El Gráfico Chile

Quemado como jaiba y más porfiado que nunca: El día más difícil de Boris Garafulic en el Dakar

El piloto chileno vivió un día de aquellos. Un choque con un compañero de equipo lo llevó a estar en una etapa de catorce.

(Ricardo Mazalan/AP)

Para Boris Garafulic la segunda etapa del Rally Dakar podría haber terminado perfectamente a las once de la mañana. El piloto chileno del equipo Mini comenzó la competencia del domingo cerca de las seis y media de la mañana y considerando la carrera que estaba haciendo, podría haber completado el recorrido en poco más de tres horas.

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Con ese tiempo y sumado el enlace desde la meta hasta el campamento, el día del nacional parecía terminar muy temprano. Pero en el Dakar los inconvenientes están a la vuelta de la esquina y Garafulic lo vivió en carne propia. Aunque para él los problemas estaban bajo una duna.

Mientras avanzaba a gran ritmo por la arena de Pisco para completar los 273 kilómetros de especial y se aprestaba para bajar una duna, el empresario se encontró con un compañero de equipo, el saudí Yazeed Al-Rahji, que venía subiendo y provocaron un choque que le daba un duro golpe a Mini. De ahí en más, comenzaban las horas más largas.

Muchos pensaron que Boris Garafulic iba a abandonar tras la colisión, pero más porfiado que nunca decidió poner manos a la obra. Junto al otro involucrado en el accidente, comenzaron a desarmar los automóviles, a sacar las piezas afectadas y a esperar el camión de asistencia que haría los esfuerzos necesarios para que sigan en carrera.

«Me voy a definir como el porfiado, lo dimos vuelta. Nos quedamos los dos pilotos y los copilotos, porque no teníamos mucho más que hacer que lamentarnos o buscar una solución. Nos quedamos todo el día, lo sacamos adelante. Uno puede quejarse de muchas cosas, pero hay que dar vuelta la página, y el Dakar está recién partiendo», reflexiona el piloto chileno.

Después de trabajar con su compañero de equipo y avanzar lo más posible, vino la larga espera para que llegara el camión de asistencia. Pese a estar protegido bajo los autos, el sol pegaba fuerte y se notó apenas Boris Garafulic llegó al campamento después de 14 extenuantes horas de trabajo mecánico, conducción y espera.

Con la cara completamente roja, a excepción de la zona que le cubrían los lentes de sol, el nacional de Mini, pese al puesto 64 que ocupa tras completar el recorrido en más de ocho horas y llegar al campamento pasadas las ocho y media, no decae y ya piensa en el ataque que se le viene para seguir adelante su sueño de finalmente, en su octavo Dakar, alcanzar el top ten.

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«Las malas vibras las sacamos esperando en las dunas bajo el sol, que nos quemó bastante. Estuvimos más de doce horas arriba del auto, pero ahora estamos contentos. Fueron dos segundos que no teníamos por qué estar los dos en el mismo lugar. Te encuentras con autos que vienen al revés, estamos en el lugar y en el segundo equivocado», dice un optimista Garafulic.

«A los cinco minutos estaba súper tostado, porque veníamos súper bien y podríamos haber terminado séptimos feliz de la vida. Nos pasó una pelotudez, nos encontramos con los del mismo equipo y fue justo en el día que Mini ya había tenido un accidente«, agrega.

Y como todo mal rato trae enseñanzas, para Boris Garafulic no podía ser la excepción: “el Dakar es para ciertas estructuras mentales, de estar dispuesto a pelearla cuando todo te golpea. El Dakar es de esas actividades que te lleva a testear el límite, no es para los débiles de espíritu o que los no se sienten con la energía de soportar situaciones adversas, porque el Dakar te las da todo el día, nadie te ayuda, todo es complicado. Esta carrera te lleva al límite como pocas cosas, pero en esas situaciones, pese a que me sienta cómodo, puedo seguir empujando”.

«El Dakar da muchas sorpresas, van a pasar muchas cosas. Un buen día lo cambia todo, donde vamos a estar o no es prematuro, llevamos dos días y faltan doce. Nani, por ejemplo, en un Dakar estaba 60 y terminó sexto. Acá no hay nada cantado», concluye con una sonrisa y atendiendo a todos con la amabilidad que lo caracteriza.

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