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Durante más de 10 años nos estuvieron mintiendo. Hablaron de la supuesta superioridad y beneficios de privatizar el fútbol chileno. Las S.A. se apoderaron de los clubes desde 2002 y los resultados han sido escandalosos. Nos llenaron portadas de diarios, minutos en la televisión y una cantidad ridícula de palabras en la radio. Quisieron vendernos la panacea, la solución a todos nuestros males. Hablaron de transparencia, regulación y hasta se atrevieron a mencionar la Copa Libertadores; mejoras en infraestructura y no faltó el que dijo que seríamos campeones mundiales. Se quisieron comparar con el fútbol español e inglés. Caras dura.
Se prestaron para esta mentira dirigentes, parlamentarios, políticos, empresarios, periodistas, jugadores y técnicos. Todos en el mismo saco, todos buscando la olla de oro al final del arcoíris. Pero no hay mal que dure 100 años y este era tan mediocre y tan mal hecho que con suerte alcanzó al decenio. Pero al mismo tiempo fue tan desastroso, que urge el momento de cambio.
Esta semana hemos ido confirmado el escandaloso presente del torneo nacional. Clubes importantes que están al borde de la quiebra, y que eran sostenidos hasta hace poco tiempo por una directiva mafiosa en la ANFP que entregaba «préstamos» a sus clubes serviles (sí, exactamente igual que la Camorra). Hay otros que no pueden ni pagar los sueldos. Para qué hablar de las famosas deudas impositivas que llevaron a los clubes sociales y deportivos a la quiebra en la primera década de este siglo y que ahora no sólo siguen en pie, sino que se han llegado a triplicar.
Todos los índices de nuestro fútbol están en el piso. Estamos en una crisis tremenda que no tiene comparación. Es cosa de ver la asistencia en lo que va de torneo, que son las peores en años. Es tal el desinterés por nuestro torneo local que el programa que transmite los goles de la fecha en televisión abierta marcó 1 punto de rating. Hablar de la cantidad de abonados o socios de los equipos es deprimente. Todos estos datos son síntomas de la enfermedad que padece la actividad, todos los escándalos, malos manejos y desprecio al hincha han llevado a esta realidad extrema. La conexión con la gente es igual a cero, los niños prefieren equipos extranjeros y no conocen ni por si acaso a los jugadores locales. ¿Sabrán del buen nivel del acerero Otero? ¿O lo interesante del desempeño del hispano Churín? Estoy seguro de que no, pero tienen claro si Rakitic va de titular o no el fin de semana en el Barcelona.
Y los problemas se trasladan a la cancha. Con equipos que se refuerzan poco y nada, el nivel es paupérrimo. El calendario sufre modificaciones y es muy poco atractivo, no se entiende que en un país como el nuestro el apertura comience en Julio. El ritmo es lento y tenemos partidos que son realmente insufribles (para aquellos que vemos los 8 duelos de la fecha). Y el sistema de torneo es ridículo, ya que un equipo es campeón luego de jugar sólo 15 fechas. Un título en menos de 4 meses. ¿Para qué vamos a hablar de los torneos internacionales? La Copa Libertadores no se queda en Chile hace 25 años, y no hay una final en nuestras canchas hace 23. Desde la llegada de las S.A. sólo la gloriosa Universidad de Chile ha podido escalar hasta las semifinales del principal torneo continental de clubes, y sólo los de la U roja en el pecho pueden decir que han obtenido un titulo Conmebol.
El espejismo de la Copa América es lo único que sostiene el fútbol chileno, esa gran alegría del 4 de julio del 2015 fue un bálsamo para un deporte que pide a gritos un cambio en la gestión y en su modelo. Busca una forma más inclusiva entre todos los actores que con justo derecho exigen un espacio dentro de los clubes que les pertenecen y han ayudado históricamente a su desarrollo. Incluso, la crisis moral de esta mal llamada industria llegó a Juan Pinto Durán: dobles contratos del cuerpo técnico con evidente intención de elusión de impuestos, amenazas de no viajar al partido eliminatorio con Uruguay (de jugadores y técnicos), negociaciones con la pistola arriba en la mesa para obtener un mejor contrato de premios. Hasta en el reparto de los incentivos se ve el desprecio por el torneo chileno, pues es un sistema armado por los propios jugadores que entrega menor dinero a los que compiten en el medio local,
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Hablar de violencia en los estadios o fuera de ellos es para llorar. Es un problema social que literalmente ha sido traspasado al fútbol, la autoridad gubernamental no ha sido capaz de entregar soluciones. Para peor, el sistema de las S.A. no aporta y acrecienta el problema con medidas discriminatorias y clasistas. De mal en peor.
La burbuja reventó, la verdad sale a la luz, el fútbol fue víctima de un complot para entregarlo en bandeja a los poderes económicos y políticos. Quisieron ganar por todos lados y finalmente terminaron hiriendo de muerte lo único espacio que era de todos. Se aliaron toda clase de delincuentes para mantener sus privilegios en el estadio y en cuentas bancarias. No tuvieron piedad ni menos decencia, se lo llevaron todo y el daño, aunque puede ser reparable, costará años poder solucionarlo. No deja de ser sorprendente que cada día que pasa desde la fuga de Jadue a Miami, tengamos un nuevo escándalo en el balompié nacional. Pero todo este huracán de información es necesario, porque la verdad nunca debe dañar y porque toda herida debe sangrar para poder cicatrizar
Hay una generación entera que ha sido la más perjudicada en esta pasada, los niños que fueron atraídos por otras ligas más seductoras, con mayor competencia y un mejor nivel. El arraigo de nuestros equipos se fue perdiendo en los pequeños hasta niveles alarmantes.
Pero mantienen el hábito de mentirnos, estableciendo frases hechas que hablan de «errores puntuales» y «delitos personales». Si siguen así, el fútbol continuará su cause natural hasta que un súper clásico se vuelva a jugar en cancha de tierra. Quizás sería lo mejor, quizás ahí, volveremos a ser felices.
GRAF/DE