Juan Ignacio Gardella Berra
Subeditor El Gráfico Chile
@jigardella
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El arte de Mosa es desafinar, incluso cuando compone una buena obra. Si no, acuérdese de su desafortunado actuar luego de que Colo Colo se consagrara campeón en Valparaíso, donde pidió que le entregaran la copa para celebrar en una cancha manchada con sangre, a la vez que declabaraba que «sin público es bastante fome».
No da la nota ni siquiera con sus socios, porque recuerde que mientras la ANFP estaba inmersa en la crisis más profunda de su historia, el presidente de Blanco y Negro apoyó en un inicio a la lista de Pablo Milad, contrario a lo que pretendían los demás integrantes de la mesa alba.
Tampoco interpreta la misma partitura que los futbolistas, quienes al frente de los micrófonos del Monumental lo tratan con respeto (¿miedo?) de Don Aníbal, pero cuando están afuera de ese escenario lo critican por esto y por lo otro, y hasta lo acusan de haber inducido la renuncia de Sierra.
Como director de orquesta, «Mosart» no confía en sus músicos principales, que terminan hastiados de su conducción individualista y prefieren dar un paso al costado, como le pasó a Tito -«no podía aceptar esas condiciones», explicó al momento de su salida- y ahora le ocurrió al Coto.
Eso pasa cuando el que tiene más acciones en una sociedad anónima deportiva piensa que está jugando al «Football Manager», donde eres dueño y entrenador al mismo tiempo, pero aquí se trata con personas de carne y hueso, no se puede reiniciar el computador y volver a empezar como si nada.
Si dentro de su propia sinfónica consideran que suenan mal, imagínese en las de sus clásicos rivales, porque en los festejos del título, del que más se acordaron los jugadores de la UC fue del nacido en Puerto Montt, con todo el plantel cruzado entonando a coro el «se lo dedicamos a Mosa y la…».
Es peligroso que una persona con tal nivel de soberbia encabece al equipo más grande de Chile, más allá de los resultados deportivos, porque haga memoria y recordará que una década después de la Libertadores 91 el Popular se fue a la quiebra, mientras que ByN ya registró pérdidas por 1.800 millones de pesos en el 2015, el primer año de su mandato.
Como ha ocurrido con otros ilustres empresarios de nuestro país en el pasado reciente, el fútbol está volviendo a demostrar que no basta con tener una amplia billetera para manejar un club.
No todos tienen dedos para el piano.
GRAF/JIGB