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Por Pablo Serey Correa
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La efusividad del DT de Universidad Católica Mario Salas ha quedado en evidencia en los momentos más álgidos en su período a cargo de la banca cruzada. Y prueba de ello fue la manera en cómo festejó en la victoria 2-1 ante Universidad de Chile en el Clásico Universitario, algo muy similar a lo que hizo ante Colo Colo en el Apertura 2015-2016.
Sus celebraciones fueron sólo una parte de esa efervescencia que quedó plasmada en cada accionar en la cancha de San Carlos de Apoquindo ante los azules. El Comandante vivió con intensidad su primera victoria en la precordillera ante los laicos y la presencia de su inseparable compañero, el asistente Leonardo Zamora, fue fundamental para ayudar a encarrilar esa vehemencia exhibida por el viñamarino.
Fue el primero en ingresar a camarines cuando llegó el plantel de la Franja al estadio y ya a minutos del inicio encuentro, calmó su ansiedad sentándose en soledad, mientras el resto seguía de pie. Pero cuando el juez Eduardo Gamboa dio el pitazo inicial, fue el primero en ponerse de pie cuando el resto optó por ir al banquillo.
A gritos, le insistía permanentemente a sus dirigidos la importancia de presionar la salida rival, sobre todo al principal referente de ataque, David Llanos. Otro que recibió constantes instrucciones a elevado volumen por parte del ex rugbista fue Fabián Manzano, quien en cancha aprovechaba de repartir las indicaciones al resto. Pero no todo era reproche ni instrucciones, hubo mucho espacio para arengas constantes, de hecho con el avanzar de los minutos, hubo mucho más gritos de alientos por parte de Salas. Zamora empezaba a tomar protagonismo con lo estratégico y táctico.
La pasión del ex volante de corte se elevaba y así quedó de manifiesto cuando en conjunto con su PF Osvaldo Alegría instigó al preparador de arqueros de la U, Gustavo Flores, a callarse y devolverse a su banca cuando éste reclamaba por una presunta invalidez en el gol de José Pedro Fuenzalida, quien tenía su camiseta rajada al momento de convertir.
Pero su mayor derroche de efusividad vino con el gol de Jaime Carreño. Sin conservar ningún tipo de parcimonia, Salas dio un brinco en dirección a Zamora que lo recibió con un abrazo y palabras de calma al oído. De hecho, el Leo se dirigió de inmediato a los jugadores que festejaban para darles instrucciones, mientras que el Comandante proseguía con su celebración repartiendo abrazos entre los integrantes de su equipo.
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Los nervios se elevaron con el agobio de los minutos finales y fueron combatidos a punta de gritos con instrucciones y arengas que concluyeron con el pitazo final de Gamboa. Al término del encuentro, hubo un festejo mucho más sereno, brazos al cielo y mirada en un punto fijo al frente. De ahí, como es tradicional, un rápido éxodo a camarines para esperar a los suyos para la charla final.
GRAF/PS