Por Rodolfo Vidal
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Cuando la Corfuch fue declarada en quiebra, por allá en mayo del 2006, una de las principales razones que se esgrimieron fue que era una corporación insolvente, básicamente porque su deuda -$5400 millones- era superior a su patrimonio. Eso, producto del mal manejo administrativo y la mala gestión financiera que hubo de manera sostenida durante años.
Con la llegada de la concesionaria Azul Azul S.A. a cargo de la administración del Club Universidad de Chile en el año 2007, se buscaba, principalmente, transparentar la administración financiera y sacar réditos económicos de una empresa, que entre sus filas, tenía a «exitosos hombres de negocios» del mundo empresarial, como era el caso de Carlos Alberto Délano, José Yuraseck o el mismo Carlos Heller y así permitirle a la concesionaria cumplir con el sueño de muchos hinchas construyendo el tan anhelado estadio propio y ganando la Copa Libertadores. Todo en base a un plan económico de gente experta en materia de negocios.
10 años ya han pasado desde la llegada de Azul Azul S.A. a administrar el Club profesional de fútbol de la Universidad de Chile, y si bien es cierto ha tenido algunos periodos deportivos exitosos, como la era Sampaoli, muchas de las promesas que hicieron cuando llegaron a la administración del club no han sido cumplidas, partiendo por el estadio.
Ya en el año 2010, en entrevista con el diario El Mercurio, Federico Valdés, siendo presidente de Azul Azul S.A., prometía estadio para el año 2014. Lo mismo pasó con José Yuraseck presidiendo la concesionaria y lo mismo ha hecho Carlos Heller, actual controlador de Azul Azul con el 63,07%, prometiendo estadio en variadas ocasiones, recurrentemente cuando los resultados deportivos no han sido los esperados.
Pero si hay promesa que no se ha cumplido y es bastante notoria su no implementación, es la «eficiente gestión financiera». Para contextualizar nuevamente, el año 2005, con Colo Colo siendo administrado por una S.A., con la U en proceso judicial de quiebra por malos manejos administrativos, y el fútbol chileno, en general, en crisis económica, se promulga la ley de Sociedades Anónimas Deportivas en el fútbol profesional chileno. Ley que venía a dar un nuevo aire a la actividad; con capitales frescos, y con deberes hacia las administradoras de los clubes, ya que con ella todos los clubes del fútbol chileno tenían que responder ante la Superintendencia de Valores Seguros presentando memorias anuales de cada periodo. De esta forma se transparentaban los dineros que entraban y salían de las arcas de los clubes y así se rompía con los vicios de los ex dirigentes de las corporaciones donde muchas veces no existían si quiera balances económicos.
A 12 años de la implementación de la ley el panorama actual no dista mucho de haber mejorado en su gestión. Sin ir más lejos, el año 2016 la SVS multó a 13 clubes del fútbol profesional por no informar sobre sus estados financieros. A ello, sumarle la desafiliación de clubes emblemáticos de sus zonas como Deportes Ovalle o Deportes Concepción por problemas de solvencia económica y el sistemático incumplimiento de la ley que tiene a 14 clubes en la mira de la SVS por repetidas malas prácticas.
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Por otro lado, Azul Azul S.A. ha alcanzado los niveles máximos de pérdida en los últimos 3 años: en el 2014 con pérdidas sobre los $1.676 millones, el 2015 con más de $2.389 millones y el 2016, marcando un record dentro del fútbol chileno, con la escalofriante suma de $4.503 millones en pérdidas, acumulando un total de más de $8.568 millones en pérdidas los últimos 3 años, según las memorias entregadas a la Superintendencia de Valores y Seguros. Cifras, por lo demás, muy superiores por las que se dictaminó la quiebra a la Corfuch.
10 años han pasado desde que el Club Universidad de Chile fue entregado a un grupo de empresarios para ser administrado dentro las lógicas del mercado, aludiendo a la trasparencia para lograr la eficiencia en números que supuestamente no tenía con la Corporación de Futbol de la Universidad de Chile (Corfuch). Se podrá decir que los empresarios han sacrificado ganancias por colocar recursos en una empresa que administra los destinos del club, pero la verdad es que cuál mecenas en el Renacimiento, todos los accionistas mayoritarios que dejaron Azul Azul se han beneficiado caudalosamente con la venta de sus acciones. Sin ir más lejos, Carlos Alberto Délano, formalizado por delitos tributarios en el caso Penta, ganó más de $3600 millones por retirarse de la concesionaria. El actual presidente, Carlos Heller, que ha sido quien más dinero ha puesto en la concesionaria, no ha dejado de ganar con el club, ya que con el auto préstamo que le hizo a Azul Azul S.A. el año pasado, generó ganancia por conceptos de interés, mucho mayor que si hubiese tenido la plata en depósito a plazo.
10 años han pasado de concesión y, según el contrato, quedan otros 20, prorrogable durante un nuevo periodo de 15 años más.
En los libros los números no acompañan, pero como en muchas otras vueltas de la vida, los empresarios que «apostaron» en la U nada han perdido. La regulación y mayor fiscalización que se propone hoy en día con el proyecto de modificación de ley de SAD, 20019, no asegura una mayor eficiencia. ¿Quién puede asegurar a estas alturas que el día de mañana Azul Azul S.A. deje de ser una empresa solvente, sobre todo con las pérdidas sostenidas que ha tenido estos últimos años? ¿Quién nos asegura que el día de mañana Heller no se aburra y venda sus acciones a grupos empresariales chinos, mexicanos o árabes? Lo peor de todas interrogantes es que si llegasen a cumplirse, nosotros, como hinchas, no pasamos de ser meros espectadores. Tal y como nos quiso la ley desde la implantación del fútbol mercado en Chile.