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Por Andrés Del Brutto
@El_Editor
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Autor de uno de los goles más gritados por los argentinos, Jorge Luis Burruchaga es una de las figuras legendarias de la selección albiceleste, donde jugó 59 partidos y marcó 13 goles. Pero uno de ellos vale tanto o más que todos los otros juntos.
Un gran pase de Diego Maradona permitió que el nacido en Gualeguay, Entre Ríos, protagonizara una corrida antológica para definir con categoría ante la salida del arquero alemán Harald Schumacher en la final del Mundial 1986 jugado en México, la segunda Copa del Mundo ganada por Argentina.
A los 53 años, “El Burru” vino de visita a Chile junto a su señora para visitar a unos amigos. El 9 de octubre, justo el día de su cumpleaños, recibió amablemente a El Gráfico Chile en el café del hotel donde pasó unos días en Santiago. A 29 años de aquel título, la charla inevitablemente se alargó en esa parte de su rica historia como futbolista, cuyo vínculo con la selección nacional comenzó, casualmente, en Chile en 1983.
¿Cómo recuerdas tu debut en la selección, justamente ante Chile?
Tenía unos nervios tremendos. Comenzaba la nueva etapa liderada por Carlos Bilardo y salvo dos o tres que quedaron de la época de Menotti -el Pato Fillol, uno de ellos-, éramos todos nuevos. Y con la paradoja del destino que justo había pasado lo de Malvinas y vinimos a jugar con Chile. Entonces, fue sorprendente para nosotros que el público chileno todo el tiempo nos hostigó con lo de las Malvinas. Sorprendente, insisto, nos cantaron sobre ese tema durante los 90 minutos. Fuera de aquello, fue un partido duro, trabado, recuerdo que Carlos me había hecho marcar a Espinoza (Rubén), un buen lateral que tenía mucha salida. Estábamos conociendo a Bilardo y me puso a marcar cuando no teníamos la pelota. Y el otro me llevaba hasta abajo. Era un poco el cambio que él quería implementar en la Selección. Pero llevábamos poco tiempo de trabajo y estábamos con un desconocimiento total. Pero él era muy categórico en eso. Prácticamente toqué poco la pelota, porque me dediqué a marcar, y aguanté poco más de 75 minutos, porque el otro me mató. Fue un empate 2-2 con un gol de Alonso de penal y creo que el otro de Gareca. En suma, la emoción de cumplir el sueño de estar en la Selección, pero con la sorpresa de un nuevo proceso, distinto, yo estaba acostumbrado a un estilo de juego en Independiente, Carlos venía con otra idea.
¿Guardas algún recuerdo de aquel primer partido?
No… no soy de guardar mucho. Algunas cosas las guarda mi señora. Aparte, en la época no se usaba. No había mucha ropa, lo cuento a veces y no me creen. En el Mundial del 86 fuimos con dos shorts y dos remeras para 60 días.
Ese año del debut coincide con tu primer título profesional en Independiente.
Claro, ganamos el Metropolitano, antes habíamos perdido la final del Nacional con Estudiantes. Y después el 84 la Libertadores y sobre el final del año la Intercontinental en Tokio ante Liverpool.
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¿Eras el más chico en ese equipo pesado de Independiente?
Sí, con Néstor Clausen éramos los más chicos. Era un plantel bien mezclado. Estaban Sergio Merlini y Carlos Carrizo que generalmente entraban, pero de los que jugábamos siempre éramos los más jóvenes.
¿Qué significó para tu carrera haber jugado con esos compañeros tan experimentados?
Imaginate… Pasé a Independiente desde Arsenal en 1982, que en esa época estaba en el ascenso y no era el equipo que es hoy. Fue un cambio muy grande llegar a ese vestuario y encontrarse con esas figuras tremendas: Alzamendi, Fren, Brailovsky, Bochini, Trossero, Villaverde, Olguín, Killer, Goyén. Había jugadores de una categoría… Olguín era suplente de Trossero y Villaverde. En el medio estaba el gringo Giusti. El hecho de haber jugado en 1981 los dos torneos con Arsenal y con el seleccionado juvenil, me dio la posibilidad de llegar al Rojo desde la relación que existía a través de la familia Grondona. Si bien yo fui a prueba, quedé…
¿Cómo “a prueba”?
