Por Roque Giordano, periodista argentino de radio La Red de Rosario
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Freud sostenía con sus estudios que el chiste y el humor son cosas sustancialmente diferentes: mientras que el primero supone el afloramiento de elementos inconscientes en la realidad, el humor supondría, en cambio, la negación de esa realidad. Argentina deberá aceptar el chiste, pero no tomárselo con humor. Intentar negar la realidad es como querer tapar el sol con las manos.
Y la situación actual del seleccionado albiceleste marca a las claras que, mientras un Brasil vapuleado en la última Copa del Mundo en su propia casa pudo reconstruirse de las cenizas y ser el primer clasificado para la siguiente, la Argentina finalista en 2014 no pudo continuar con el rumbo futbolístico ni con los buenos resultados y hoy por hoy (mucho más hoy que ayer) no ha hecho sus reservas de avión para viajar a Rusia.
Creer que el italiano, el español y el israelí que tomaron la decisión de desestimar la apelación boliviana son responsables de esto, sería un error garrafal. Lo mismo sucedería si quisiéramos centrar nuestro enojo con Bolivia, Nelson Cabrera o el pueblo chileno por hacernos chistes al respecto.
Pasaron técnicos, jugadores, dirigentes y jamás una decisión desde AFA tuvo coherencia o correlación con la siguiente.
Uno de los argentinismos new age más frecuentes es echarle a otro la culpa de las consecuencias que generan nuestras mismas acciones.
Si la familia del fútbol argentino hubiese hecho bien las cosas, la decisión del TAS no hubiera afectado al seleccionado, estaríamos entre los primeros clasificados y esta columna no existiría.
Es tarea de Sampaoli que re-aprendamos que somos dueños de nuestros actos, aliados de nuestras virtudes y cómplices de nuestros propios defectos.
Así como desde Argentina, San Martín cruzó los Andes para independizar Chile, el Zurdo tendrá que recorrer el mismo camino pero en sentido inverso: después de triunfar con la Roja, vencer a cuanto rival se ponga delante para liberar a la Albiceleste de sus opresiones.