Columna: Si los muertos hablaran…

Pobres aquellos que no alcanzaron a vivir las glorias actuales y que se fueron a la tumba sin festejar un título. Me siento un privilegiado por ser de esta generación, que no se conforma con nada.

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Esta Roja nos malacostumbró a los festejos (Photosport)

Juan Ignacio Gardella Berra
Subeditor El Gráfico Chile
@jigardella

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Uso la palabra «muertos» con respeto, como diría el Mago, que por muy bueno que sea para la pelota quedó claro que siempre el equipo va a ser más importante que las individualidades cuando el trabajo está bien hecho.

Con «difuntos» me refiero a esos que murieron en una década anterior a la del 90, donde el Chino Ríos nos demostró que se puede ser el mejor del planeta, pese a haber surgido del último lugar del mundo.

Cuando digo «fallecidos» estoy hablando de aquellos que arrugados se fueron sin ver al Nico y al Feña abrazarse en suelo olímpico, en una imagen que repetí espontáneamente el domingo con mi hermano, con quien si no es por esta Roja nunca habría tenido una muestra de cariño como esa.

Pero esos eran logros personales, disfrazados detrás de la bandera, basados en el capital de familias que tuvieron la oportunidad de financiar carreras costosas que dieron sus frutos y que permitieron que el himno sonara donde no lo había hecho antes.

Y esto no es un discurso clasista, porque en el Equipo de Todos conviven los que salieron de Conchalí, San Joaquín y Tocopilla, y también el Chapita, que pudo haber sido un exitoso ingeniero, pero así y todo prefirió jugársela y tuvo su premio.

En «finados» incluyo a los que partieron al más allá sin que un conjunto llamado «Chile» levantara una copa, porque por más que destaquen Sánchez y Vidal, eternamente se repetirá el penal de un Gato, actor de reparto que refleja fielmente que esto es una labor de grupo.

Así como en menos de 24 horas se acabó por partida doble con más de un siglo sin un oro en el cuello, no alcanzó a pasar un año para que alzáramos dos veces un trofeo continental que en casi un centenario se nos había negado.

Por eso les agradezco a mis viejos haber nacido en 1987, porque ya estaba consciente cuando el revés de Agassi se fue fuera, igual que el derecho de Schüttler, el derechazo de Higuaín y el zurdazo de Messi.

Gracias a eso soy de la generación que no se conforma, así que perdón si me agrando, pero espero que antes de que se retiren estos cracks podamos llegar lejos en un Mundial y dejar de escuchar con nostalgia la canción de Los Ramblers y su fiesta universal.

Aquí pongo el punto aparte, porque la comparación con el tenis no es casual, sino una alerta para que no se repita la historia, un llamado de emergencia para que los dirigentes no se sacien con el pan de hoy y nos dejen con hambre mañana.

Porque ahora nos conformamos con futuros y challengers, y celebramos cuando alguna de nuestras raquetas se mete en el cuadro principal de un ATP o de un Grand Slam, ni hablar de superar una ronda.

Entonces no quiero que en una década -porque en un lustro se apagan las luces de Alexis, Arturo y compañía- estemos festejando que un futbolista chileno llegó al Hoffenheim, sin desmerecer al Edu, que con la Selección es otra cosa.

«Todo tiempo pasado fue mejor» es la frase de cabecera de aquellos que añoran épocas antiguas y siguen con discusiones y comparaciones inútiles. Si los muertos hablaran…

GRAF/JIGB

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