Claro. El Zurdo López (Miguel Ángel) era el entrenador, hace cuatro meses nos reencontramos en Villa María, Córdoba. Fijate lo que ha cambiado el fútbol: fui a prueba a la pretemporada en Necochea y al torneo de verano. No existía, como pasa hoy, que los juveniles fueran a la pretemporada con la Primera. Este fue el único caso en mucho tiempo. Lo bueno es que antes de empezar el primer amistoso, que fue con Racing, el Zurdo me dice que me quedaba. Y en ese partido debuté. Inimaginable en estos tiempos: hoy los amistosos de verano te condenan, hasta echan técnicos.
Y justo en un clásico con Racing.
Generalmente ese era el primer partido del verano. Jugué de 5 con Giusti y Merlini. El hecho de que yo jugara en distintas posiciones, como lo hice en Arsenal y ellos sabían, me dio la posibilidad de mantener esa posición. Ante la lesión de Fren y el paraguayo Kiese, también debuté oficialmente como 5 ante Argentinos Juniors en el torneo Nacional. Después, ya con Nito Veiga de técnico, se lesiona Clausen y juego como diez partidos de 4 (lateral derecho), posición que conocía de Arsenal.
¿Qué otras posiciones jugaste en los comienzos?
En el Mundial sub 20 de 1981 jugué de central, contra Inglaterra, por ejemplo. En Arsenal debuté como central, en 1980. En posición de campo, de entrada, en la única posición que no jugué fue de lateral izquierdo. Pero sí lo hice un rato en un partido en que echaron a Enrique, en Independiente.
¿Cuándo te encuentras con tu posición en el ataque?
Como te contaba, jugué varios partidos de lateral. Hice tres o cuatro goles, porque yo agarraba la pelota y me iba. Hay un gol muy lindo que hago en Ferro. Aparte, en esa época, River y Boca no estaban bien y San Lorenzo estaba en la B. De los grandes, Independiente estaba bien más el Estudiantes de Carlos Bilardo y el Ferro Carlos Griguol, con quienes peleábamos los campeonatos. Bueno, después se recupera el Negro (Enrique) pero se lesiona el Gringo Giusti. Entonces juego de 8. Vuelve Gringo y al poco tiempo se lesiona el Bocha (Bochini).
Ni más ni menos…
Entonces Nito me pone de 10 con Giusti y Marangoni. En esa época se jugaba con tres wines (punteros). Jugaban Calderón, Morete y Ortiz. El Bocha, con un esguince de tobillo, estuvo afuera como cuatro meses. Y jugué todo ese tiempo en esa posición, realmente me fue muy bien. De hecho, sin olvidarlo, la gente se acostumbró porque el equipo rendía igual.
¿Y cuando volvió Bochini, qué pasó?
Ahí a Nito se le crea el gran problema. ¿Dónde me pone? River ya había hecho el cambio de sacar un wing. Entonces Nito saca el Negro Ortiz y empieza esto del cuarto mediocampista, y se crea este mediocampo fantástico que todo el mundo conoce y admiró, que era Giusti, Marangoni, Bochini y yo. Arriba, Calderón y el Puma Morete. Creo que fue Amadeo Labruna el que en esa época “bajó” a Emiliano Comisso al medio.
Más allá de las ubicaciones iniciales, ¿cómo se acomodaban durante el partido?
Calderón jugaba fijo. Cuando él se estacionaba, rotábamos con Giusti, que era más de marca. Yo jugaba más bien libre, aparecía por cualquier lado. Era otro formato de juego, eran volantes que tenían mucha más llegada al arco. Después vinieron los famosos carrileros. De hecho, ese año 83 hice más de 20 goles. Era un equipazo. Y de ahí no salí más.
¿Imaginabas en ese momento todo lo que podía venir?
