El Gráfico Chile

Una epopeya: Cronología del loco viaje de Atlético Tucumán para jugar la Libertadores

Atlético Tucumán llegó a Quito quince minutos después del inicio programado del partido. Una hora y media después pudieron jugar.

22:43 marcaba el reloj cuando el árbitro uruguayo Andrés Cunha daba inicio al partido entre El Nacional y Atlético Tucumán, válido a la vuelta de la segunda fase de la Copa Libertadores. Una hora y media después de lo pactado, el Decano empezaba a jugar su primer partido como visitante en un torneo internacional. Un momento que todos los hinchas tucumanos esperaban con ansias, pero que estuvieron muy cerca de no poder vivirlo. Una historia que pasará a los libros del fútbol y que tuvo con los nervios de punta a todo un continente.

Es que lo que tuvo que vivir Atlético Tucumán para buscar su pase a la tercera fase de la Libertadores es digna de un libro. Una epopeya que empezó por querer evitar la altitud de Quito. Un problema que pasó a segundo plano con todo lo que tuvieron que pasar después.

Pero, ¿cómo comienza esta historia de un equipo que empezó su recorrido en bus hacia el estadio donde jugaba quince minutos después del horario en que tenía que sonar el pitazo inicial de Andrés Cunha?

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Luego del empate a dos tantos que cosecharon en Argentina por la ida de la segunda fase de la Copa Libertadores, Atlético Tucumán, en su debut en el torneo, tenía la misión de buscar la clasificación a la siguiente ronda en Quito ante el local El Nacional. Los dirigentes y el cuerpo técnico, conscientes de los problemas que podía traerles al plantel la altitud de la capital ecuatoriana, decidieron irse a Guayaquil y tomar un vuelo al estadio Olímpico Atahualpa el mismo día del partido. Una determinación que parecía acertada, pero que les traería uno de los momentos de mayor tensión en la historia del club.

Así, acompañados por una gran cantidad de ilusionados hinchas, partieron por la tarde, con tiempo de sobra, al aeropuerto de Guayaquil para embarcarse rumbo a Quito a jugar su primer partido como visitante en un torneo internacional. Mientras todo eso pasaba, en la capital ecuatoriana ya habían muchos fanáticos trasandinos que se trasladaban al Olímpico Atahualpa. Hasta ahí todo bien. La alegría e ilusión se apoderaban de los forofos, cuerpo técnico y jugadores.

Con el paso de las horas, esa alegría se transformó en desesperación y la ilusión parecía desvanecerse sin siquiera tener la posibilidad de pelear en cancha.

Cuando Atlético Tucumán ya estaba listo para despegar y luego de varias horas de espera por inconvenientes del que los trasandinos no se daban por enterados, un problema de último minuto empezó una cadena de eventos desafortunados. El chárter de la compañía chilena Mineral Airways que los iba a trasladar no tenía los permisos necesarios para operar en Quito. Los minutos empezaban a pasar y el horario de inicio del partido, 21:15 horas de Chile, se acercaba abruptamente. El Decano estaba varado en Guayaquil.

En ese momento, con más de dos horas de retraso en su itinerario, los dirigentes se movieron para encontrar otra aeronave y pudieron subirse a un avión comercial que los llevaría a Quito para enfrentar su histórico partido ante El Nacional. A esta hora, lo de histórico ya no valía sólo para los tucumanos, sino que había todo un continente pendiente de saber si llegarían a tiempo al Olímpico Atahualpa.

El loco viaje de Atlético Tucumán

A cuarenta minutos de la hora pactada para el pitazo inicial, Atlético Tucumán despegó de Guayaquil rumbo a la capital ecuatoriana. Un vuelo de 55 minutos que a todas luces no les permitiría llegar a tiempo y al que sólo subió el cuerpo técnico y parte del plantel. Los hinchas que los habían acompañado siguieron varados.

En Quito buscaban respuestas y soluciones a tan grave problema. Apegándose al reglamento, la Conmebol decidió dar 45 minutos de plazo para esperar la llegada del Decano y movió el inicio del partido hasta las 22:00 horas. Mientras, los dirigentes y cuerpo técnico de El Nacional eran claros: «si no llegan, perderán».

Los minutos pasaban y pasaban y el avión no aterrizaba en Quito. La tensión aumentaba e, incluso, en la transmisión oficial de Fox Sports pusieron un contador mostrando los minutos que le quedaban a los tucumanos para llegar al Olímpico Atahualpa.

