En 2016, el Milan cambió de dueños. Pasó de las manos del poderoso Silvio Berlusconi para quedar en poder del empresario minero chino Yonghong Li, quien pagó 750 millones de euros por los Rossoneri.
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A casi dos años y a los problemas deportivos, porque el equipo no puede levantar el vuelo y se pierde en la medianía de la Serie A, al empresario se le sumó un nuevo inconveniente: no sería el próspero hombre de negocios que proyectaba.
Según un reportaje del New York Times, Li, no tendría el dinero que dijo tener ni tampoco sería el dueño de la empresa minera que poseería en China. Además, según la publicación, no sería un empresario de renombre en su país.
Su pasado en los negocios ha sido particularmente escabroso. El periódico afirma que los problemas de Li partieron en 2004, cuando la empresa familiar se asoció con otras dos compañías para crear una estafa de unos 57 millones de dólares. Si bien él no cayó preso, su padre y su hermano sí.
En 2013, no declaró un negocio inmobiliario calculado en 43 millones de dólares y fue multado, aunque con una cifra muy baja: 75 mil euros. Dos años después, ya cerca de adquirir al Milan, tuvo un litigio con la empresa Guangdong Lion contra otra compañía por un préstamo no resuelto.
Por si fuera poco, Li no tendría ninguna mina a su nombre ni tampoco sería el dueño de la Guizhou Fuquan Group, que sería la propietaria de la denominada «mayor mina de fósforo del mundo» y que ha tenido una rotativa de cuatro dueños en los últimos dos años.
Li, a su llegada como nuevo propietario del Milan, había anunciado una fuerte inversión para reubicar a los Rossoneri en el grupo de avanzada de la Serie A, pero el dinero gastado no ha ido de la mano con los resultados. En la temporada fue sexto a 28 puntos del campeón Juventus y este campeonato marcha séptimo a 13 unidades del líder Napoli.