Matador Salas con cara larga
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Atrasado y con sus dos hijas llegó el histórico delantero de la U, Marcelo Salas. El Matador ingresó al Estadio Nacional a 10 minutos de que iniciara el partido y con cara larga, de pocos amigos. Consultado por varios temas, el ex seleccionado no realizó ningún gesto y entró sin hablar. En la misma línea, el ex presidente de Azul Azul, José Yuraszeck tampoco quiso hablar sobre el presente de los azules.
Ubilla sobrexaltado
El delantero de los azules abrió la cuenta a los 23 minutos frente a Colo Colo y cortó una racha de 369 minutos en que la U no le hacía goles a los albos por torneos nacionales. Pese a eso, el Conejo estaba pasado de revoluciones. Celebró con todo su tanto y pidió aliento a su hinchada, y en cancha se notaba sobreexcitado. Tanto así que incluso Jean Beausejour le pidió que se calmara y el técnico Hoyos dispuso su reemplazo en el entretiempo, pese a que el técnico dijo que fue por razones físicas.
Jara fue “el DT de la U” en cancha
Los constantes ataques de Universidad de Chile generaron un reiterado desorden defensivo en los azules frente a Colo Colo. El gol de Octavio Rivero, de hecho, nace desde una desconcentración en la zaga, que el técnico Guillermo Hoyos trató de suplir con varios llamados al defensa Gonzalo Jara para que ordenara al equipo.
Espinoza y su duelo con Valdés
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El Superclásico dejó varios duelos personales electrizantes, pero sin duda que el que más sacó chispas fue el de Gonzalo Espinoza contra Jaime Valdés. Con el partido frenado en el mediocampo, ambos fueron determinantes en sus equipos y por eso chocaron más de una vez. Tanto era roce entre ambos, que Pajarito fue finalmente reemplazado con una tarjeta amarilla incluida.
Lorenzetti grabó y sufrió
El suspendido Gustavo Lorenzetti se instaló en el palco del Nacional con su familia y sufrió durante todo el Superclásico. El Duende vibró mucho con los goles de Ubilla y Mora, e incluso grabó con su celular. Pese a eso, y con el segundo gol albo, el rosarino cambió la cara y terminó yéndose en silencio rumbo al camarín para compartir el dolor con sus compañeros.