Césped amarillento, barandillas oxidadas, robos en serie: el estadio Maracaná está en pleno abandono a causa de un embrollo político-legal que amenaza con transformar el templo del fútbol brasileño en un majestuoso «elefante blanco» en desuso y dejar de ser sede para los equipos cariocas en las competiciones locales y la Copa Libertadores de América.
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El mítico estadio de la ciudad de Rio de Janeiro, reformado para la Copa del Mundo de 2014, todavía brillaba con luces propias hace cuatro meses, en medio del fervor olímpico.
Hasta que se cortó la electricidad. Por la noche, el gigante con 78.838 asientos yace en completa oscuridad. Un puñado de partidos se jugaron allí después de los Juegos Olímpicos. Pero desde el 29 de diciembre se bajó la cortina y no hay nada en el horizonte.
Un duro momento para el recinto en donde se celebró la final del Mundial 2014 tras una renovación completa con costo estratosférico de 1.200 millones de reales (unos 372 millones de dólares al cambio), casi el doble del presupuesto inicial, con un trasfondo de sobrefacturación y sospechas de corrupción.
Los cuatro clubes más importantes de la ciudad, cuya temporada deportiva comienza la próxima semana, expelen impaciencia. Por ejemplo desde el Flamengo demostraron su preocupación por el estado del campo y pusieron en duda la localía en este recinto para la Copa Libertadores, donde debutan contra San Lorenzo y se miden también con Universidad Católica.
Aunque el duelo contra el equipo chileno es en mayo, en caso de no concretarse la reorganización de la propiedad, el recinto arriesga quedar sin uso por todo el semestre: «Esta situación es muy preocupante. Cada día que pasa, el estadio se deteriora un poco más. Espero que las autoridades logren encontrar una solución rápida. Hay una preocupación general, el gobierno de Río de Janeiro y el concesionario están cerca de una solución.«, dijo a la AFP Eduardo Bandeira de Melo, presidente del Flamengo, el club más popular de Brasil.
Sin embargo, el gobierno del estado de Rio está ahogado en un mar de deudas. Ya no es capaz ni de pagarle a sus empleados a tiempo desde hace meses.
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Y el Maracaná está en el corazón de un embrollo administrativo tan grande como enmarañado.
Desde el 30 de octubre, el mantenimiento del estadio se supone que está de nuevo a cargo del concesionario privado Maracaná SA, que lo había cedido durante ocho meses al Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Rio.
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El Maracaná «de rehén»
El consorcio, controlado por el polémico gigante de la construcción Odebrecht, explica en un comunicado enviado a la AFP que todavía «no ha retomado la posesión del estadio». Responsabiliza al Comité de Rio-2016 por «no haber cumplido sus compromisos para devolverlo en las mismas condiciones en las que lo recibió».
Mario Andrada, director de comunicaciones de Río-2016, admite que «se necesitan algunas refacciones menores», pero asegura que tiene hasta finales de enero para llevarlas a cabo.
A su vez apunta a la sociedad Maracaná SA, asegurando que Río-2016 ha devuelto el estadio y lo dejó «en mejores condiciones que cuando le fue confiado», y se ha visto «forzado a realizar una serie de trabajos de mantenimiento que debieron haber sido asumidos por la empresa concesionaria».
Mario Andrada acusa al concesionario de «tomar como rehén al Maracaná para humillar al gobierno estatal y ejercer presión para deshacerse del estadio.»
Maracaná SA efectivamente planteó en junio de 2016 una solicitud de rescisión del contrato de concesión firmado en junio de 2013 por «no respetar las cláusulas originales.»
Dos meses después de su firma, el gobierno del estado de Río de hecho había cambiado las reglas de juego. Cediendo a la presión popular, prohibió la demolición de una escuela y de los estadios de natación y atletismo adyacentes donde Maracaná SA debía construir un estacionamiento y un centro comercial.
Una gran oportunidad financiera perdida por el consorcio que anunció 173 millones de reales (más de 53,5 millones de dólares) de pérdidas acumuladas entre 2013 y finales de 2015.
El viernes pasado, una orden judicial obligó a Maracaná SA a «reanudar de inmediato las operaciones de mantenimiento del estadio». Pero el consorcio anunció que apelará el fallo.
Odebrecht, involucrado en el escándalo de corrupción de la estatal petrolera Petrobras, intenta abandonar el estadio desde hace meses. Pero la transición está lejos de concretarse suavemente.
Cuando Flamengo se enoja…
Dos grupos de compradores están en carrera, con una compañía francesa en cada campo. GL Events se alió con los ingleses de CSM y la holandesa Amsterdam Arena. A su vez, Lagardère se ha asociado con la empresa brasileña de marketing deportivo BWA.
Pero los candidatos han demorado en proporcionar las «piezas faltantes» a la Comisión de Evaluación.
El presidente del Flamengo opinó al respecto: «Hemos tenido serios problemas con la BWA, que era responsable de la comercialización de billetes de nuestros juegos en el pasado No hay manera de que vayamos a jugar en el Maracaná si los estafadores toman la gestión del estadio.»
Un boicot que podría tener efecto. El popular club carioca reclama un papel de «protagonista» en la gestión del estadio, lo que habría prometido el grupo rival que está representado por GL Events.
Mientras tanto, los alrededores del Maracaná ofrecen una escena de desolación. Los turistas no pueden visitar el estadio. Un puñado de ellos se contenta con tomar autofotos en la entrada. Una mirada a través de las puertas oxidadas permite observar la hierba amarillenta abandonada.
Peor aún, la Federación de Fútbol de Río (Ferj) denunció el robo de televisores, extintores y sillas de las tribunas. Incluso del busto del periodista brasileño Mario Filho, fallecido en 1966, que dio su nombre oficial al Maracaná.
GRAF/JR