Columna de Soledad Bacarreza: La maratón que nos separa

"Nos separa una maratón con estos fenómenos que han sabido aprovechar las desventajas para convertirse en colosos de las carreras".

Soledad Bacarreza – @SoledadBacarreza

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La nueva marca de 2:02:57′ del keniata Dennis Kimetto no hace otra cosa que comprobar que los dueños de la maratón son sólo africanos. Y de sólo dos países: Kenia y Etiopía copan los primeros 50 puestos del ranking mundial anual de registros, donde apenas se cuelan dos atletas bahreiníes en los lugares 22 y 34. Más aun, dentro de las 100 mejores marcas del año, los etíopes y keniatas sólo ceden 12 puestos. 117 keniatas corrieron este año bajo el récord chileno de Omar Aguilar – uno de los más antiguos del atletismo chileno con 2:12:19 en 1988- y si seguimos contando, el panorama no mejora mucho más, ni para los corredores nacionales, ni para los sudamericanos.

Cualquier keniata o etíope podría en cualquier carrera volver a bajar esta marca. Quien rompa las dos horas vendrá seguramente de alguno de estos dos países, de África por descontado. De alguno de estas dos naciones con cifras demográficas y económicas muy por debajo de lo que podría esperarse de aquellas que ganan medallas, que son potencias mundiales en el deporte. Etiopía tiene una esperanza de vida promedio de 52 años, mientras que Kenia de 57. Chile bordea los 80 años. En Etiopía, apenas el 17% de la población es urbana, el resto rural, alejados del agua en regiones desérticas donde apenas el 1% del territorio es para cultivos. En Kenia, menos de la mitad vive en ciudades. El 67% de la población etíope sufrió de desnutrición en su niñez, 2 de cada 5 niños tienen problemas de crecimiento y los refugiados de países vecinos aumentan explosivamente una población cada vez más difícil de alimentar en su totalidad. En Kenia, la cosa mejora sólo un poco: la desnutrición afecta al 30% de los niños.

Lapidario. Para ponerse a llorar. Como para pensar en que nadie nacido en un país con esas estadísticas puede lograr nada en el deporte mundial. Pero lo hacen, y la razón radica en parte a la pobreza de sus habitantes y la esterilidad de gran parte de sus tierras.

En Etiopía y Kenia todos corren, para todo. Para el trabajo, para el colegio, para conseguir agua, para ir a jugar. Empiezan a correr desde muy chicos, a hacerse cargo de su propio transporte a una edad en que en países como en Chile todavía llevamos a los niños en coche. La escuela del pedestrismo empieza temprano, y cuando un joven decide dedicarse a la maratón, para entrar a una de los tantos clubes de primera categoría, ya lleva años corriendo, tiene la mitad de la pega hecha. Lo que rebota en las tasas de nutrición: en estos dos países africanos, el sobrepeso en la población general es casi inexistente –aunque va en aumento- mientras que Chile figura en el top 9 de los países con más obesos. Eso determina que la mayoría de sus habitantes pueden tranquilamente correr sin interrumpir los entrenamientos por sufrir lesiones al levantar a cada paso más kilos que los que les corresponden. Un corredor respetable de 60 kilos y de un metro 85 de estatura no podrá nunca ser superado por otro de 70 kilos y 10 centímetros menos de altura, eso es seguridad matemática. Por cada paso que se da en 42 kilómetros de una maratón, uno levanta diez kilos más que el otro, además con una zancada considerablemente más larga.

Los africanos corren porque pueden, porque el cuerpo se los permite, y porque tienen escuela y trabajo en equipo desde siempre. Trotan todos, se acompañan, se enseñan, aprenden de las leyendas. Corren coordinados en las carreras importantes, se ayudan como en el ciclismo, se turnan en la punta. Ser un corredor laureado en estos países es pasaporte a la fama y seguridad económica. Son todos profesionales, dedicados no sólo a batir records o ganar medallas, sino a vivir de las carreras. Ser atleta destacado en Kenia o Etiopía es pertenecer a la realeza, un iluminado dentro de sus pares, un ídolo al que los niños quieren imitar. No existe el futbol o el tenis, allá los héroes son corredores, y gozan de la popularidad que les otorga una disciplina donde realmente son potencias que arrasan con el resto del mundo.

Nos separa una maratón con estos fenómenos que han sabido aprovechar las desventajas para convertirse en colosos de las carreras. No tenemos ese somatotipo moldeado por una geografía hosca que sólo se domina corriendo. Vivimos en un país lleno de autos, comida chatarra y males varios del desarrollo. Porque para eso somos campeones, para tomar rapidito los más malo de los primeros pasos hacia el progreso. Los 10 minutos de diferencia entre la marca del “Pingüino” Aguilar y la de Kimetto probablemente se ensancharán más en los próximos años. Seguridad matemática si es este el camino que elegimos transitar.

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