José Miguel Sanhueza (@albohemio)
Colo Colo de Todos (@colocolodetodos)
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No era precisamente fácil remontar una serie viniendo tres goles abajo. Las frías estadísticas señalaban que nunca lo habíamos logrado. Menos aún después del poco convincente partido con Antofagasta por el inicio del “Transición”. Menos aún en este Colo Colo que día a día dentro y fuera de la cancha parece ser un polvorín permanentemente a punto de estallar.
Pero qué va. De remontar momentos difíciles y hacer lo que parece imposible está hecha la historia de nuestro Club. Los rebeldes fundadores remontaron la humillación y la “pasada de máquina” en la asamblea del Magallanes, hemos dado vuelta torneos con todo en contra para alcanzar la cima como en el año ‘60 (donde algunos afirman que nace la frase “¡de atrás pica el indio!”) o el mítico “campeón en la Quiebra” del 2002, construimos un estadio con el esfuerzo de los socios y dirigentes visionarios y no con la chequera del magnate de turno. En fin, si de algo sabe Colo Colo en su historia es de levantarse.
Y así nomás fue. El contundente 4-0 frente a La Serena fue finalmente el corolario de la determinación mostrada especialmente en el segundo tiempo, donde la inspiración de un Esteban o un Pajarito se vieron sustentadas en el equipo corriendo y metiendo con el hambre que siempre quisiéramos ver, y que con seguridad habíamos echado de menos tres días antes. Valga resaltar especialmente a un poco destacado Gabriel Suazo, que logró compensar la imprecisión del primer tiempo con un golazo que abrió la senda del triunfo y comiéndose la cancha en el segundo como único volante de contención, que permitió la desenvoltura y la libertad en ataque del andamiaje ofensivo colocolino.
Por supuesto, los pregoneros de la “C-R- I-S- I-S” desconocen todo lo anterior y ponen el énfasis en el “escandaloso arbitraje” (en opinión personal de quien escribe: bien anulado el primero, mal anulado el segundo), omitiendo convenientemente toda referencia a los dos goles que Jorge Osorio prácticamente le regaló al conjunto “papayero” en el partido de ida. Pero está bien que sea así. Es parte de lo que quisiéramos que siempre fuese la normalidad: Colo Colo saliendo adelante frente al desconcierto de quienes no lo creían posible y deben justificarlo a través de las más sofisticadas conspiraciones.
Había que consolidar en el Torneo Nacional. Como diremos hasta la majadería cada vez que sea necesario, es el desafío más importante del semestre frente al cual no existen objetivos intermedios al de ser campeón. No era sencillo. Enfrentábamos la presión de poder quedar hasta incluso a 5 puntos de los punteros, en una cancha donde nos ha costado una y otra vez durante los últimos años, contra un equipo descomprimido luego de consumar con éxito la “King Size” hecha al casildense Cristián Arán, y que también venía encumbrado tras una remontada notable de visita para seguir con vida en la Copa Chile.
Para colmo, no teníamos delanteros a disposición. Vilches sigue lesionado, Paredes apretado de un gemelo, Luis Salas se fracturó el tabique nasal el día antes, Morales sometido a la “disciplina táctica” del profesor Héctor Robles en la sub 20. Y Octavio Rivero… bueno, imposible mejor resumen que el hecho por él mismo en su cuenta de Instagram: “lamento lo que ha sucedido las últimas horas, creo que no fueron las formas adecuadas de tratar el problema. Hoy me enfoco como siempre, en un 100% en Colo Colo, un gigante de Latinoamérica por historia y su gente”. Es de esperar que aquello se ratifique con los hechos sobre el verde césped, dejando la vida en la cancha y poniendo el desafío y el privilegio de vestir esta camiseta por sobre los voladeros de luces y malos consejos del representante de turno ansioso por “cortar la cola”. Y que una presión de esas características sencillamente no se vuelva a repetir.
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Pero se logró ganar, y de buena manera. Así como hay muchas críticas completamente justificadas a la cabina técnica, cabe reconocer que el domingo se logró plantear un partido consistente, con buena presión, dominio de balón y volumen ofensivo pese a las bajas. Se corrió un riesgo al defender prácticamente mano a mano, y aquello nos costó un gol en casi el único error cometido en la zaga en todo el partido, pero lo cierto es que salvo por aquello la defensa estuvo impecable. Mención especial para el retorno de Matías Zaldivia, cuya inactividad de un semestre completo tras la rotura de su ligamento cruzado prácticamente ni se notó. En buena hora, lo necesitábamos.
También valga una mención especial para Jorge Valdivia. Si bien con La Serena no tuvo la inspiración de otras jornadas, con O’Higgins fue partícipe de los tres goles: abriendo bien para Campos en el 1-0, logrando sacar un muy buen centro en el segundo, y ni hablar del tercer tanto: sencillamente todo lo que uno puede esperar de aquel “Loco” lindo que desplegaba talento y creatividad en la cantera de nuestro Club Social y Deportivo, y el “Mago” que después se consagraría en Chile y el mundo con la selección.
Los próximos días martes serán cruciales dentro y fuera de la cancha. Hoy con una reunión abierta en el Estadio Monumental comenzará a tomar forma pública la campaña “Colo Colo, patrimonio de su gente”, para sentar las bases de un camino serio de recuperación de nuestro Club. El próximo martes tendemos Asamblea Extraordinaria de Socios, que tendrá por objeto zanjar una forma de reconvocar y reencantar a nuestros socios, y así consolidar las conquistas institucionales y sociales del Club. Y rematamos ese día contra Palestino, a seguir avanzado con la mirada fija en una nueva estrella. Sólo cabe entonces dejar la vida porque Colo Colo siga encontrando el rumbo correcto, en todos los frentes y en todas las canchas.