Cuando el reloj marcaba cerca de las 21:30 horas, Atlético Tucumán arribó a su primer destino: el aeropuerto. Aún faltaba el trayecto hasta el estadio, que, con escolta y todo, no alcanzaría a hacer a tiempo para el nuevo horario pactado.

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Desde el bus, el embajador argentino en Ecuador, Luis Juez, hacía un desesperado llamado en la transmisión de Fox: «Estamos a mil, con motos y policías escoltados llegando al estadio. Esto no es un problema de los directivos y jugadores de Atlético. Que la empresa no tenga los papeles no es culpa de ellos».

«Déjense de romper las bolas con el reglamento, hay cientos de argentinos que viajaron y esperan este encuentro (…)Que no nos vayan a ganar por una picardía, que si nos ganan sea en la cancha», agregó el histriónico diplomático. La «película» sumaba y sumaba actores.

El horario ya no parecía importarle a nadie y todo un continente estaba ansioso esperando la llegada del Decano al Atahualpa. Aunque estuviera fuera de todo reglamento, lo importante era que esa epopeya, que partió como ajena a muchos y la fueron haciendo propia, tuviera un final feliz. Así, los dirigentes de El Nacional cambiaron de opinión y decidieron jugar el partido, pero lo hicieron con la condición que sea bajo protesta, o sea que si llegaban a perder podían hacer el reclamo a la Conmebol para que investigue los atrasos de su rival y determine si hubo responsabilidad en los problemas del itinerario.

Mientras todos intentaban saber dónde estaba el escoltado bus, los hinchas de Atlético Tucumán que sí pudieron llegar al estadio y que llevaban horas ahí seguían cantando sin cesar. La altitud no era problema para ellos y la disminuida capacidad pulmonar la ocupaban para romper la voz por su equipo, el mismo que estaba llegando atrasado y que esta vez no los hacía desesperar por lo que pudieran mostrar en la cancha, sino que todo lo contrario: la vez que estaban más cerca de alcanzar una gloria por su fútbol parecía alejarse cada vez más.

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Pero la historia parecía destinada a tener un final feliz. Pasadas las 22:00 horas, el primer horario que habían puesto como límite para jugar el partido, el ruido de las motos que escoltaban al bus de los tucumanos empezaba a sonar en el Atahualpa. Ese fuerte estruendo que muchas veces puede desagradar ahora era un placer para todo una provincia y, por que no decirlo, para todos los que vibran con la vieja y querida Copa Libertadores.

El dramatismo final de la epopeya

Y a las 22:09 ocurría el momento tan esperado: cual niño que llega atrasado al colegio, los jugadores del Decano, aquel centenario y modesto club, se bajaron corriendo rumbo a camarines y se vistieron con la indumentaria y los botines de la selección argentina. Aunque podía ser la metáfora perfecta para evidenciar que ya no sólo se representaban como club sino que a todo un país, lo cierto era que sus camisetas habían quedado varadas en Guayaquil y la Sub 20 Albiceleste, que está jugando el hexagonal final del Sudamericano de la categoría en Quito, les prestó las suyas.

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Dignos de un viaje heroico, donde vieron caer a los 89 hinchas que no pudieron viajar, los jugadores salieron entre aplausos y cánticos a la cancha del estadio quiteño a las 22:38. Cinco minutos después, tras un leve trabajo precompetitivo y con los músculos aún duros, empezaron la otra historia, la que en un principio realmente importaba, la futbolística. 22:43 marcaba el reloj cuando el árbitro uruguayo Andrés Cunha daba inicio al partido entre El Nacional y Atlético Tucumán.

La victoria parecía algo imposible por las condiciones en que tenían que jugar, pero si ya habían aguantado todo un día de viaje, ansiedad y emociones al por mayor, la altitud de Quito, esa misma que quisieron evitar desde un principio, ahora parecía un escollo menor. Y así fue. Un cabezazo de Fernando Zampedri que entró lentamente, y que puso el dramatismo digno para el final de la historia, les dio la victoria por 1 a 0 que los clasificó a la tercera fase de la querida Copa Libertadores.

El llanto de liberación se apoderó de los jugadores de Atlético Tucumán. Las camisetas de Argentina, esas que eran tan ajenas como propias, se enarbolaron en Quito para sellar una verdadera epopeya. Aunque la Conmebol decida quitarles la clasificación por estar fuera de todo reglamento, nadie les quitará el gusto de haber entrado a la historia de los libros de la Copa Libertadores.

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