Sin su máxima estrella, Neymar, quien sólo fue autorizado por Barcelona para jugar un torneo con Brasil y optaron por los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, e inmersa en una profunda crisis de juego e identidad, la selección brasileña de fútbol afrontará la Copa América Centenario como un torneo inoportuno que puede darle más problemas que alegrías. Las heridas dejadas por la derrota 7-1 ante Alemania en el Mundial en casa se mantienen vivas en el seno de una selección brasileña desfigurada, aún cuando el 4 de junio, cuando debute ante Ecuador en Estados Unidos, habrán pasado casi dos años desde el dramático episodio. Además de los resultados obtenidos desde esa fecha, donde tuvieron una baja participación en la Copa América Chile 2015, varias decisiones del técnico y su mano derecha, Gilmar Rinaldi, han sido duramente cuestionadas, sobre todo la marginación del guardameta Jeferson, del Botafogo, y de los zagueros centrales, Thiago Silva y David Luiz, del Paris Saint-Germain, ya que todos tenían un fuerte liderazgo en el plantel. Una crisis profunda la de la verdeamarela que se agudizó por las bajas que sufrieron en la previa por lesión