En Independiente fueron tres años y medio fantásticos. El final del campeonato Metropolitano del 82 fue una batalla tremenda con Estudiantes de La Plata, ideológica y periodística. Después nos dimos cuenta, muchos querían a Carlos Bilardo en la Selección. Fueron 12 o 14 fechas donde nosotros jugábamos con un rival y después lo agarraba Estudiantes, por el fixture. Se definió en Córdoba: ellos frente a Talleres, nosotros con Instituto. Ellos ganan, nosotros empatamos y se quedaron con el título.
¿Eran dos formas de jugar distintas?
No tanto por el juego, porque Estudiantes lo hacía muy bien, tenía un equipo bárbaro. Ellos también tenían un formato de cuatro volantes con Trobbiani, Russo, Ponce y Sabella. Muchos de ellos fueron parte de la Selección. Eran batallas tremendas. Al principio del 83 llegamos los dos a la final del Nacional, ellos con Eduardo Luján Manera como técnico. El primero lo ganan 2-0 en La Plata. La revancha la comenzamos ganando, terminó 2-1 a favor nuestro, pero ellos se quedaron con el título. Después ganamos el Metropolitano de ese año.
Y el 84 vino la coronación internacional.
Sí, ganamos la Libertadores ante Gremio y la final del mundo en Tokio ante Liverpool.
Rumbo al título del 86
¿El proceso de Bilardo en la selección fue complicado por los resultados o por los cambios que el propio técnico fue planteando en el sistema de juego?
Fue complicado por todo… una sumatoria de cosas. El hecho puntual de que sea él, para un sector donde por ejemplo estaba El Gráfico y Clarín, era lo opuesto a lo que ellos pregonaban. Nos mataban.
¿En esa época lo que decía la prensa marcaba mucho?
Y… había que pelearse, había que tener actitud para plantarse. Nosotros no les hablábamos, se tomaban decisiones duras. El Gráfico nos puso una tapa negra el 84 después de un gira, perdimos con Colombia y titularon “Desastre”. Después llegaron a Suiza y no les hablamos en toda la gira. Era duro pararse con Vega Onesime (Héctor), Proietto (Aldo)… toda esa banda. Hoy eso no lo podés hacer, pero también porque hoy son más periodistas.
Entonces, no era sólo lo de Bilardo.
Una sumatoria, como te digo: el hecho de que viniera de Estudiantes, que jugase de esa manera, pese a que él veía que algo venía. Pero la marcación hombre a hombre, el stopper… a nosotros también nos sorprendía. De hecho, muchos abandonaron. ¡Había que soportarlo a Carlos! Y nosotros veníamos de Independiente, que jugaba a otra cosa.
¿Cómo reaccionaban?
Es que hay situarse en el momento. Antes, si vos no jugabas en la selección no te podías ira Europa, donde sólo aceptaban dos extranjeros por club. Lo hablábamos, algunos se cansaron, otros no… pero si vos ves los primeros 18 que convocó, siete u ocho llegamos al Mundial. Carlos tenía claro qué tipo de jugador quería. Formó a un grupo de jóvenes.
¿Cómo era la rutina?
¡Los entrenamientos de Carlos…! No podías poner las manos en la cintura, porque era signo de debilidad, decía. No podías tomar agua. Hacía fútbol de 150 mil minutos por día. Era una locura. Después, tenías que ir a ver videos a la AFA. Era un régimen militar, durísimo. Y nosotros veníamos de Independiente, donde nos reíamos. Terminábamos la práctica nos comíamos una picadita. Pero, como todo en la vida, o seguís… o no.
Lo sentían de otra manera.
No era fácil. Era la selección. No digo que los jugadores de ahora no lo sientan, pero hoy te vas afuera sin pasar por la selección, se expandió todo. A nosotros nos costaba mucho. De hecho, el 84 a Bilardo se le ocurrió ir a un torneo de la Madre Teresa en la India.
¿India? ¿Y estuvieron con la Madre Teresa?
El tipo nos dijo: tenemos que ir, ustedes deciden, se tienen que privar de las vacaciones. ¿Qué hacemos? Si no vamos nos pega una patada en el culo, decíamos. Y nos fuimos a la India. ¿Sabés lo que fue? No podíamos salir, la pobreza que había en Calcuta. La Madre Teresa inauguró el torneo, impresionante su presencia, nos saludó a todos. Entonces, el tipo hacía cosas que… ¿viste los programas de supervivencia que hay ahora? (risas).
