Impacto mundial causaron las declaraciones del ex delantero inglés Alan Shearer, uno de los mejores cabeceadores de la historia, cuando la semana pasada reveló que sufre daños cerebrales producto de los numerosos remates de cabeza que efectuó durante su carrera. “Hay que estar seguros de que el fútbol no sea un juego mortal”, advirtió al Daily Mail, preocupado, el máximo goleador de todos los tiempos de la Premier League, quien padece problemas de memoria.
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Las palabras del ex ariete, de 47 años, han generado revuelo en la actividad. Por eso, le consultamos a uno que compartía esa característica, Carlos Campos, quien se cansó de hacer goles por la vía aérea con la U entre las décadas del 50 y 60.
El artillero del Ballet Azul, de 80 primaveras, confiesa que en su momento le picó el bichito de la duda, aunque no experimentó síntomas. “Cuando me preguntaron si me había afectado o no, recién ahí me entró la curiosidad. Consulté y me hicieron un estudio total, y el médico me dijo ‘tú tienes un cerebro precioso’”, cuenta el Tanque.
Pese a que el otrora atacante resalta que antes las pelotas “eran más grandes y pesadas”, y que “en los entrenamientos cabeceaba 30 centros diarios para perfeccionarme”, eso no le pasó la cuenta. “Nunca he sentido nada raro”, remarca.
¿Influye con qué parte se cabecea?
Más allá del caso de Campos, especialista en cabezazos, pero no en neurología, lo cierto es que hay varios factores que pueden influir para que un futbolista sufra daños cerebrales producto de su actividad profesional.
“Cualquier tipo de impacto craneal puede tener consecuencias a corto o largo plazo, por lo tanto, alguien que haya tenido múltiples impactos, no necesariamente contundentes, sino acumulativos, sí puede tener como consecuencia el deterioro de las funciones cognitivas superiores, entre ellas, la memoria”, explica Tania Rodríguez, neuróloga de la clínica Meds.
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“Uno tiene que pegarle con la frente, no con la nuca”, advierte el Tanque, pero la experta lo retruca: “No hay una parte del cráneo que sea más segura que otra, eso es un error de concepto”.
¿Quiénes son más propensos?
Rodríguez define tres factores principales para determinar si un futbolista podría ser propenso a sufrir daños cerebrales.
“Primero, está la parte genética, aunque es la menos importante. Segundo, está demostrado que depende del nivel cultural, por lo tanto, a mayor educación, más protección. Y tercero, influye el número de traumatismos, no necesariamente impactos con algo, sino referidos a la aceleración, desaceleración o rotación de la cabeza”, comenta la neuróloga.
“Ya en el futuro, va a depender de si tenemos un cerebro proactivo o inactivo, porque no es lo mismo un jugador de fútbol que se retire y no haga ninguna actividad intelectual a uno que esté en constante aprendizaje. Todo esto podría definir que alguien pierda o no la memoria”, complementa la especialista.
Respecto a si sería necesario utilizar algún protector, la profesional médica indica que “en el rugby sí importa usar un casco, no así en el fútbol, no va a implicar una mayor protección. Lo más importante es educar a la población para consultar, no esperar el deterioro, con una evaluación anual, por ejemplo, sobre todo los jugadores que tengan síntomas, como vértigo o mareos”.