Gonzalo Pérez Amar
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Editor web El Gráfico Chile
Hace exactamente 201 días el fútbol chileno estaba de fiesta. Alexis Sánchez picaba su definitorio penal en la final de la Copa América y Chile quebraba una historia de 99 años sin títulos. 201 días que hoy parecen más lejanos que nunca. 201 días en que la alegría se transformó en desilusión y el desencanto es cada vez más generalizado.
¿Qué pasó con esa alegría que vivíamos hace medio año? ¿Qué pasó con esa ilusión de un renacer del fútbol chileno? La alegría y la ilusión la aniquilaron. La alegría y la ilusión la robaron. Y sobre todo eso: la robaron. Ya es normal y a casi nadie le impacta ver como a diario salen a la luz nuevos antecedentes sobre el desfalco de dineros que existían en la ANFP que presidía Sergio Jadue. La Copa América parecía ser la solución perfecta para tapar el sol con un dedo, pero el problema era más grande que el sol.
Ni siquiera Jorge Sampaoli, que hace 201 días era un mártir en Chile, se salvó. Peor aún. El nuevo héroe que había creado el pueblo chileno estaba involucrado a más no poder en los acuerdos con Sergio Jadue, si no es cosa de ver los 200 mil dólares que se le pagaron por dar consejos para cambiar la malla curricular de la carrera de técnico que imparte el INAF. ¿El resultado? Un «informe oral» para dar líneas sobre la modernización del fútbol, según reconoció Martín Mihovilovic, rector del INAF, a Ciper.
Por eso, no fue de extrañar el enojo del técnico cuando se filtró su último contrato firmado con el ex directorio. Un contrato que lo mantenía «amarrado» a la Selección y del que buscó la forma más rápida para salir, o mejor dicho huir, del entuerto en el que se involucró solo, sin presiones ni pistolas en la cabeza.
Pero el daño ya está hecho y ni siquiera un inédito título de Copa América basta para esconder la basura debajo de la alfombra. No, el problema es mucho más grande que eso y los chilenos están aburridos de que les vean la cara. Un título no puede callar tanta turbiedad y pedir, con un falso enojo como el de Sampaoli, que aquellos acuerdos no salgan a la luz pública. Porque, por si no bastara con la colusión de las farmacias o los supermercados, el caso Soquimich o Caval, ahora la desconfianza llegó al fútbol.
Es cosa de ver los estadios fin de semana a fin de semana para saber que los hinchas perdieron el encanto por el fútbol chileno. Los cerca de 33 mil espectadores totales que dejaron los ocho partidos de la primera fecha de un Clausura que comenzó rodeado de polémicas en la ANFP, dan cuenta de aquello. Pero a ningún dirigente parece importarle o, al menos, así queda claro cuando se ven las medidas que se toman.
La reducción a 16 equipos, una calendarización que parece no favorecer a nadie y que los propios futbolistas quieren cambiar, los altos precios de las entradas y las cada vez más restricciones que Estadio Seguro impone para la realización de un partido, que últimamente se ha hecho más latente con la reducción de los aforos, son sólo algunos de los problemas que está viviendo nuestro fútbol.
Entonces, ¿para qué tanto sufrimiento de los hinchas por encantarse con el fútbol? La respuesta parece estar en las palabras del mítico seleccionado brasileño Socrates: «en el fútbol conocí a personas que sufrieron muchísimo y también conocí el otro lado de la sociedad, los que lo tienen todo». En el fútbol chileno es así. Unos, los menos, ganan y los otros tienen que ver cómo se destruye una actividad que debería encantar.
GRAF/CS