La declaración de Alejandro Burzaco, ex presidente de Torneos y Competencia y testigo clave en el FIFA Gate, ha sido clave para conocer el entramado de la red de corrupción que existía en los altos dirigentes del fútbol sudamericano. A tanto llegó la influencia de los testimonios del empresario argentino que luego de su primer día frente a la jueza Pamela Chen, el abogado Jorge Delhon, acusado de recibir sobornos mientras estaba en el programa Fútbol para Todos, se suicidó.
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Encargado de sobornar a los grandes jerarcas del balompié de la Conmebol, el empresario argentino conocía al revés y al derecho cómo funcionaba la tenebrosa red. Por eso, para los tres dirigentes que aún se declaran inocentes, el peruano Manuel Burga, el brasileño José María Marín, y el paraguayo Juan Ángel Napout, su testimonio podía ser crucial. Y así lo fue: Burzaco reconoció haberles pagado coimas por 3,6 millones de dólares, 2,7 millones, y 4,5 millones, respectivamente.
Asustado por lo que pudiera declarar el ex presidente de Torneos y Competencias, Burga no aguantó la presión y en dos ocaciones, el martes y el miércoles, realizó un amenazante gesto durante el juicio, llevando su mano a la garganta y simulando decapitar al testigo clave, según denunció la fiscal estadounidense Kristin Mace, quien pidió la prisión para el peruano durante el proceso por esta conducta.
Ante este gesto, Burzaco explotó en llanto y la juez a cargo, Pamela Chen, aseguró que tenía «una seria preocupación. Esto puede haber sido un esfuerzo para intimidar al testigo». Sin embargo, Bruce Udolf, abogado de Burga, aseguró que su cliente sólo se rascó la garganta por una irritación y resequedad de piel producida por una dermatitis, además de agregar que las lágrimas del empresario argentino eran por el suicidio de Delhon.
Al momento de analizar las pruebas para comprobar el amenazante gesto del peruano, la juez determinó que el único video que ha visto hasta el momento es borroso, por lo que no pudo dejarlo en prisión y sólo restringió su libertad condicional.
Burga, que está en prisión domiciliaria tras pagar una fianza de dos millones de dólares, usa un grillete electrónico y ahora, además, no tendrá más acceso a internet ni a un computador hasta el final del juicio y su celular sólo podrá usarlo para comunicarse con su abogado, quien deberá acompañarlo cada vez que quiera salir de su casa.
Burzaco, además, volvió a llorar este miércoles cuando contó que su hermano Eugenio lo llamó a Italia, donde se encontraba fugado, y le explicó «que mi seguridad y mi vida estaban en riesgo«. Según contó el empresario, que habló con la voz atragantada, en el llamado también le contaron que habían instrucciones a la policía de la provincia de Buenos Aires de «silenciarlo» para que no hablase en Estados Unidos, «incluido matarme».