No es fácil ganar, más en este fútbol actual tan ultracompetitivo como el que vivimos en las últimas décadas, donde todos tienen las mismas posibilidades que los poderosos y no sólo los llamados «grandes» tienen una cita garantizada con el éxito.
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Uno creció viendo a ganar a los de siempre: Brasil, Argentina, Uruguay, Alemania, Italia y a veces se colaban por allí Francia o alguna buena campaña de Holanda.
Sin embargo, hemos visto como en los recientes años algunas selecciones han logrado la gloria que nunca obtuvieron, como Grecia 2004 en la Eurocopa, España ganando un bicampeonato de Europa 2008 y 2012 más una Copa del Mundo 2010, Portugal llevándose la Eurocopa 2016 y nosotros con un histórico bicampeonato de Copa América 2015 y 2016. Esto demuestra que en el fútbol de hoy ya no importa el nombre, hoy todos tienen chance de dar el zarpazo con un buen trabajo y organización, escogiendo los elementos y las piezas precisas.
Lamentablemente, en el caso de Chile todo parece ser un «veranito de San Juan» que está llegando a su fin más temprano que tarde. Nadie desconoce que lo realizado por la «Generación Dorada» es brillante, histórico y casi irrepetible (ninguna selección había ganado dos Copa Américas seguidas en años consecutivos), pero también existe algo que se llama legado, eso que se entrega a las nuevas generaciones que vendrán y que deberán defender el nuevo estatus conseguido, con mucho esfuerzo y sin sobrar nada. Eso, no se ve por ningún lado.
«La Roja se ha mareado con los éxitos de los últimos años, sin poder manejar ese aire de grandeza y dejando un futuro lleno de dudas donde parece que volveremos al lugar que teníamos antes».
¿Qué va a dejar esta selección histórica? Al parecer sólo el hecho de romper casi 100 años sin ganar nada y no mucho más. El estilo de juego, la forma de encarar a los rivales y la disciplina táctica que mostró este equipo en las más difíciles no se está traspasando a los jóvenes que vienen detrás. Eso es muy preocupante y un indicio de que lo que vivimos en la última década desde el arribo de José Sulantay a los combinados juveniles, pasando por la guía maestra de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli hasta el toque de Juan Antonio Pizzi en la Copa Centenario serán años que quedarán en el olvido.
Este equipo si bien ganó y quebró la historia de derrotas, que es muy válido, no ha dado muestra que puede dejar esa huella vencedora a los que vendrán. Por el contrario, solo está dejando actitudes de muy dudosa expresión. Como esa obsesión de mostrarse como «ser superior» al resto, de enrostrarle a todo el mundo que somos bicampeones y de una desfachatez a veces que está de más. Esos no son ejemplos de un buen ganador. Es más, es ahora cuando Chile debería ser más humilde que nunca, seguir trabajando como obreros y peones buscando más, sin quedarse dormido en los laureles.
Sin embargo, en este camino nos burlamos de Perú en Lima (el mensaje «El campeón de América se respeta» habla por sí solo), «toreamos» a Uruguay, miramos en menos a Bolivia, a Paraguay y varios más. Se puede ganar así también, pero hay un precio detrás que pagar y aunque moleste las cosas siempre se devuelven.
Aún queda tiempo para reaccionar y cambiar, pero todo está muy complicado. Así como la Roja supo perder como durante casi toda su historia, hoy ha dejado claro que no sabe ganar. Eso, aunque nos duela a todos, se paga caro en este fútbol que no regala nada. Hay que cambiar ahora y ya.