El Gráfico Chile

Columna de Colo Colo: Otra vez afuera

“Otra vez más una eliminación muy temprana, sin gloria, y con mucha pena. Pena que esta vez es aún más grande, por la confianza (en el buen sentido) con que se vivía la previa”

Por: José Miguel Sanhueza (@albohemio)

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Colo Colo de Todos (@colocolodetodos)

Otra vez afuera de la Copa Libertadores de América. Ya son diez años sin pasar a octavos de final, veinte sin ganar una llave de mata-mata. En fin, otra vez más una eliminación muy temprana, sin gloria, y con mucha pena. Pena que esta vez es aún más grande, por la confianza (en el buen sentido) con que se vivía la previa. Un clima de optimismo que al menos quien escribe estas líneas no recordaba vivir desde hace mucho tiempo en la antesala de una definición copera.

Y es que, pese a que las pésimas decisiones de la concesionaria cada día provocaban una rabia distinta, en la cancha había argumentos para sostener el optimismo. Lo mostrado en la Copa Chile y el cierre del año 2016, el nivel desplegado en los amistosos de preparación del mes de enero, el mismo partido con Brasil y la agridulce sensación de haber jugado mejor y merecido al menos el empate, la gran exhibición del sábado pasado contra Unión Española. Todo hacía pensar que no necesitábamos hacer nada especial: simplemente había que jugar como lo habíamos venido haciendo en los últimos meses. “Ser nosotros mismos”, como arengaba Pablo Guede en la previa.

Pero no lo fuimos.

Hablando estrictamente de lo ocurrido en cancha, además de varios rendimientos individuales muy por debajo de lo esperable para esta instancia, saltaron a la vista los errores en la lectura del partido y la adaptación a las circunstancias de éste. Lo increíble es que estos vicios aparecieron ante un hecho que en teoría no podría haber sido más favorable: el 1-0 que Colo Colo debía buscar con ahínco y paciencia, llegó apenas a los tres minutos de partido, tras un pivoteo de Pavez que contó con la gentileza de Emerson Silva para depositarlo en el fondo de la red.

Algunos dicen que luego de los primeros minutos de partido Colo Colo “ratoneó”. Lo terrible es que ni siquiera hizo eso. “Ratonear” habría implicado tomar una decisión, quizás si lo hacíamos lo cerrábamos antes y clasificábamos. Lo cierto es que Colo Colo luego de los primeros 15-20 minutos se desorientó por completo, extravió la pelota y no la recuperó nunca más. Nunca hubo una determinación clara respecto de si aguantar el resultado favorable o ir a buscar el 2-0 que permitiría sentenciar la llave.

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Por el contrario, el rival hizo su trabajo. Botafogo supo ajustar su libreto, aumentando poco a poco la presión ofensiva, adelantando sus líneas en el primer tiempo, y luego con impecables cambios en el segundo. Así, logró aprovechar las insuficiencias de un Colo Colo que nunca supo reaccionar ni adaptarse a la dinámica del partido, cuestión expresada con inigualable claridad en la tardía de la entrada de Morales por Valdés. Finalmente, el empate (que hasta pudo ser derrota) terminó siendo el justo corolario que le entregó la clasificación al que hizo mejor las cosas

Hasta ahí el análisis de lo que pasó en la cancha. Porque, lamentablemente, lo vivido ayer no es un episodio aislado. Más de una década de campañas internacionales bochornosas. Los hinchas más jóvenes de nuestro Cacique sólo conocen a un equipo chico a nivel internacional. Porque eso es lo que somos hoy. En esto nos han convertido: en un equipo chico de América. Y no tiene nada de malo decirlo. Al contrario, reconocer un problema es el primer paso para superarlo.

Sin embargo, resulta iluso pensar que la solución va a venir de la mano de Blanco y Negro. El desinterés, el cortoplacismo, el mínimo esfuerzo organizativo y financiero, el uso de la imagen del Club para cualquier cosa menos para engrandecerlo, son parte de la esencia de la sociedad anónima que nos ha llevado hasta este penoso estatus.

Para encontrar pruebas de aquello ni siquiera hay que remontarse en el tiempo. Basta con ver la preparación para esta Copa Libertadores. Larguísimas teleseries para la renovación de jugadores clave. Muy tardía incorporación de refuerzos y privilegiando la menor inversión posible, que llevó a que de los tres que llegaron solamente uno haya jugado un partido completo (y hubieran sido cero si no se lesionaba Zaldivia). Desastrosa logística en el viaje a Brasil, que implicó llegar muy tarde y sin reconocer el césped de la cancha rival, y volver de manera tardía a Santiago sacrificando con ello entrenamientos y desgaste.

Pero, como dijimos antes, esto no es un episodio aislado. Es toda una era donde la conducción del fútbol profesional por parte de la concesionaria ha estado marcada por un modelo de negocios basado en vender caro (incluso las entradas para partidos como estos: simplemente un acto de usura), comprar barato o regalado, no tomarse con seriedad la Copa Libertadores más allá del discurso, y apostar a lo justo y necesario para intentar pelear con el vuelito el campeonato nacional de cada semestre.

Los colocolinos no estamos para construir una épica de la derrota. Para eso están otros. Perder nos duele y así es como debe ser. Pero el mejor favor que le podríamos hacer a Blanco y Negro es dejar que ese dolor nos inunde en la apatía. Por el contrario, el dolor debe ser una invitación a involucrarnos de manera activa en los destinos de nuestro Club. Jamás dejar solo a nuestro equipo domingo a domingo, pero también llevar la participación más allá. Ser socio, ponerse al día, participar del Club, encontrarnos, organizarnos. Son cosas más necesarias que nunca frente a una concesionaria empecinada en matar, por acción y por omisión, todo aquello que ha hecho grande al Club Social y Deportivo Colo-Colo.

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