Por Jeremías Israel
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¿De qué hablamos cuando decimos que uno de nuestros deportistas «decepcionó» en los Juegos Olímpicos?
Hablamos, primero, del «gatillo fácil» para disparar críticas y apuntar a lo peor de lo nuestro. Lo comenté la semana pasada en este espacio: «Salimos a criticar y ser muy duros cuando no se logra lo esperado».
¿Qué es entonces «lo esperado»? Así como las horas y horas de transmisión por televisión demuestran que el público masivo sí se engancha con el deporte, espero que esta exhibición sirva para dimensionar la diferencia y distancia que nos separa de las grandes potencias en cada deporte. El deporte es parte de la cultura, nuestros deportistas pueden ser los líderes positivos a seguir por los jóvenes: los guías hacia una vida más sana y con los valores del juego limpio.
Mi reflexión al respecto y respondiendo la pregunta inicial, es la siguiente.
Es prácticamente imposible competir a ese nivel sin tener el roce, los recursos para la preparación y el trabajo al que se someten los mejores.
Estoy de acuerdo con que a los Juegos hay que ir a competir y no a improvisar. Como se ha criticado en estos días, hay un par de deportistas que no llegaron a la meta, ni siquiera terminaron la competencia.
Ahí hay un factor cultural: no puede ser que vayas a los Juegos y no llegues a la meta. Estás compitiendo en el nombre de tu bandera. Creo que es básico dejar el ego y hacer lo que sea necesario para llegar.
Estar en los Juegos ya es un logro; creo que el mejor esfuerzo es lo único realista que podemos esperar de nuestros deportistas.
Comprendo perfectamente que los deportistas se llenen de presión, y crean que si no logran lo que ellos soñaron, se decepcionarán… y decepcionarán a su país. Yo les digo que hay que tener capacidad de ser humilde, por decirlo de alguna manera, de poner los pies en la tierra. ¡Dejar todo en la competencia es lo que está al alcance, con eso yo me enorgullezco de ustedes!
¿Cómo se hace para tener una noción de realidad frente al escenario que nos plantean los Juegos? Insisto, cómo hacemos para que el Plan ADO, el Comité Olímpico, las federaciones y la sociedad puedan ser realistas.
Se habla que la gimnasta Simona Castro improvisó en esta instancia una variante de su rutina. Un error, sí, un error de los que los deportistas cometemos. Es así. Si no, pregúntenle a Lionel Messi por el penal que erró. ¿Pero cuántas veces tuvo Simona Castro la oportunidad de tener buenos entrenamientos o cuántas veces tuvo la oportunidad de competir en el alto rendimiento y enfrentar esa presión? Un ejemplo: la italiana Vanessa Ferrari, segunda clasificada en la prueba de suelo en estos Juegos. Tiene 25 años, apenas dos menos que Castro. Desde Londres 2012, donde también compitió Simona, ha participado en el triple de Copas y Campeonatos mundiales de la Federación Internacional de Gimnasia que la chilena.
Al mismo tiempo, cómo puede ser que la ciclista Paola Muñoz abandone a 30 kilómetros del final. ¿Cúando tendrá otra oportunidad de estar en los JJOO? La autoexigencia, al menos, debería ser cruzar la meta.
Hay que ser crítico también con los deportistas; no tienen el apoyo que se espera, pero no pueden tirar la esponja. Sé que no es fácil.
Cuando la decepción sea «apenas pude llegar a la meta», creo que podremos medir cuánto ha crecido el deporte en nuestro país. Mientras tanto, estamos lejos. Para comenzar a crecer hay que ser realistas y reconocerlo.