Juan Ignacio Gardella Berra
Subeditor El Gráfico Chile
@jigardella
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«Quiero volver ya a Italia, ojalá en enero», avisaba David Pizarro a fines de octubre del año pasado, en una entrevista a La Gazzetta dello Sport. Menos de una semana después, confirmaba que seguía en Santiago Wanderers.
«En Chile me encontré una realidad completamente diferente a lo que esperaba», reclamaba en la misma nota, como si no estuviéramos en la era de las comunicaciones. «Yo sabía a lo que venía», sostenía horas más adelante, al ratificar su continuidad en el Decano.
«Las nuevas generaciones no tienen talento», añadía en la publicación del medio italiano. En los meses siguientes, los caturros, con un plantel plagado de jóvenes de la casa, peleaban hasta las últimas fechas el título, pese al escaso aporte en cancha del ídolo de esos «troncos».
Cuesta entender la lógica del volante, quien estuvo ocho años sin jugar por la Roja, pero mientras tanto celebraba sus goles en el Calcio bailando cueca. En la Selección hay que estar en las buenas y en las malas, no rogarle a nadie, ni siquiera a Messi.
«Es difícil ir a un equipo que no sea Wanderers. Siempre he sido consecuente con lo que he dicho», expresó el viernes a El Mercurio de Valparaíso, luego del cierre del libro de pases y de quedarse sin club, tras haberse ofrecido a los tres grandes. ¿En qué quedamos?
No tengo dudas sobre sus buenas intenciones en el Puerto Principal, tanto en el ámbito social como en el cultural, como explicó en el diario porteño. Lo que me hace ruido es que siempre despotrique y mire en menos, con su ya clásico discurso mesiánico.
«Mis hijos nacieron en Italia y están acostumbrados a una realidad distinta», le contaba a La Gazzetta en aquella oportunidad, cerrando con el anuncio de que en La Bota «podría terminar viviendo para siempre». Roma lo espera para «entrenar con los mejores», como avisó.
Comparto el fondo de varias de sus críticas, pero no la forma, sobre todo cuando se amurra por una lesión o porque el DT lo dejó en la banca. Como pasó en la clasificación a Brasil 2014, cuando fue el único de los seleccionados que no se quedó a celebrar en el Nacional.
Si aquí no tiene los medios que reclama, si aquí su genio y talento no da fama, quizá al otro lado del charco todavía sí, más allá de que el 11 de septiembre vaya a soplar 37 velas. Aquí ya no hay prisioneros.
GRAF/JIGB