Por David Huerta (@davidhuertao)
Colo-Colo de Todos (@colocolodetodos)
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Aún recuerdo mi primer partido de Copa Libertadores: año 1990, y el Cacique es eliminado mediante lanzamientos penales frente a Vasco da Gama. Vivencias de niño que soñaban con ver la camiseta del popular en lo más alto de América. Exigencia que los más viejos tenían guardada desde el robo de Avellaneda. Heridas que solamente pudieron ser sanadas en el invierno del 91, cuando tocamos la gloria, tanto los Colocolinos como los hinchas de otros equipos que hicieron suyas las atajadas de Morón, los enganches de Barti y los goles de Rubén Martínez.
Hoy nuevamente comenzamos ese sueño continental. Siempre que tenemos la oportunidad de vivir este sueño y jugar esta Copa, cuando llega el gran día dejamos la racionalidad a un lado. Cómo estamos jugando, los refuerzos que llegaron, pasan a ser consideraciones secundarias y guardarse en un cajón. Lo que realmente nos importa es volver a pensar en como serían nuestras vidas si el equipo empieza a pasar etapas y llegamos a instancias de definición.
Para los colocolinos la Libertadores es la oportunidad de medirnos con los gigantes de Sudamérica, con la ilusión de que cada cierto tiempo contamos con equipos que pueden pararse de igual a igual con cualquiera en la cancha que sea. Valga recordar equipos como el de Benítez que estuvo a punto de dejar por segunda vez a la «Novia de América» en nuestra tierra, o el gran Colo-Colo del Bichi, que si no hubiera sido desmantelado por los empresarios luego de la campaña del 2006 quizás podríamos haber dicho algo más en la Copa del año siguiente.
Este año contamos con jugadores con experiencia, lo que puede ser relevante para partidos cerrados en los que el bus se debe poner en el arco, dejarlo con candado o tirar la pelota a la tribuna. Jugadores que saben que ganando un cuarto a cero vale igual, que no importa jugar feo si al final de los 90 minutos nos llevamos los 3 puntos del Monumental o un punto de oro en otro país. Tenemos a uno de los últimos ídolos históricos, Esteban Efraín, que debe tener el mismo cosquilleo que nosotros en el estómago, esperando que el árbitro de por comenzada otra copa más. Tenemos jugadores del Atlántico como Orión, Barroso, Zaldivia o Insaurralde que saben que la Libertadores se juega con algo más que la pelota en los pies. Tenemos la magia de Valdivia, quizás uno de los más talentosos que ha pasado por nuestra cantera. La pasión de un Pajarito, que al parecer pierde 15 años cuando entra a la cancha.
Contamos con la mitad más uno del país esperando desde el Monumental, por la televisión en un turno minero en nuestro Norte o pegado a la radio en el frio del extremo sur. Estamos esperando los que somos colocolinos desde que nacimos o los que aprendieron a amar la camiseta con los años o al llegar a Chile.
No cerraremos los ojos a la realidad de que han pasado años sin tener una actuación importante en este campeonato. Sin embargo, no podemos negar que cada uno de nosotros tendrá la esperanza de que este es el año para que Colo-Colo nos traiga otra Libertadores.