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José Miguel Sanhueza (@albohemio)
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Colo-Colo de Todos (@colocolodetodos)
Al parecer finalmente llegó el final de una de las teleseries que nos ha traído a los colocolinos este fin de año. Y el final no fue feliz para nosotros. Finalmente Martín Rodríguez se va del Cacique a probar suerte al Cruz Azul mexicano.
Para quienes nos ilusionamos con la campaña 2017, es un golpe duro. Rodríguez fue uno de los puntales de la última campaña, y por fin este semestre se había comenzado a concretar la promesa que representaba al llegar a Colo Colo como uno de los grandes valores jóvenes del fútbol chileno. El próximo semestre, con una Copa Libertadores por jugar y una propuesta futbolística mucho más consolidada e interesante, era perfecto para ver al mejor Martín Rodríguez. Ser protagonista de un campeonato, de una buena Copa Libertadores, eranoportunidades de oro para convertirse en un referente colocolino de esos que nos acordaríamos 50 años después.
Pero bueno, no será así. Martín Rodríguez finalmente optó por privilegiar el salto hacia el fútbol mexicano. Un salto gigantesco e incontrarrestable en lo económico (se habla de cifras 10 veces mayores a su sueldo actual). Y, siendo sinceros, también hoy por hoy un salto en lo deportivo. Seguir ninguneando a la liga mexicana estas alturas es más ignorancia que otra cosa.
¿Da para crucificarlo, desearle que le vaya mal, que ojalá coma banca eternamente y en lo posible se lesione? Por supuesto que no. Primero, porque a todo el que haya aportado un granito de arena y dado lo mejor de sí en algún momento, por pequeño que sea, de la historia de nuestro club, se le agradece y se le desea lo mejor.
Pero además, y quizás sea un progresivo tránsito hacia adultez el que habla, pero para quien escribe estas líneas es comprensible que para un futbolista común y corriente el jugar por un equipo sea una pega, y que como cualquier trabajador pueda tener el deseo de tomar una buena oportunidad para asegurar su futuro si es que se le presenta. En cierta medida empatizo con eso y me parece legítimo. Que levante la mano el que en su respectivo ámbito de desarrollo laboral no tomaría una oportunidad así si se le presentase. Más aún si viniese de Diego de Almagro y hubiese tenido que sudar la gota gorda, yéndose a probar suerte a casi mil quinientos de mil kilómetros de distancia hacia el sur, para forjarse una carrera como futbolista profesional.
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Obviamente, como uno es colocolino y ama esta camiseta, uno ve casos como los de Martín Rodríguez y no puede sino querer un poquito más todavía a los grandes ídolos de Colo-Colo a lo largo de su historia. Desde David Arellano a Esteban Paredes. Y es que la condición de ídolo no se trata sólo de frías estadísticas de goles, pases, atajadas y kilómetros corridos. Se basa también, tanto o más, en una identificación y apego a los colores que desafía la más fría racionalidad individual con la que los economistas hacen sus modelos y sus teorías.
Ya está. Ojalá le vaya bien a Martín Rodríguez. Si no le va bien, lo más probable es que tampoco nos importe demasiado, pues tomó la decisión (legítima, insisto) de renunciar al derecho a que a los colocolinos nos importe. Lo que sí nos debería importar, preocupar e indignar (pero en ningún caso sorprender), es la inoperancia de las decisiones deportivas en Blanco y Negro. A 6 meses ha quedado completamente demostrado que Oscar Meneses simplemente no dio el ancho para resolver una incompetencia severa que ya se arrastraba de mucho antes. Hoy ha sido Meneses, antes ha sido el mismo Mosa u otros «yesman»; disfrazados de gerentes, los que han sido los rostros de la inacción, la pasividad y el cortoplacismo eterno de la concesionaria.
Hoy es Meneses el rostro, y vaya que ha sido un rostro lamentable. A la tardía reacción para blindar a un jugador importante para aspirar seriamente a algo el próximo año, se suma la larga teleserie de la negociación con Baeza, que se cierne como una amenaza de repetir los mismos errores cometidos en el pasado con un Diego Rubio o un Bryan Rabello.
Como si fuera poco, Meneses no encontró nada mejor que amenazar al jugador con eventuales «decisiones deportivas» durante los próximos 6 meses que le restan de contrato a Baeza. En otras palabras: «renueva o te cortamos»;. Una amenaza sencillamente ordinaria, mafiosa, indigna de la historia y los valores del Club, valores que sin duda él, al igual que sus jefes de la sociedad anónima, desconocen por completo. Y dicho sea de paso, una intromisión inaceptable en el trabajo del Director Técnico (¿quién le dijo que puede decidir quién juega y quién no?).
Para colmo, el mismo Meneses ya vivió antes una historia similar, con Lucas Domínguez en Audax Italiano. Una historia en la que finalmente todos perdieron: Audax no consiguió su objetivo, y la discontinuidad terminó truncando el desarrollo deportivo de un promisorio central para el fútbol chileno. Lejos de aprender algo, lejos de una mínima autocrítica, Meneses, Mosa y compañía, parecen empecinados en volver a tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Ojalá no suceda así. Ojalá finalmente se concrete la ansiada renovación de Claudio Baeza. Ojalá comencemos a hablar más de los que llegan que de los que quieren irse. Y ya que estamos, que avancemos este 2017 para que Colo-Colo vuelva a ser lo que nunca debió dejar de haber sido: un Club al que todos sueñan con llegar. La concesionaria se ha empeñado en hacer todo lo contrario, en hacer de Colo-Colo una simple estación de paso, una empresa como cualquier otra.
Pero Colo-Colo no son ellos. Y valga entonces también comentar a modo de cierre dos de las buenas noticias que nos ha traído este cierre de año. Por un lado, el Club Social y Deportivo saneando gran parte de sus deudas heredadas de administraciones pasadas y regularizando completamente su situación frente a Impuestos Internos después de 15 años. Por otro, el lanzamiento de «91», el nuevo libro de Álvaro Campos y la Editorial Gol Triste, en la ya quinta publicación de este esfuerzo que surge y crece día a día a punta de pasión y amor a Colo-Colo.
Son dos ejemplos que se suman a los muchos más esfuerzos que socios, hinchas, filiales y grupos a lo largo de todo Chile levantan día a día para engrandecer el patrimonio social de nuestro Club, siempre soñando con su total recuperación. Que este 2017 nos traiga muchos más avances y nuevos desafíos para esta gran tarea.
GRAF/PMR