Por José Miguel Sanhueza (@albohemio)
Colo-Colo de Todos (@colocolodetodos)
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Ir a San Carlos de Apoquindo siempre será una experiencia particular. Un lugar donde quizás como en ningún otro en Chile el colocolino sea maltratado, discriminado y segregado. Desde aquel 2011, donde derechamente Carabineros molió a palos y detuvo al colocolino que quisiera cruzar Tobalaba siempre ha sido un poco así. La insólita gymkana de esperar un día completo para comprar entradas en la fecha que se había informado, que la postergaran sin explicación alguna, y luego tener que ir a buscar un ticket físico bajo una fuerte lluvia al Movistar Arena (!) eran raya para la suma. Probablemente lo que más hace Clásico a un Colo Colo–UC más que cualquier otra cosa sea precisamente esta grieta tan característica y expresiva de nuestra sociedad.
Había razones para ser optimistas de cara a esta visita a San Carlos. Veníamos de ganarle bien a San Luis y recuperar importante terreno en la lucha por el campeonato. A la UC –al igual que a la U- prácticamente siempre le habíamos sabido ganar en los numerosos enfrentamientos en los últimos años, en quizás el único aspecto irreprochable de la era Pablo Guede.
Pero si algo ha sido Colo Colo a lo largo de todo este año, es ser un equipo irregular e impredecible. Más que sólo tres puntos, el domingo se jugaba la posibilidad de conseguir una regularidad que sea a la larga lo que nos permita soñar con el título. Y se logró. En un partido disputado, de mucho sacrificio, quizás el más estéticamente feo de todos los clásicos de la era Guede. Católica sorprendió con su planteo inicial, un 3-1-4-2 con un mediocampo muy poblado, una presión asfixiante en tres cuartos de cancha colocolino y una marca muy intensa sobre el Mago Valdivia y Jaime Valdés.
Colo Colo apostó por ceder un poco la iniciativa buscando aprovechar los espacios que dejaría la UC en el fondo, pero durante la primera media hora fue muy poco lo que se pudo ver de aquello al estar muy impreciso en la salida y muy bien tapados sus generadores. Igualmente, algo se logró generar en los últimos 15 minutos –cuando el mediocampo cruzado ya no pudo sostener el mismo ritmo- con un par de buenas llegadas que no fueron bien definidas por el Pájaro y por Gabriel Suazo. Y tampoco es que Católica haya generado demasiado: un tiro libre de Lobos, un gol bien anulado a Lanaro, un palo de Santiago Silva y sería.
Mucho más auspicioso acabaría siendo el segundo tiempo. Colo Colo logró mejorar el aspecto de la precisión en la salida, el ingreso de Andrés Vilches sirvió para liberar de algunas marcas a Esteban Paredes y ganar volumen ofensivo. Así, el Cacique tomó el control frente a una UC que poco a poco fue cayendo en el desorden y no pudo sostener su buen planteo inicial. Logramos concretar en el marcador nuestro mejor momento en el partido, y después tuvimos inteligencia y pragmatismo para cerrarlo, con el gentil auspicio de la desesperación de Mario Salas, cuyas modificaciones desarmaron por completo un mediocampo que había sido lo mejor de Católica.
«Probablemente lo que más hace Clásico a un Colo Colo–UC más que cualquier otra cosa sea precisamente esta grieta tan característica y expresiva de nuestra sociedad».
El zapatazo del Torta Opazo sería finalmente la recompensa a un equipo que sin jugar especialmente bien supo ponerse el overol y ganarlo con oficio. Aquello no cambi,a por mucho énfasis que haga el hincha cruzado y cierta prensa en un offside tan fino que ni siquiera lo reclamaron en la cancha, y una mano pegada al cuerpo de Baeza, «polémicas» que aún palidecen frente al incomprensible penal que Eduardo Gamboa le inventó a Buonanotte hace un año en esa misma cancha. Muy bien nuevamente por Opazo, ratificando con su golazo el manejo de los dos perfiles que lo trajo a Colo Colo, y ratificando también con su actitud y compromiso que la «Arellanización» de los nuevos refuerzos es una decisión correcta que debe instalarse como práctica para siempre.
Los tres puntos son sin duda una buena noticia. Acercarse a tres puntos del puntero y quedar terceros luego de que Everton perdiera es mejor aún. Pero la mejor noticia es de una vez por todas aprender a cerrar partidos. Mal que mal, en esa misma cancha nos farreamos un partido controlado por no saber cerrarlo, tal como nos pasara después con Botafogo, Antofagasta, Iquique, y tantos otros. Aprender a asegurar este tipo de partidos es un primer paso indispensable para pensar en salir campeones. Y ahora sí que sí, con el resto de los resultados de la fecha, nos metimos con todo en esa pelea. Vendrán dos semanas para trabajar de cara al próximo partido con Wanderers, donde debe primar la tranquilidad, la mesura, pero al mismo tiempo, la ilusión de que esta vez sí el Indio puede nuevamente volver a picar de atrás.