3 de la tarde en punto y Patricio Polic daba la orden. Colo Colo comenzaba a rodar la pelota con la latente opción de bajar la estrella 32 de su historia ante un Antofagasta que peleaba poco y nada en el Monumental.
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Un par de remates de Jaime Valdés, un mano a mano de Octavio Rivero y los felinos reflejos del portero antofagastino Manuel García comenzaban a impacientar a los hinchas albos que aplaudían cada ataque del equipo de Pablo Guede, a esa altura dominador absoluto de las acciones.
En ese mismo instante, en Rancagua y ante O’Higgins, la U sufría con la lesión de Leandro Benegas e intentaba apoderarse del control del balón contra un rival que aún tenía chances matemáticas de pelear el título.
A los 23 minutos Macul explotaba. Octavio Rivero marcaba el primero y acercaba al título a los albos, que ahora dependían de un gol de O’Higgins para comenzar a descorchar un nuevo título.
Pero la ilusión duró poco. En El Teniente, la U, cuando el reloj marcaba los 32 minutos, rompía el cero con gol de Gustavo Lorenzetti y en Pedrero ya se hacían la idea de que el festejo iba a tener que esperar una semana más.
De la ilusión a la tragedia
En el segundo tiempo el trámite ante los Pumas comenzó a escribirse con otra tinta. Fernando Vergara metió a Bryan Carvallo y el equipo se acomodó. Los nortinos tomaron las riendas, anularon el mediocampo albo y lentamente comenzaron al Cacique en su trinchera.
En las tribunas el nerviosismo era total. Colo Colo no llegaba y la U con un gol de Fabián Monzón estiraba la diferencia ante los rancagüinos. A esa altura los hinchas del Cacique se miraban entre ellos y no dudaban en reprocharle la culpa a un Pablo Guede que con sus cambios el equipo tampoco respondía.
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A los 87 minutos la fortaleza comenzó a desmoronarse por completo en el Monumental. Gonzalo Villagra metía un cabezazo para un 1-1 que silenció a los 39 mil asistentes, mientras, en Rancagua, Felipe Mora agigantaba el sueño azul.
El golpe fue durísimo y la desazón total. Con algunos minutos por delante los albos pudieron intentar algo, pero el equipo estaba desencajado, sin respuesta. Los de Guede sintieron el golpe y la cara de sus jugadores lo decía todo: le habían entregado el título en bandeja a la U.
La tragedia se cimentó con el pitazo final de Polic. La salida del estadio parecía una marcha fúnebre y solo algunos se animaban a reprochar a Guede con duros epítetos mientras la mayoría mordía la rabia o recién entraba en razón.
El Clausura, ahora estaba en manos del archirrival, sólo será devuelto a Pedrero para Colo Colo con un milagro.