Columna: Río de la Plata, mar de lágrimas

El lloriqueo desmesurado de los argentinos por los dos puntos de yapa para Chile se suma al de los uruguayos por el “dedo de Jara”, cuando históricamente estos dos países le han sacado provecho a circunstancias extrafutbolísticas.

Argentinos y uruguayos las han emprendido contra los chilenos últimamente (AFP) Juan Ignacio Gardella BerraSubeditor El Gráfico Chile@jigardella En menos de un año y medio, Chile no sólo consiguió la consagración por duplicado con el bicampeonato de América, sino que también logró algo inédito dentro del continente: provocar el lloriqueo desmesurado de uruguayos y argentinos. Si hay países en esta parte del mundo que históricamente le han sacado provecho a circunstancias extrafutbolísticas, son los dos del Río de la Plata, por lo que sus reclamos sólo son muestras de frustración y falsa victimización. Los charrúas, expertos en operar cuando el árbitro no está mirando, no pudieron aceptar el «dedo de Jara» y la inocencia de Cavani, mientras que los transandinos, doctores -como les gusta autodenominarse- en negociar en las sombras, no toleran los puntos por secretaría. Está bien, a nadie le gusta ganar con trampa o por decisiones dirigenciales, el cómo es tan importante como el qué, pero la historia del fútbol está llena de casos como éstos y en los últimos tiempos nos ha tocado vernos beneficiados como nunca antes. Por eso, hay que dejar de lado el falso moralismo y acoger calladitos el error boliviano que nos permite escalar posiciones, porque los reglamentos están para algo y si se rompen, hay que hacerlos valer. Además, el «caso Cabrera» sirve para sentar precedentes, ya que si la FIFA no tomaba esta decisión, en el futuro cualquier selección podría tratar de pasar gato por liebre con un extranjero e intentar que el rival no se dé cuenta en las 24 horas siguientes al partido. Por si fuera poco, el destape de la infracción se dio gracias a los propios dirigentes altiplánicos, no es que la ANFP lo haya buscado, por lo que en Quilín se hubiesen pasado de tontos si no pedían el triunfo y Perú sí lo hacía. Cuando en nuestro torneo un entrenador ha incluido a más foráneos de los autorizados en las bases, no ha habido espacio para reclamos y varios han puesto sus cargos a disposición, pues las normas están claras desde un inicio. Ahora, lo ocurrido implica un doble desafío: en primer lugar, los afectados nos van a salir a enfrentar con una motivación extra y buscarán calentar a los jugadores de la «Roja» por este hecho, así que Medel y compañía tendrán que abstraerse y mantener la cabeza fría. El segundo reto es que se aspire a clasificar sin que las dos unidades de yapa pasen a ser decisivas, porque si no es así, les servirá como argumento eterno a los mismos que deslizan que la Copa América 2015 la arregló Jadue y que la Centenario es un trofeo comercial. Para que eso pase, hay que empezar a jugar bien de nuevo, de una vez por todas, porque ya se acabó el vuelito de Sampaoli y se agotó el crédito en las oficinas, y porque con la inspiración de Vidal no basta. Acuérdense que no le pudimos ganar a Bolivia en casa, aunque la tabla diga otra cosa. GRAF/JIGB

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