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Por Pablo Serey Correa, enviado especial a Temuco
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No registró minutos, ni siquiera estuvo como citado en algún encuentro, sin embargo Milovan Mirosevic fue uno de los personajes especiales que tuvo la conquista del título del Apertura por parte de la Universidad Católica y que significó la estrella 12 en la historia cruzada. Su categoría de ídolo no pasó inadvertida.
Por lo dicho, en el Germán Becker de Temuco su nombre fue coreado en varias ocasiones por la fanaticada de los cruzados, quienes vibraron al verlo nuevamente celebrando un título de Primera División con los colores de la UC tras su amarga y superada salida del club a mediados de 2014.
El Milo en cancha se vio muy emocionado, pues con el festejo se le vinieron a la mente los duros momentos que ha debido enfrentar desde que selló su último retorno a la Franja. «Es difícil, fue complicado no poder jugar, pero veo el vaso medio lleno. Para mí estar en Católica es un regalo y me inspira a poder seguir poniéndome bien para volver a jugar. Este semestre que viene tengo que jugar y haré lo posible por hacerlo bien», manifestó.
Sobre su aporte durante el camino hacia la corona que significó el primer bicampronato en la historia de Católica, el futbolista de 36 años expresó que «traté de aportar con vibras positivas, nada más, todo lo otro lo hicieron los jugadores y de manera brillante».
«En ningún momento perdieron la seguridad de lo que estaban haciendo y más que yo ayudarlos a ellos, sentí que ellos fueron motivo de inspiración para mí, para poder recuperarme y seguir con este largo proceso», complementó.
Inevitable fue comparar este título tan particular respecto a los otros que logró como figura en anteriores planteles cruzados, al plantear que «este fue totalmente distinto, no me tocó jugar y por lo mismo estuve haciendo el esfuerzo de realizar otras cosas para así sentirme parte del grupo y ayudar. En los equipos siempre hay que tener la disposición de ayudar».
GRAF/RR
