PUBLICIDAD
0 of 8
AFP / El Gráfico Chile
Cuando Wendell Lira voló bajo la lluvia para marcar el 1-0 del Goianesia en un partido de la liga regional brasileña había 342 espectadores mirándole. Ninguno imaginó que este desconocido delantero brasileño que perdería su empleo meses después acabaría compitiendo con Messi por el premio Puskas al mejor gol del año.
Wendell, de 26 años, se llevó un buen susto el lunes por la mañana. Salía de su casa en Goiania (centro oeste), en pleno corazón de Brasil, cuando un auto le cerró el paso.
Pensó que iban a asaltarle, pero el conductor que se bajó del coche para pedirle una foto, sólo quería anunciarle que la espectacular media chilena con la que había desarmado al arquero del Atlético-GO ocho meses atrás había regresado del pasado para cambiarle la vida.
«Cuando me dio la noticia, en el primer momento no me lo creí. Luego me llamó mi esposa llorando y me puse a llorar con ella, no me lo podía creer, fue muy emocionante», cuenta Wendell a la AFP aún aturdido por el terremoto que significó su ascenso a la fama.
Este nómada del fútbol, curtido en los gramados terrosos de los estadios humildes de Brasil compartió escenario en Zúrich con la estrella del Barcelona Lionel Messi y el delantero de la Roma Alessandro Florenzi, los otros dos finalistas al Premio Puskas de la FIFA.
PUBLICIDAD
El galardón, que ya conquistaron Cristiano Ronaldo, Ibrahimovic, Neymar o James Rodríguez, le fue entregado durante la gala del Balón de Oro, una pasarela de trajes de gala, brillantina y sonrisas de diseño en la que el brasileño comparó su logro con la lucha de David contra Goliath: «Quería agradecer a todos este momento, uno de los mejores de mi vida, compartiendo estos momentos con todos estos grandes jugadores».
Wendell lloró en pleno escenario emocionado por su logro, un verdadero momento de iluminación que no ha podido volver a repetir: sólo ha marcado una anotación después de ese mágico momento.
Obreros del balón
Aunque el increíble viaje del gol de Wendell ya había hecho su primera parada el 6 de noviembre. Fue entonces cuando supo que la FIFA había seleccionado su tanto como uno de los diez más bonitos de los que se marcaron y filmaron este año en los torneos oficiales de todo el mundo.
En aquel momento, este delantero que cobraba 5.000 reales (unos 1.300 dólares) por mes cuando marcó el gol de su vida llevaba tres meses sin empleo, después de su salida del Goianesia al final del campeonato regional y su breve paso por el Tombense de la serie C brasileña.
Como muchos obreros del balón que regatean para sobrevivir en el país del ‘futebol’ -el colectivo Bom Senso FC calcula que unos 20.000 profesionales quedan desempleados cuando terminan las ligas regionales en mayo-, Wendell buscaba un club para seguir viviendo de la pasión que cultivó admirando la magia de Ronaldo.
«La vida del futbolista que no está en primera división es muy complicada, se pasan muchas dificultades, muchas veces no se recibe el salario y tenemos que mantener a nuestra familia«, relata este jugador que en 2013 tuvo que buscar trabajos suplementarios para poder pagar sus cuentas.
Tras los pasos de Neymar
Atraído por el revuelo que estaba generando, el Vila Nova, uno de los clubes de su ciudad, fichó a Wendell como el refuerzo estrella para su regreso a la serie B el próximo año.
«Me ha cambiado la vida. La gente me conoce, quieren sacarse fotos conmigo, me piden autógrafos y ahora tuve nuevas ofertas, pero gracias a Dios ya tengo trabajo. Es una locura«, explica.
Todavía hoy, Wendell no sabe cómo su tanto viajó casi 10.000 kilómetros desde Goiania hasta Zúrich para llamar la atención de la FIFA.
Wendell cumplió su sueño de conocer a los grandes del fútbol mundial que sólo días antes anunciaba con nerviosismo: «Al que tengo más ganas de conocer es a Neymar porque es un ídolo brasileño, pero me gustaría mucho saludar a Cristiano Ronaldo. Me encanta como juega, es un fenómeno», decía con la ilusión en la previa de la gala.
Precisamente Neymar, finalista este año por primera vez al Balón de Oro, es el único brasileño que ganó el premio Puskas desde su creación en 2009, gracias a un tanto que marcó con el Santos en 2011.
Incluso desafió a Messi antes de viajar: «Es un genio del balón, todo lo que hace tiene un toque de genialidad, con seguridad es el gran favorito a ganar este premio, ¡pero no se lo voy a poner fácil!», aseguró feliz.
Cuatro Balones de Oro, siete Ligas y cuatro Champions, pero Messi todavía tendra que esperar para quedarse con el premio al gol más bonito del año, un logro que Wendell ya posee.
GRAF/JR