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La desconocida y poco glamorosa vida de los basquetbolistas en Chile

El baloncesto se consolidó como el segundo deporte colectivo con más arrastre del país, después del fútbol. Sin embargo, las vidas de sus protagonistas distan mucho de las de los cracks del balompié: viven sin lujos, sin autos deportivos y con la “plata justa”.

Rodrigo Realpe Varela
@ElSalmonRealpe

Cuando Colo Colo se coronó campeón de la Liga Nacional en el gimnasio Fiscal de Castro, el básquetbol chileno cerró una de las temporadas más redondas en años.

Pero no todo lo que brilla es oro. Si bien en el 2014 el baloncesto se catapultó como el segundo deporte colectivo con más arrastre, después del fútbol, la realidad de sus protagonistas es otro cuento: el basquetbolista chileno no vive de lujos, no maneja autos deportivos y no se va de vacaciones al Caribe, simplemente porque no alcanza.

Incluso, después de cada temporada, muchos deben buscar nuevos contratos y sobrevivir varios meses sin sueldo. A continuación, tres relatos que cuentan cómo vive un basquetbolista en Chile.

“Jugamos ligas amateur para sobrevivir”

Tras quedar eliminado de la liga, el base de Español de Talca Francisco Bravo pasa los días en su casa ubicada en la localidad Los Pellines, en la séptima región. Su carrera la ha dividido entre el deporte y los estudios. “Lo que gano me alcanza para vivir y nada más. Yo al menos no tengo familia, pero para los que tienen se hace más difícil”, asegura Bravo, quien apunta que “en Chile el perfil del basquetbolista es el de un deportista que también estudia. Por lo mismo, no está dedicado totalmente a la actividad. Estás obligado a dedicarte a otra cosa, porque simplemente no alcanza”.

“Es normal que los basquetbolistas tengan otro trabajo o estudien. Yo creo que en algún minuto se tendrá que hablar de esto, porque a mí me gustaría que los 18 jugadores de la plantilla pudieran vivir del básquetbol y no dedicarse a otras cosas”, señala Bravo.

En Chile, pocos equipos hacen pretemporada, por lo que en la época estival cada jugador debe ingeniárselas para mantener el ritmo de competencia. “­Estamos de vacaciones un mes o un mes y medio, pero no todos los clubes hacen pretemporada, por eso muchos jugamos ligas amateur para sobrevivir. Aquí el tema es irregular. En ninguna liga del mundo se juegan dos partidos seguidos, siempre hay uno o dos días de descanso, pero eso se da porque todos hacemos otras cosas”, explica el base.

Tachuela cree que el ritmo de vida de un basquetbolista en Chile repercute a la hora de salir a competir al extranjero. “Por las platas que se manejan, nos deberían ganar por 70 puntos. Estamos a años luz de los presupuestos que se manejan en Argentina o Brasil. Aquí no se hacen contratos largos y los que más ganan son los norteamericanos. Súmale los viajes, aquí todo se hace en bus”, complementa.

Pese a las deficiencias de la actividad, el base no pierde la esperanza. “La liga ha tenido un crecimiento importante y, si sigue en estos pasos, sí se podrá vivir de esto, porque hoy si un chico dice ‘yo quiero vivir del básquetbol’, es difícil que lo logre. Nosotros no vamos a tener una jubilación. Casi a todos siempre nos falta algo. A todos nos va a faltar un poco más de lo que hay y siempre se va a querer más de lo que tenemos, pero es complicado y este tema se da en todos los equipos”, concluye.

“Hay cabros que ganan 50 lucas”

“Llámame en un rato. Estoy en la pega. Salgo a las seis”. Eduardo Marechal es uno de los jugadores con más recorrido en el básquetbol chileno y cuando su participación en la Liga Nacional llegó a su fin con la Universidad de Concepción, el base debió rebuscárselas para sobrevivir, a la vez que firmaba su desvinculación del Campanil.