¿Cómo aguantaban?
Había que bancárselo, muchas veces nos cuestionábamos. Él estaba muy convencido de lo que quería… Cuando decía que el detalle hace la diferencia, y más en la selección, aquel que minimiza los errores es el que gana. A buen jugador, a buen plantel, a buen todo… eso cobra sentido. Con él mirábamos los videos para practicar la pelota parada… y la prensa lo castigaba. Pero después todo el mundo lo hizo. Lo que pasa es que era Carlos, y su historia, la de Estudiantes, todas esas cosas.
Paso a paso en México
¿Con qué sensación llegaron a México?
Nosotros terminamos saliendo campeones del mundo porque Julio Grondona hizo una jugada fuerte. Antes del torneo lo querían sacar a Carlos, hasta el ministro de deportes de la época se había metido, en el gobierno del presidente Alfonsín. Sumado a la presión de El Gráfico y Clarín. Pero Grondona lo sostuvo: armó un par de partidos en Europa y lo sacó del país. Nos juntamos un mes y medio antes del Mundial. La eliminatoria no lo jugamos bien, entramos por la ventana. Pero habíamos tenido algunos picos de buen juego, como la gira del 84. Pero la resistencia se amplificaba por la manera de jugar: stopper, hacíamos persecuciones, los laterales también seguían la marca. Pero este equipo sale campeón jugando con línea de tres y de cinco. Ruggeri y Cuciuffo hacían hombre. Lo que tanto le pelearon se lo terminaron perdonando y hoy es prácticamente un prócer.
Y los medios que criticaban terminaron haciendo ediciones especiales del campéon.
Bueno, cuando Constancio Vigil, dueño de El Gráfico, ingresó al vestuario después de la final, Maradona lo echó. Y cuando llegamos a la Casa Rosada, en Buenos Aires, quedó afuera. Por eso te digo que había que plantarse.
¿Cómo recuerdas el primer partido con Corea del Sur?
En la época, para conocer al rival, Carlos de alguna manera se conseguía una foto del jugador que ibas a tener que marcar. ¡Pero estos eran todos iguales! Pero habíamos llegado poco más de un mes antes para adaptarnos a la altura, el calor del mediodía, la humedad y el smog del Distrito Federal. Y ahí nos fuimos convenciendo. Jugamos y ganamos bien el primer partido y nos dio el impulso que necesitábamos.
No eran favoritos, como le pasa ahora a Argentina en cada torneo.
¡Noooo! Para nada. Salvo Corea, estaba la mejor selección europea del momento, Bulgaria, e Italia, vigente campeón, que fue el segundo partido. Ahí empezamos mal, porque me cobran un penal que en rigor la pelota me pega en el cadera. Este fue el partido que, de alguna manera, nos dio chapa: le empatamos al campeón del mundo jugando bien, y hasta merecimos ganarlo.
¿Cómo proyectaban el torneo?
No desde lo táctico, pero sí desde lo técnico, lo mejor que hicimos en el proceso Bilardo fue en el Mundial. De alguna manera, la justicia tenía que llegar. No es casualidad que todos jugamos en un nivel superlativo justo durante el Mundial. Dejando de lado a Diego, que la rompió, él solo no la podía ganar. Pero lo que hizo Ruggeri, lo que atajó Pumpido… Valdano… tuvimos un nivel tremendo justo en el Mundial.
Con Bulgaria llega tu primer gol.
Bulgaria ya venía mal, le ganamos 2-0 cómodo. Más allá de la clasificación, el partido marca mi primera gran alegría, convertir un gol en un Mundial. No es fácil. Aparte, de cabeza… con el centro que me tiró el gordo, lo único que hice fue poner cogote duro (risas).
Y entonces se encuentran con Uruguay en octavos.
