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Por Álvaro Valenzuela
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El sábado recién pasado hemos sido testigos de una nueva derrota de nuestra amada Universidad de Chile, el rival esta vez fue más doloroso que en caídas anteriores: La Universidad Católica. Pero, a pesar del sentimiento adverso que genera en nosotros la victoria rival, no podemos decir que esta nos genera sorpresa. No hubo espacio para la ilusión dentro de los faldeos cordilleranos.
El trámite fue un verdadero monólogo, en especial en el primer tiempo en donde vimos la diferencia que existe entre un equipo trabajado, que sabe a lo que juega, que tiene hambre y deseos profundos de ser campeón y otro que viene a los tumbos, que no tiene una idea clara de juego y no es capaz de representar en la cancha lo mucho que dicen los jugadores que se trabaja en la semana.
Para ser un poco más claros lo intentaré relucir de esta manera: el sábado vimos un equipo en su versión sociedad anónima, por una parte se observan jugadores que lo único que les preocupa es saber dónde van a jugar el próximo semestre (Canales ya tiene la mente puesta en Independencia y Rubio se inquieta al tener claro que debe volver a México), algunos se colocan la camiseta azul y tienen en la cabeza la certeza que ni siquiera van a seguir entrenando en el CDA el próximo semestre. Así se dan muchas ventajas.
La dirigencia demuestra cada vez que lo único que le interesa es rendir cuentas a una sociedad anónima y se comporta como tal. Hemos sido testigos privilegiados de cómo han ido destruyendo todo atisbo de club con cada uno de sus actos, no hay una política deportiva palpable, no hay estilo en la elección de jugadores ni técnicos. Todo es una constante improvisación, no es de extrañarse que la nueva elección del jefe técnico sea a través de un reallity en Mega, de esa manera el tipo que domina los destinos de la concesionaria puede hacer crecer sus dos negocios, ganando por todos lados. Además, se asegura un piso mínimo de apoyo para el nuevo entrenador. ¿Qué podría salir mal? La gestión en todo sentido ha sido paupérrima, dejando de lado el notable título del apertura 2014, el equipo lleva 6 torneos (desde el apertura 2013 hasta esta parte), quedando fuera de los tres primeros lugares del torneo, con campañas tan deplorables como el clausura 2014, apertura 2015 y este clausura 2016.
Desde principios del año pasado que la U no es capaz de hilvanar dos triunfos seguidos, dejamos de dar miedo con nuestra localia, los visitantes se llevan un botín desde el Nacional de la forma más fácil posible, somos una visita muy permisiva y las últimas actuaciones en torneos internacionales han sido penosas. Ya contamos 3 ediciones de la Copa Libertadores sin llegar si quiera a los octavos de final. La culpa la pareciera siempre tener el entrenador de turno, pero en la cabecera siguen los mismo, de verdad me cuestiono si los accionistas de Azul Azul no les preocupan los números negativos de la gestión del directorio, no hablo sólo dentro de la cancha, pero esta empresa lleva más de 2.000 millones de pesos en pérdidas y parece que a nadie le importa. La realidad indica que la concesionaria no está entregando ni triunfos ni utilidad, entonces, ¿Cuál es su razón de existir? ¿Cuál es su verdadero objetivo?.
Para el final he decidido dejar al señor Sebastián Beccacece, un tipo que tiene gran culpa y responsabilidad en el desastre que vemos semana a semana en los estadios, un profesional que sacó su cartón a través de la presión de su amigo personal Jorge Sampaoli y que este fue aceptado por la dirigencia corrupta de Sergio Jadue. Cuando ud analiza a nuestro entrenador debe entender que no se trata de alguien que se haya formado y tenga una carrera como «ayudante técnico» como nos han querido vender, es un hombre que fue durante más de 15 años ayudante técnico de un solo entrenador. Que sólo conoció un mismo jefe durante su carrera, que nunca fue responsable de un equipo, siempre fue el asistente, no dirigió ni siquiera una sub 8 y ese último dato no es menor, porque jugadores, técnicos e incluso árbitros deben pasar por un proceso formativo, deben ir quemando etapas en su carrera, como corresponde en todo nivel, es así como en todas las profesiones del fútbol se parte con niños, se sigue con jóvenes y se termina con adultos.
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Así, de a poco, en un proceso formativo que claramente él no tuvo ni conoce. Pecó de soberbio, creyó que conocía esta camiseta por haber sido un asistente por dos años, juró que tenía crédito infinito por haberse colgado de una reja en el Monumental. Pero no señor Beccacece, esto es la U y acá exigimos mucho más que palabras lindas que ud nos vende en las conferencias de prensa. Acá no le vamos a hacer fácil la vida cuando le quita la confianza a nuestros juveniles, le resta rendimiento a nuestros consagrados y llena de vergüenza nuestra camiseta. En este espacio, ud y todos aquellos que sólo quieren cumplir un objetivo personal en desmedro de los que exige la historia y la gente de la U van a encontrar una resistencia enorme sobre sus actos. No nos callaremos nunca, sea contra quien sea.
GRAF/GL