El Gráfico Chile

Columna de la U: Y en desnudo de mujer, contemplar la realidad

Los azules son puro festejo y tienen la clara opción de ser campeones. Pero también se refieren a la importancia del fútbol femenino.

(Alvaro Iostroza A)

Francisca Martínez, colaboradora Asociación de Hinchas Azules
Twitter: @asambleazules

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Aprovechando la contingencia por la celebración del día de la madre, y la evidente emoción a flor de piel por estar ad portas de un final de campeonato que se encendió durante las últimas fechas, y que comenzamos sin tener mucha fe en el nuevo equipo técnico, quisiera abordar el doble estándar y la deuda pendiente que la “U” y el fútbol chileno tienen con la profesionalización y valoración que le dan al fútbol femenino y sus protagonistas.

En estas fechas mucha gente aprovecha de saludar a su mamá por hacerle la mejor cazuela del mundo, por plancharle la ropa para ir a trabajar y por encargarse de la crianza y sustento del hogar. Pareciera que dentro de este sistema neoliberal las mujeres no tenemos espacios de tiempo para desarrollar actividades deportivas a nivel profesional, porque desde el hogar más tradicional hasta el más disfuncional se exige que alguien se haga cargo de las labores de la casa, como también de traer el pan.

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Ese personaje tiende a ser femenino. El problema no es hacerse cargo de las responsabilidades y sacar adelante a una familia. Al fin y al cabo, somos capaces de cargar esa enorme mochila y llegar hasta el final por los nuestros. El problema es que aquellas muchachas amantes del deporte más lindo del mundo, solo después de haber terminado todas sus obligaciones en la casa y estudios, pueden acceder a entrenar unas pocas horas a la semana, con la carga extra de financiar con su propio dinero el equipamiento y arriendo del espacio. Muy lejos de las comodidades que se ofrecen a los hombres, quienes normalmente comienzan a jugar y entrenar desde los 5 o 6 años, llevados y apoyados por sus padres quienes ven el fútbol no solo una entretención, sino que también un motor de movilidad social, lejos de la responsabilidad de la doble labor que las niñas deben cumplir para que les permitan salir a jugar un rato, y solo quizá después de los 14 años, cuando ya pueden movilizarse solas y no necesita el apoyo ni la supervisión, porque no hay tiempo para perderlo en un entretenimiento que aparentemente no tiene futuro en un país como este, y que por cierto no es remunerado como debiese.

Durante el presente semestre hemos visto cómo la ANFP se ha concentrado en el reordenamiento del campeonato nacional, en la repartija del botín que entrega el CDF y en la preparación de las Clasificatorias para el Mundial de Rusia del equipo masculino. Pero nada hemos sabido de los planes y programas que incentiven la profesionalización del fútbol femenino, de la regulación de sus contratos, prestaciones de salud, el desarrollo desde las infantiles y la búsqueda de igualdad en el trato a su trabajo desde las instituciones deportivas.

En abril conocimos el caso de las 3 chunchas que a puro talento y corazón, fueron contratadas para jugar en una liga femenina del fútbol árabe. Las muchachas tuvieron el enorme privilegio (y suerte) de entrenar en el Centro Deportivo Azul, el más moderno del país, con todas las facilidades que el espacio les puede brindar. Además, entregaron a la institución con gratitud y gran empuje una estrella el año pasado, que no fue fácil de obtener, pues en frente tenían a equipos de mujeres que también buscaban tocar el cielo y demostrar que lo que hacen es tan o más valioso y aguerrido que lo que entregan algunos hombres por sueldos millonarios y desempeños paupérrimos. No obstante tanto sacrificio y entrega, las condiciones laborales no mejoraron.

Cuando hablamos de traspasos a este país, normalmente las y los hinchas nos alegramos por el jugador que engordará su cuenta bancaria, pero que poco crecerá física y técnicamente en esta clase de ligas poco competitivas a nivel internacional. Sin embargo, el fútbol árabe femenino cuenta con todo aquello que el chileno no tiene voluntad de regularizar, por considerarlo una inversión que no tendrá retribución. Y he ahí un punto importantísimo de inflexión. Hemos visto como el fútbol de mercado y su ambición ha desbaratado los mejores equipos chilenos; vendiendo jóvenes al extranjero sin darles una verdadera proyección al jugador, pero asegurando el ingreso del pago de su traspaso. Por lo que el desafío de la profesionalización del fútbol femenino se vuelve más complejo aún, pues se materializa fuera de este descorazonado modelo de sociedades anónimas.

Los hinchas de la U soñamos un fútbol femenino donde se valore y remunere como corresponde el enorme esfuerzo que significa ser deportista de alto rendimiento y sostén del hogar. Soñamos y trabajamos a diario por romper con las barreras de la segregación por género; como también luchamos por abrir los espacios de participación en conjunto y el respeto por lo que entrega a la institución quién tenemos como compañera o compañero a nuestro alrededor, a través del impulso de proyectos barriales y populares orientados a niñas y niños por igual, de manera completamente autogestionada y muy distante de la administración actual del Club, que pareciera no haber preservado nada del espíritu azul de antaño, relegándolos a observar cómo meros clientes de su espectáculo.

Y es que con tanta sensibilidad en el ambiente por lo que ha ocurrido con este campeonato, por la contingencia nacional del trato que recibimos las mujeres, y estando a tan solo diez días de la celebración del nonagésimo aniversario del Club Universidad de Chile, pienso que es momento de replantearnos qué tipo de Club queremos ser, bajo qué modelo administrativo e identitario formaremos a las personas que representaran nuestros colores.

Creo que tenemos la tarea irremplazable de entregar y fomentar los sólidos valores del compañerismo, respeto, inclusión, antirracismo. Pero también tenemos la tarea de potenciar los talentos femeninos, infantiles y juveniles, con las mismas condiciones de seguridad en la relación contractual, para que de verdad el fútbol pueda ser una herramienta de crecimiento y cohesión para nuestra sociedad; y por qué no decirlo: frente a los reiterados fracasos deportivos internacionales del fútbol masculino, ¿por qué no soñar con que nuestra próxima victoria sudamericana venga en los pies de las Chunchas a quienes saludamos con cariño y respeto en estos días de frustración e ilusión? Es muy posible, pero hay que brindar las oportunidades.

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