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Por: José Miguel Sanhueza (@albohemio)
Movimiento Colo-Colo de Todos (@colocolodetodos)
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«De la alegría se puede volver, tal vez. Pero no de las lágrimas. Porque cuando uno sufre por su Cuadro, tiene un agujero inentendible en las entrañas. Y no se lo llena nada. O mejor dicho, sólo se le llena con una cosa: con ganar el domingo que viene» (Eduardo Sacheri, «El Cuadro del Raulito»).
Estamos tristes, qué duda cabe. Una vez más nos quedamos afuera de la Copa Libertadores, coronando ya 9 años ininterrumpidos de desastres a nivel internacional desde que aquel equipazo del 2006-2007, cuya base fue la última cantera del Club Social y Deportivo Colo-Colo, paseara orgulloso el indio en el pecho por América Latina.
El análisis más frío de la previa nos indicaba que este desenlace era una posibilidad clara. Colo-Colo no venía cosechando buenos resultados ni mostrando la chispa ni hambre suficiente para hacer algo distinto. Al frente, un equipo ecuatoriano sólido, de transiciones rápidas, y que venía en alza y envalentonado luego de ganarle a Atlético Mineiro jugando un partidazo. Pero la historia de Colo-Colo bien sabe de remontar circunstancias adversas, el indio ha picado de atrás cientos de veces y esta podía ser una nueva página gloriosa más.
Los primeros 45 minutos en que Colo-Colo ni siquiera pudo calentarle las manos al portero Azcona confirmaban la impresión futbolística de la previa. Pero el segundo tiempo pareció dar un vuelco en 180 grados. Quizás fue el apoyo de la gente, que repletó el estadio y se hizo sentir incluso con más fuerza con la lluvia y el viento en contra. Quizás fue una tardía toma de conciencia de lo que estaba en juego. Se vio algo muy parecido al Colo-Colo que siempre quisiéramos ver, y que lo hemos visto sólo a muy a cuentagotas en partidos como el de Católica o Mineiro de locales.
Pero no fue suficiente para revertir el triste desenlace. El destino quiso además castigarnos con tres tiros en los palos de los minutos finales. Fue quizás la forma más dramática y cruel posible en la que la fortuna se podía encargar de hacernos cosechar lo que se ha sembrado. Y no sólo a lo largo de este año.
Luego de aquel equipo del 2006-2007, es conocido el desastre que ha hecho Blanco y Negro con las divisiones inferiores. Además de utilizar el fútbol joven como testaferro para recibir donaciones enmarcadas en la Ley del Deporte (pensada para clubes y federaciones sin fines de lucro), la concesionaria se ha encargado sistemáticamente de vaciar de inversión y de mística nuestra cantera. La mentalidad rentista y cortoplacista de la sociedad anónima nos ha llevado a que se puedan contar con los dedos de las manos los jugadores formados en casa que se han posicionado como titulares de Colo-Colo desde el 2008 en adelante.
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En materia de refuerzos también son muchos más los errores que los aciertos. Este año ha sido una muestra patente de aquello. El semestre anterior, cuando se podía contratar sin límite, llegaron Martín Rodríguez, Andrés Vilches y Christofer Gonzales. Si bien cabía esperar algo más de los ex Huachipato, una inversión así es poquísimo para un equipo que busca pelear en dos frentes y que se sabía que tenía un plantel corto y de avanzada edad promedio.
Y aquello se vio coronado con la negociación tardía, poco seria e inoperante cuando podían llegar sólo tres refuerzos para la Copa y no había espacio para cometer errores. Se trajo a última hora lo que se pilló, y démonos con una piedra en los dientes de que Zaldivia resultó ser bueno, y esperemos que Tonso de una vez por todas olvide el gol perdido con Mineiro y juegue más fútbol que lucha libre (ayer lo debieron expulsar).
El resultado de todo aquello ha sido un plantel muy corto y con poca capacidad de respuesta anímica frente a circunstancias adversas, dependiendo para ello de referentes a los que resulta hasta un abuso seguir teniendo que pedirles que nos salven la plata. Si el cabezazo de Esteban Paredes ayer entraba habría sido una más de sus páginas gloriosas en Colo-Colo. ¿Alguien puede culpar de algo a Esteban Paredes? Lo único que podemos hacer a estas alturas es agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros y tratar de ser dignos de aquello.
Decir estas cosas no es ser menos colocolino. Son otros los que construyen un discurso donde el amor se confunde con la obsecuencia. Al contrario, el ejercicio de la crítica y la construcción en torno a ella está en nuestro ADN. La misma fundación de Colo-Colo es prueba de ello, su creación al calor de las ideas innovadoras de un puñado de rebeldes encabezados por David Arellano que se negaban a conformarse con la precariedad, compadrazgo y desorganización total del fútbol, sentando las bases y siendo pioneros para la profesionalización de la actividad.
La crítica es el acto de rebeldía que necesitamos más que nunca. De lo contrario nos veremos condenados para siempre a la pasividad y mediocridad del modelo de negocios de Blanco y Negro, basado en invertir poco, ganar con el vuelito el campeonato nacional, y así mantener una maquinita estable de venta de auspicios y productos.
Pero la crítica necesita también construcción. Si los rebeldes se hubiesen quedado sólo pateando la perra en el Quitapenas sin dar el paso siguiente de reunirse en el Estadio El Llano, hoy no tendríamos Colo-Colo. La comodidad de las redes sociales no es el camino. Tampoco la cobardía de la agresión en patota por parte de quienes son incapaces de someter sus ideas al debate democrático, como la sufrida ayer por el presidente del Club Social y Deportivo a manos de los mismos hinchas del dinero que antaño golpearon y escupieron a Marcelo Pablo Barticciotto pagados por Blanco y Negro.
Ninguna recuperación de Colo-Colo será posible sin fortalecer el Club. Aunque cueste, aunque parezca que no se ven frutos en el corto plazo, incluso aunque implique decisiones difíciles (que si se hubieran tomado en los ’90, quizás hoy no tendríamos sociedad anónima). Es más que nunca el momento de hacernos socios, de estar al día, de poner el hombro, de estar en la asamblea, de criticar con dureza si es necesario pero de frente, y con disposición a debatir y llegar a acuerdos entre nosotros.
Por lo pronto, ahí estaremos el lunes contra Palestino. Y ahí estaremos el martes 19 conmemorando nuestro aniversario en el Cementerio General, en la cicletada colocolina, en el Estadio El Llano. Y en todo Chile, porque Colo-Colo es Chile. Y el pueblo colocolino sí que sabe lo que es poner el hombro en los tiempos difíciles. Vamos Colo Colo.
GRAF/GL