, lo que dificulta la detección de talentos al entrar toda la muestra en un mismo saco, sin el paso superior de tener en cada comuna a un seleccionador, un ojo más fino que identifique entre tantos al que pudiera destacar. Quizá cuántos se pierden en un camino áspero, poco fomentador y mucho menos eficiente, me quejé.

“¿Y qué otra cosa espera?”, me contestó. “¿Que se inviertan millones de euros en un chico de 10 años sin haber demostrado que realmente sirve para lo que, hasta el momento, sólo le gusta practicar?”. El general me siguió explicando que en todos los deportes, en todos los países, primero se exigen resultados y luego comienza el apoyo individual. Que claramente al comienzo la tarea de formar a un campeón es un esfuerzo familiar, donde los padres o responsables aportan en lo económico, en la motivación y en donar su tiempo yendo a dejar y buscar a los entrenamientos, y que sólo cuando el niño destaca, ese apoyo va siendo transferido a las autoridades. Pero no antes. Más aún: me reveló que muchos de los ­deportistas que estaban en ese equipo militar de Río 2011 no eran soldados en realidad, sino figuras de notoriedad media en el contexto nacional e internacional, que veían en su pasantía castrense la posibilidad de tener buena comida, alojamiento, atención médica e instalaciones de lujo, sin desembolsar recursos propios. Beneficios que el Estado no les otorga, porque su nivel técnico no les alcanza. Y de ahí se desprendía la utilidad de la presencia de campeones olímpicos como Bernard, a quien le incrementan los beneficios exponencialmente para que con su militancia motive a otros campeones a representar a los uniformados.

Hoy me dan vueltas dos cosas: que no podemos pretender que el tan ­manoseado “escaso apoyo” venga desde que el futuro campeón deja de gatear. Demuestre primero, exija después. Obviamente el comienzo es familiar. Todo empieza en la familia, en la formación. Cortémosla con la cantinela del “todo es gracias a mi familia”, que le da esa connotación tan negativa a cualquier otro trabajo posterior que venga de las autoridades deportivas. Y que el deporte militar sigue siendo un estupendo nicho de desarrollo: alojamiento, comida, atención e infraestructura todavía poco aprovechados por los deportistas chilenos. Ahora el cuento es al revés: al entrar en etapa formativa a la escuela militar -14 años- era menos difícil generar campeones dentro de las ­fuerzas armadas. Hoy ­entran a los 18, demasiado “viejos” como para suplir las falencias de una etapa formativa carente de calidad o para el descubrimiento de un talento natural. Los militares medallistas olímpicos son cosa del pasado, pero no así el camión de arena que pueden entregar en la complementación de los planes de alto rendimiento. Por la módica suma de representarlos en algunas competencias.

Atletas como Natalia Duco podrían estar cómodamente instalados y dedicados a entrenar, con más holgura económica, sin gastar en alojamiento y otros menesteres. Tal vez un factor menos de distracción le ayudaría a mejorar marcas que debieran acercarla al real nivel de medallistas mundiales.

GRAF/PH

Tags

Lo Último


Te recomendamos