Andy Zepeda – Presidente Asociación Hinchas Azules
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El sabor de boca una vez terminado el partido del pasado sábado ante Universidad de Concepción fue más bien amargo. Imposible resultaba no sentir que jugando con 11 lo ganábamos. Fuimos capaces de aguantarlo con 10 y por algunos pasajes incluso parecía que superábamos al rival. Si bien es cierto que promediando el segundo tiempo el Campanil hiló una ráfaga de ataques que parecía traducirse en la apertura del marcador en desmedro del Bulla. A pesar de la inferioridad numérica, igual nos las arreglábamos para generarnos oportunidades en incluso estuvimos muy cerca de firmar la epopeya, siendo las más claras las de Rozas y Mora.
Ese acerbo gustito se potenciaba con la idea de que era el momento ideal para acercarse a los punteros, siendo este partido además la antesala de un nuevo clásico con el archirrival, que por cierto es uno de esos mencionados punteros. Además, daba una bronca terrible porque uno sentía que la expulsión que tanto nos condicionó fue desproporcionada, sobre todo a la luz de otras jugadas, como la de Camargo sobre Rodríguez, con las cuales Osorio no tuvo el mismo criterio. Daba bronca porque nuestros muchachos, principalmente el medio, cambió y los hombres en punta hicieron un esfuerzo inconmensurable por sacar la tarea adelante y finalmente no se pudo.
Sin embargo, yendo más allá de los dos puntos dejados en la cancha de Collao (o el traído a Santiago, depende de cómo lo queramos ver y de cómo termine el campeonato), quiero quedarme con lo señalado al final del párrafo anterior: el temple, el esfuerzo y la entrega. ¿Y por qué? Porque siempre se habla de que el jugador de la U se debe a la camiseta y debe dejarlo todo en la cancha, pero ya sabemos que no siempre es así. La mejor prueba de eso es el recuerdo de los procesos inmediatamente anteriores con Beccacece y Castañeda/Musrri, donde sólo algunos sudaban sangre, pero otros parecían jugar derrumbados en situaciones de adversidad. Teníamos “pera de cristal”, como quien dice. Empezaban a salir mal las cosas y no había quién nos levantara.
En ese sentido, las tres victorias consecutivas (cosa que no ocurría desde hace muchísimo tiempo) y este empate (10 puntos de los últimos 12 disputados) no son casualidad. Todo responde a cambios posicionales en la cancha (Reyes y Espinoza los principales involucrados, sumado al renacer en el centro del ataque de Mora propiciado por la salida de Gastón Fernández) y un aumento de confianza. También añado entre las causales a la siempre fiel hinchada bullanguera, que siempre ha estado, pero en estos últimos partidos ha acompañado en gran número y sabido empujar la pelota con la voz.
Lo del sábado, si bien se nos quedaron dos puntos allá, fue para aplaudir. Así lo hicimos los 18 mil azules que llegamos a la cancha del Ester Roa. La televisión a veces es engañosa. Te muestra sólo lo que cabe dentro de un pequeño rectángulo. El estar ahí te da el panorama completo. Te muestra a ese jugador que se acalambró tras perderla en una patriada, y que por un segundo pensó en tirarse al suelo, pero renegó del dolor y se devolvió medio muerto y acalambrado a defender. Por el equipo. Ese fue Reyes, a poco del final. La cámara se debe haber ido con la pelota, pero mi vista se quedó con él y su rengueo.
¿Espinoza? Un león. Las estadísticas dirán que perdió algunos balones, pero quitó un montón también. Corrió más de lo que podía para llegar a las coberturas y cubrir parte del espacio que dejó la salida del Duende. Lo de Mora fue derechamente emotivo. Incluso jugando con 11, el planteamiento de la U le exige correr mucho, ir a presionar, recibir lejos del arco y mandarse en demanda del arco. Entonces ayer, con 10, se vio claramente sobre exigido, pero el hombre tiene corazón azul y regaló todo lo que tenía. De nuevo: por el equipo. ¡Corrió todo! Hacia el final las piernas ya ni le respondían, pero nunca se detuvo. Contreras y Vilches también se sobre exigieron y, si bien se vieron superados por el volumen ofensivo que a ratos lograba la U de Conce, cumplieron a cabalidad. Lo mismo con Rodríguez y Beausejour por sus respectivas bandas, que terminaron extenuados y lesionados, en el caso del último. Podría ir uno a uno con todos los que jugaron, analizando su cometido, pero resumo todo el accionar del equipo todo en dos palabras: compromiso y coraje. Eso hay que aplaudirlo.
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No hablo de celebrar una pequeña moral. No. Hablo de entender el contexto en el que estamos. De mirar no muy atrás en el pasado y comprender que estamos recién saliendo del pozo y que actuaciones con una entrega total como la del sábado, es lo que nos hace falta para terminar de salir y para que este Chuncho vuelva a volar. Todo el equipo fue una cátedra de cómo dejar la sangre en la cancha, y eso hay que aplaudirlo, insisto. El equipo entero fue más allá de los límites. ¡Eso es jugar en la U! Claro que duelen los dos puntos, más cuando se conoce el resultado del encuentro entre Deportes Iquique y Colo Colo, pero alegra ver que se recupera esa mística. Ganarle sobre el final a Unión Española y resistirle al Campanil son cosas que en el torneo pasado no hubiésemos podido lograr, pero esta U parece estar para cosas mejores.
Por último, parece ser que el equipo comienza a entender de corazón que volcar el alma sobre el césped y dejarlo todo, junto con una idea clara de juego, es el único camino que nos llevará al éxito. Eso -entrega absoluta y concentración- es lo que queremos ver el próximo sábado 8 de abril en el Nacional. Es una oportunidad tremenda para acercarse a los punteros y comenzar a ilusionarse legítimamente con un nuevo torneo.
¡Vamos los azules! ¡A defender la insignia y el escudo con la vida!