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Por Sebastián Díaz Pinto, secretario Asociación Hinchas Azules
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Hace algún tiempo se quedó en mi inconsciente una noticia que en su titular decía lo siguiente: «El fútbol femenino será requisito para torneos internacionales de la CONMEBOL». La nota fue publicada en el sitio web de la naciente Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF) y en ella se daba cuenta de un proceso irreversible que traerá solo beneficios para las mujeres que luchan por mejorar las condiciones del fútbol femenino en Chile. CONMEBOL, en su nuevo reglamento de licencias de clubes para las competiciones internacionales, señala que a partir de 2019 será requisito para los clubes sudamericanos contar con una rama femenina (o bien otorgar patrocinio a otra institución), de lo contrario, no podrán participar de Copa Libertadores ni Copa Sudamericana.
Hagamos fútbol-ficción. Si la regla estuviera vigente al día de hoy, el actual campeón nacional (Universidad Católica) y, en consecuencia, clasificado a Copa Libertadores 2017, no cumpliría con los requisitos para participar de las competiciones internacionales de CONMEBOL. ¿La razón? La UC cobra una cuota mensual a sus jugadoras.
El documento al que hacemos referencia es categórico: «El solicitante deberá tener un primer equipo femenino o asociarse a un club que posea el mismo (…), deberá proveer de soporte técnico y todo el equipamiento y la infraestructura (campo de juego para la disputa de partidos y de entrenamiento) necesaria para el desarrollo de los equipos en condiciones adecuadas. Finalmente, se exige que ambos equipos participen en competiciones nacionales y/o regionales autorizadas por la respectiva asociación miembro». La lectura es clara. Esta disposición reglamentaria les pone tarea a todos los clubes chilenos, pero en especial, a aquellos que tienen más posibilidades de clasificar a los torneos internacionales.
El año que recién pasó fue de alto contraste para la U. En el fútbol de hombres nuevamente deambuló por la irregularidad. Las malas decisiones tomadas por Azul Azul S.A. fueron una tras otra. Desde la elección del cuerpo técnico (no me referiré al nuevo entrenador que aún no debuta) comenzando el año con un tozudo Sebastián Beccacece que no estuvo a la altura del desafío, para luego ir en busca de dos íconos de la historia del Club a quienes –luego de tres meses en el cargo– no dio continuidad a su trabajo, terminando con la dupla de Víctor Hugo Castañeda y Luis Musrri separada y por caminos diferentes.
El fin de 2016 remató con el mal manejo comunicacional que la concesionaria tuvo, por una parte, al tensionar públicamente las diferencias con Johnny Herrera –que casi terminó fuera del equipo– y por otra, al realizar críticas que significaron la bullada y truncada vuelta de José Rojas.
Ahora, si repasamos el 2016 de la rama femenina de la «U», los números son increíbles y para aplaudir a rabiar. De cinco títulos disputados en 2016, ganó cuatro: apertura 2016 en categoría sub-17 y adulta, además del Clausura 2016 en sub-15 y 17. La final de campeonas que otorga el cupo para la Copa Libertadores se perdió a cinco minutos del final frente al clásico rival.
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Todo lo anterior sí que da para pensar. Se hace muy necesario avanzar en poder otorgar al fútbol femenino las mismas condiciones –ya sea en el corto, mediano o largo plazo– con las que cuentan los hombres. No es posible pensar en el desarrollo íntegro del fútbol femenino si las jugadoras tienen que desembolsar dinero de sus propios bolsillos para poder jugar. ¿Acaso hay que pagar por trabajar? Tampoco lo es si para algunas concesionarias no es «rentable» mantener la rama femenina y simplemente deciden cerrarla, dejando a cientos de jugadoras a la deriva.
¿Alguien se imagina que pasaría si cierran las juveniles de hombres de la «U»? No podría hacer tal ejercicio. Es algo muy, pero muy poco probable de ocurrir. Por lo mismo, es de esperar que de aquí a 2019, cuando se cumpla el plazo establecido por CONMEBOL, los clubes tomen real conciencia de la importancia del rol que cumple el deporte en el país –no importando el género– y, más todavía, del valor de la igualdad, que es un derecho que nos debemos tanto en el fútbol y como sociedad.
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