“Sí, tenía ese trabajo en un canal regional, cumplía 16 horas a la semana. Estudié marketing, pero me dedico al diseño. Hay muchos que realizan actividades ­paralelas al deporte. Nuestra realidad es así. En el país debe haber 10 ­jugadores que viven de esto. Al menos a mí me alcanza para vivir, para el arriendo y para la cuota del auto. No me alcanza para lujos, porque además tengo una hija”, confiesa Marechal, quien acaba de firmar contrato con Tinguiririca.

Para Marechal, la realidad es aún más dramática. “En la U. de Concepción tomaron la postura de bajar los sueldos. Por un tema económico me tuve que ir. Quise quedarme, pero no pude. Imagínate, hay cabros que ganan 50 lucas al mes y están ahí para jugarse una opción. A la mayoría le pagan los estudios y una pensión. Así es difícil salir al extranjero si no tienes un contacto o la facilidad de tener otra nacionalidad. Yo no la tengo y por eso nunca pude salir”, cuenta.

Lalo reconoce que quiere “jugar hasta que me den las piernas, porque amo este deporte”, pero ya piensa en el futuro: “Quiero terminar los estudios dentro de dos años y tengo algunos proyectos con mi primo para poner una productora que se encargue de armar shows durante los partidos de básquetbol, para hacer algo más parafernálico”, cuenta el jugador, quien además piensa crear una línea de ropa.

Pero, por mientras, al igual que Bravo, Lalo se las debe rebuscar en la época de para: “Hay hartos campeonatos de verano. Me invitaron a jugar a Iquique y prácticamente fueron vacaciones pagadas. También me llamaron de algunos pueblos para hacer clínicas y algunos talleres”.

El reciente fichaje del quinteto de San Fernando no pierde la fe. “El año pasado la liga tuvo un repunte y ahora los clubes están ofreciendo más lucas. Es de esperar que la cosa siga así con el tiempo”, concluye.

“Mis vacaciones fueron venirme a la casa de mi mamá”

Cuando Julius Holt contestó el teléfono y supo de qué se trataba la nota, su respuesta fue categórica: “La familia a uno lo ve como referente, pero en Castro siempre decía ‘no somos nada’. Hablan de jugadores estrella. Podemos ser buenos en Chile, pero cuando salimos al extranjero no somos nada. Lo veo así. Hay muchos que discrepan conmigo, pero creo que hay que dejar un legado como persona más que como basquetbolista”. El alero que defendió los colores de ­Castro la temporada pasada y obtuvo plata en los Odesur coincide con sus colegas. “El básquetbol en Chile te alcanza para vivir con lo justo, no te alcanza para un proyecto de vida y decir ‘voy a vivir de la jubilación que me dejó esto’. Eso es imposible”, asegura, agregando que a futuro planea “ser monitor y seguir ligado a esto”.

Pese a la precariedad de la actividad en el básquetbol, Holt asegura ser “feliz”: “No me quejo, ­porque esto lo amo y es lo que me hace feliz. El básquetbol en Chile es puro sacrificio. Este año, con muy poco, logramos llegar a una final. Imagínate que viajamos en bus a Santiago para jugar la final. Eso es agotador”.

Por ahora, el chileno nacido en Estados Unidos busca nuevos horizontes, tras su desvinculación del León: “Tuve diferencias económicas y problemas con algunos dirigentes. Me desvinculé del club, porque uno ni siquiera tiene contrato, aunque para mí la palabra ya es un documento. Mi prioridad es seguir en Castro, porque aquí la vida es espectacular. Como siempre digo, ‘el que anda estresado en la isla es huevón’, porque la ciudad y la gente son maravillosas. Aquí te hacen parte de sus vidas, te piden una foto, te saludan, te regalonean y ­hasta te invitan a sus curantos”. Durante el período de inactividad, Holt se las rebusca para seguir activo: “Me tomé vacaciones, pero no viajé a ningún lado, porque tampoco alcanza. Mis vacaciones son venirme a la casa de mi mamá en Osorno. Seguramente jugaré algunos campeonatos o algunas ligas amateur”.

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