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Shaunae Miller lideró toda la carrera de los 400 metros planos de los Juegos Olímpicos de Río 2016, pero en el último tramo vio como su opción de ganar el oro se desvanecía.
Alysson Felix, la gran favorita para quedarse con la medalla dorada, arremetió con todo en los metros finales y parecía decidida a vencer a la de Bahamas. Sin embargo, fue ahí cuando Miller se zambulló cual nadador a la piscina para conseguir su medalla.
A la espera del fallo fotográfico, la incertidumbre se instaló en el público para saber si la forma de Miller para llegar a la meta era legal. Lo cierto es que el reglamento validaba a la de Bahamas, ya que se cuenta el tronco, partiendo desde la clavícula, para atravesar la línea de llegada, sin importar como se haga si es que no se molesta a los rivales.
Con esa aclaración sólo faltaba ver la foto para saber si Miller o Felix habían cruzado primero, la que finalmente dio como ganadora a la bahameña luego que consiguiera un tiempo de 49.44 para aventajar a la estadounidense por seis centésimas.
Pese la poco ortodoxa forma de cruzar la meta, no es primera vez que esto sucede en unos Juegos Olímpicos y ya había pasado lo mismo en Beijing 2008, cuando el estadounidense David Neville se lanzó un «piscinazo» a la meta para quitarle el bronce al bahameño Chris Brown.
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Pero no sólo a nivel olímpico se han dado estos “piscinazos” para atravesar la línea. El año pasado también se vivió esta situación. DeWitt Thomas, corredor de Kingwood High School, se lanzó para ganar el oro en los relevos 4×400 en un campeonato estadounidense; lo mismo pasó con Marlon Bryan, quien hizo lo propio para ganar los 300 metros vallas en un campeonato escolar estatal en Georgia, Estados Unidos.
Una práctica poco habitual que ha traído más éxitos que fracasos.