Muchos dicen que el partido más complicado fue con Inglaterra, pero para mí fue éste. Le ganabas a un rival que conocías, muchos de ellos jugaban en Argentina. Es como cuando nos tocó Brasil en el 90. Fijate, las dos veces que jugamos con sudamericanos en octavos llegamos a la final. Brasil en el 90, Uruguay el 86. ¿Por qué salimos campeones? A uno le ganamos bien, y a Brasil apenas. En fin, pero este partido nos dio la posibilidad de ilusionarnos, de creer que podíamos llegar. Uruguay tenía muy buen equipo, terminamos con susto cuando ingresó Rubén Paz, pero el resultado fue cortísimo: tendríamos que haber ganado 3-0. Fue el partido bisagra.
Con Inglaterra se habló mucho de lo que pasó en Malvinas.
Sí, estaba todo muy cerca, habían pasado cuatro años. Entran Enrique y Olarticoechea. Fue duro, un fútbol inglés de la época: mucha batalla, centros, juego aéreo. Y lo terminamos ganado con susto en los últimos diez minutos que hace el gol Lineker. Más allá de los dos goles especiales, acá ya jugamos con otro formato, con tres atrás, con Giusti y Olarticoechea en el medio. Inglaterra nos dio la responsabilidad. Y Diego hace lo que para mí es el mejor gol de los mundiales. Pero pocos hacen énfasis en que la cancha era un desastre, llena de tierra y pozos. La forma en que llevó la pelota… solo él lo podía hacer.
¿Fue un alivio, una revancha?
No sé, la gente lo vivió de distintas formas. Sentía que estaba relacionado con lo que había pasado en Malvinas. En 1984 teníamos que jugar con Liverpool y no nos querían dejar ir. Fuimos a pedir permiso al Senado. Y una vez allá, los ingleses, fantásticos. Y acá pasó lo mismo: después del partido fueron a cambiar camisetas. Pero ellos quedaron marcados por el gol con la mano.
Ellos se ofenden demasiado con ese tipo de cosas.
Y… son muy caballeros. Durante el partido prácticamente no hubo patadas. Yo te digo, ves… (señala una foto de la jugada donde aparece él) estoy detrás de la jugaba, no lo veo. No me doy cuenta. Después Diego baja la mano y parecía que le pegó con la cabeza. Después nos decía: “Festejen, griten”, para seguir la corriente.
¿Eran conscientes de lo que estaban generando?
Recién en este momento empezamos a percibir lo que estaba pasando en Argentina. Nos llegaban noticias desde allá con atraso. Pero después de este partido nos mandaron imágenes de la gente, que por primera vez salió a las calles a celebrar. La gente lo vivió como una venganza. Nosotros estábamos en un inconsciente de la época, no teníamos dimensión de lo que estábamos haciendo.
Y así como viste la mano, ¿cómo viste el otro gol?
¡Al lado de él, si acompañé la carrera! Yo pensé que en un momento me la daba, cuando le salió el último. Valdano estaba atrás mío y dice que Diego se disculpó porque no se la pudo pasar. ¡Pero si lo vio a él, cómo no me vio a mí! (risas). No le grité a Diego, no quería perturbarlo. Era lo que Carlos quería: siempre llegar con tres a la jugada del gol.
¿Y la semi con Bélgica?
Fue una sorpresa jugar con ellos, veníamos pensando en Dinamarca. Tenían la base del 82, pero fue el partido más fácil del Mundial. Dominio nuestro y dos goles espectaculares de Diego. No lo sufrimos, para nada, no nos crearon problema, ganamos cómodo. Y lo jugamos bien, con contundencia.
¿Eso los dejó confiados antes de la final?
Nosotros fuimos creciendo a medida que pasaban los partidos. Acá el ánimo nuestro estaba en las nubes. Y Alemania también era inesperado. Francia le había ganado a Brasil y era el candidato de todos. Pero… por algo son alemanes.
La final con Alemania
¿Cómo prepararon la final?
