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Por Álvaro Burgos
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Pareciera ser que la sociedad chilena se ha convertido en una especie de ser vivo impertérrito. Sin sentimientos, sin capacidad de análisis y, lo que más duele, sin capacidad de cuestionarse el por qué de muchas cosas.
La UC fue castigada por actos de pocos individuos, realizados como visitante en el Estadio Bicentenario La Florida. ¿Hay algo que no cuadra? Sí. Muchas cosas que hacen de este país un gran colador humano que segrega según la condición de turno.
Pareciera que es normal y hasta justo que la UC fuese castigada con «Galerías Vacías» por hechos ocurridos por personas naturales no identificadas y en una cancha visitante. Claramente hay algo que no calza, un castigo inmerecido, injusto y digno de un sistema mal construido, con normas que fueron hechas por personas que nunca han ido a un estadio y sólo ven futbol por televisión.
El domingo en San Carlos de Apoquindo muchas cosas me asombraron: exigente revisión de guardias privados, quitaron mamaderas a madres que fueron a la cancha con sus hijos, libros, entre otras cosas.
La presencia de Fuerzas Especiales en la tribuna Alberto Fouillioux como acto de «resguardo policial» nunca antes visto. ¿Por qué aparecieron ahí, si supuestamente a ese sector no acceden? ¿Por qué no los vimos en la marquesina Sergio Livingstone? ¿Por qué pedían a la gente no saltar sobre los asientos? ¿Querían que vieran el encuentro como si estuviesen en el teatro municipal? ¿Este país modela el comportamiento que hay que tener en un recinto público? Hay respuestas para todo, pero más complejo es pensar que pueden existir este tipo de preguntas.
Pareciera que hay cierto tipo de hincha, cierto tipo de cliente, cierto tipo de consumidor, que debe ser supervisado por la fuerza policial en el lugar que este «hincha» ocupe. El domingo la gente de menos recursos, entiéndase de esa forma a la persona a la cual le alcanza para ir a galería, no vio a su equipo, no vio los goles de Castillo y Rojas, no disfrutó de una de las alegrías que la vida le puede dar: ver a su equipo ganar como la UC lo hizo. La privaron de lo que -para muchos- es su forma de vida y el fanatismo que la da sentido a su existencia.
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Es triste el espectáculo. Es feo lo que ocurrió y más feo es que haya pasado «colado». Eché de menos a todos esos marginados fuera de San Carlos de Apoquindo protestando, me hubiese gustado que los jugadores hayan saludado esas galerías vacías de Lepe y Prieto, que hayan portado un lienzo con alguna consigna en contra de la suspensión sufrida, pero no es posible, en esta sociedad donde muchas cosas importan nada, es utópico ver actos así.
El club avaló esto (no el castigo, sí la discriminación). Avaló que se segregará a sus hinchas, a esos que le dan vida a la institución. Esos que -pese a las malas decisiones dirigenciales- siempre estarán y nunca darán la espalda, siempre vestirán con orgullo los colores mientras otros esconden la cabeza, a esos los segregó.
Aquí no se cuestiona la persona de Larraín, Tagle, Gacitúa, Pareja, Roa, Barra, sino que su «forma» de entender esta actividad.
El Estado construyó lindos estadios con estándar FIFA, instalaciones para personas con capacidades diferentes, excelentes baños, cámaras de seguridad HD para seguir el comportamiento de los hinchas, pero estos ya no están, los marginaron, dejaron afuera a uno de los actores más preciados del futbol.
No puede volver a ocurrir, todos o nadie, pero nunca más pueden ser «algunos» los que sí pueden tener el derecho de ver a su equipo siempre.
GRAF/RR