Nos conocíamos. Carlos armaba cuatro hojas, metía birome roja y azul y empezaba a rayar y rayar. Al final había diez mil rayas… Dentro del dibujo, nosotros hacíamos persecución a los dos puntas de ellos. Me pone más por izquierda y a Valdano por derecha, donde estaba Hans-Peter Briegel, que era una mole. Pero nos daba libertad, lo que más remarcaba eran los regresos. Lo que remarcó mucho ese día, por lo que se decía y por lo que le averiguaba su gente, es que le hicieron marca personal a Diego con Lothar Matthaus, que era el jugador más técnico de ellos y que los hacía jugar. Y así fue: Beckenbauer lo puso a marcarlo hombre a hombre.
¿Cuál era el plan para desactivar eso?
Trabajaba mucho conmigo, yo tenía que aparecer. Si lo marcaban hombre a hombre, Diego se lo tenía que llevar a lugares donde pudiera aparecer yo. Me remarcó mucho a mí -y un poco menos a Enrique- de tomar la conducción. A mí me tocó hacer el mejor partido del mundial… ¡de mi vida! Y encima hago el gol. Beckenbauer declara después del partido que había pensado en todo, pero no en que yo iba a jugar en ese nivel y cómo me podía marcar.
¿Cómo reaccionan cuando Alemania empata después de ir dos goles abajo?
De vuelta a la mitad de la cancha, Diego iba puteando un poco, con la cabeza hacia abajo. Fue increíble que nos hayan empatado, encima de pelota parada, en un partido que estaba controladísimo. En el entretiempo Carlos nos había dicho: son alemanes, no los dejen resurgir, hay que “matarlos”. Como fue tan impensado, Valdano cuenta que hubo miradas cómplice. No hubo descontrol. Diego gritaba: “¿Y ahora qué hacemos?”. Yo le dije: “¡Lo ganamos, lo ganamos!”. Y fijate: cuatro minutos después lo ganamos. Ese grupo, de tantas batallas que tuvimos que pelear, lo que tenía era una entereza… éramos guapos. Por eso cuatro años después, todos rotos, llegamos a otra final.
En esas instancias el equipo habrá recordado todo lo que vivió.
Claro, los viajes a la india, las prácticas, las peleas con la prensa, jugar lesionados, todo eso nos fortaleció. Carlos armó un grupo de guerreros, nos formó como tales. Nosotros comimos mierda como locos… pero él era un convencido. Otro equipo se cae. Pero nosotros convertimos el tercero.
¿Cómo se puede interpretar aquella entereza en estos días?
Esto hay que saber interpretarlo según los tiempos que vivimos. Lo que vino después… todos los mundiales que no se ganaron… siempre hay un porqué. Para todo vos tenés que tener algo más que te permite lograr tu objetivo. Si no lo lograste, algo pasó. Le podés echar la culpa a lo que quieras. Sí, yo no vi a Valdano, pero dame el crédito de que estaba convencidísimo que metía el gol y ganábamos el Mundial.
¿Se revaloriza cada vez más lo del 86?
Cuatro años después, con la misma base, perdemos el primer partido con Camerún. Y sin embargo, llegamos a la final otra vez. Con jugadores como Ruggeri, que tenía quirófano reservado para después del torneo. Maradona y yo rotos, Giusti con el tendón que le explotaba, Pumpido se lesiona y se vuelve. Está bien, con penales. Pero hay que hacerlos, hay que tener huevos para caminar sesenta metros y pararse con setenta mil italianos que te insultan. Por eso hoy todos seguimos siendo amigos. Dentro de un proceso hicimos algo que sigue siendo grande. Después de aquel título, Argentina ha sido siempre candidato: porque la historia lo avala, porque tenemos los mejores jugadores… pero por algo no ganamos.
La Copa América y el inicio de la eliminatoria muestran un orden que parece invertido.
Que pierdas con Brasil… pero perdés con Ecuador, con mucho respeto lo digo. Hoy perder con Chile no es como en otras épocas, que estuvo ausente en varios mundiales. Antes, perder con Chile era para matarse. Hoy, perdés con Chile y estás hablando de una de las seis mejores selecciones del momento, para mí. Tienen una camada de jugadores fenomenales, después hay que ver si logran encontrar otra. No va a ser fácil. Pero bueno, ganaron la Copa América bien. Ahora Chile es el candidato, las cosas van cambiando.