El Gráfico Chile

Columna de Colo Colo: Un cambio de verdad

En tan sólo cuatro días, Colo Colo coronó una de sus semanas más grises del último tiempo, con dos derrotas muy dolorosas en la cancha y la polémica renuncia de Pablo Guede.

Por: Mauricio Valencia (@Maurolog0)
Colo-Colo de Todos (@colocolodetodos)

En tan sólo cuatro días, Colo-Colo coronó una de sus semanas más grises del último tiempo, con dos derrotas muy dolorosas: de locales ante un debutante en Copa Libertadores que marcha octavo en su liga, y el domingo recién pasado con el hasta entonces colista San Luis de Quillota en la ciudad de las paltas. La primera de ellas duele muchísimo, porque no hace más que extender la mala racha internacional del Club, además perdiendo de local contra el que, en el papel, aparecía como el equipo más abordable del grupo. Y la segunda también duele, pues viene a confirmar que el equipo no tiene reacción, no sabe abrir defensas cerradas, y además nuevamente recibe goles ingenuos en momentos clave de los partidos.

Para colmo, entre medio de las dos mencionadas derrotas se suma el bochornoso espectáculo del pasado día viernes. La casi segura –y esperada por muchos- renuncia de Pablo Guede, acabó siendo un show en el cual casi todo el plantel y la dirigencia de Blanco y Negro S.A. salió en su respaldo en medio de una triste puesta en escena. Completamente innecesario todo lo que pudimos ver ese día, se expuso a la institución a una situación ridícula que no hizo más que acrecentar el descontento en la gente.

A estas alturas la salida de Pablo Guede parece cuestión tiempo. Esta vez ni siquiera un eventual triunfo en el Clásico bastaría para asegurar la continuidad de este ciclo. La gran deuda está a nivel internacional, y si bien la historia de Colo-Colo está llena de hazañas y nunca se nos puede dar por muertos, sería ciego desconocer lo muy cuesta arriba que se nos puso la clasificación a la siguiente ronda de Copa Libertadores, que es lo único que podría mitigar la frustración de la derrota ante Delfín.

Sin embargo, la cabeza fría invita a preguntarnos: ¿Es suficiente la salida de Pablo Guede para sacar adelante esto? Por lo pronto, al menos pareciera ser necesaria para calmar los ánimos. Resulta prácticamente imposible que un estratega pueda realizar un trabajo fluido en un clima polarizado como el que se vive hoy dentro del plantel de jugadores, donde algunos están con él hasta el final, y otros dejan entrever mediante las redes sociales que no lo están.

Pero, de nuevo, ¿es esto suficiente? Ampliando un poco más la pregunta, ¿en qué han ayudado las anteriores salidas de entrenadores en la era Blanco y Negro?

Como botón de muestra, observemos los últimos tres procesos técnicos. En octubre de 2013, Héctor Tapia tomó el mando de un equipo que venía de sendas derrotas y eliminación de Copa Chile incluida. Victorias vistosas y un nivel de juego en alza permitieron la continuidad de su proceso, que se vería coronado un semestre más tarde con una inapelable estrella 30° levantada tres fechas antes del final del campeonato. Sin embargo, de ahí en adelante lo que vino fue mucho menos feliz: dos campeonatos increíblemente regalados al archirrival y a Cobresal, una eliminación de Copa Chile contra la U. de Concepción, y otra vez afuera en la fase de grupos de Copa Libertadores.

La salida de Tapia en mayo del 2015 trajo de vuelta, ahora como DT, a José Luis Sierra. La era del «Coto» empezó de la mejor manera con 7 victorias consecutivas en el campeonato nacional y avanzando hasta la final de Copa Chile: sin embargo, el equipo se fue desinflando al punto de perder la mencionada final, y sólo ser campeón en la última fecha gracias a que Católica hizo todos los esfuerzos posibles por entregar la Copa. El 2016 no cambió mucho el panorama, y Colo-Colo nuevamente volvería a quedar eliminado en fase de grupos de Copa Libertadores y contemplar a otro clásico rival quedándose con el título.

La llegada de Guede no se dio de la mejor forma, en medio de rumores de negociaciones cuando Sierra aún era el DT y jugadores como Barroso presionaban abiertamente por los medios buscando su salida. Y el balance arroja resultados muy disímiles durante cada período. En 2016 anduvo a los tumbos en el Apertura, pero logró afirmarse en Copa Chile y quedarse con un trofeo que nos fue esquivo por 20 años. El 2017 comenzó mal con la eliminación de Libertadores ante Botafogo, pareció afirmarse con el liderato permanente de la tabla, que se vería resignado increíblemente en la penúltima fecha. El segundo semestre partió peor aún, con una eliminación increíble contra Iberia y deambulando en la mitad de la tabla, pero se logró salir adelante, picar de atrás y conseguir el título. Hoy en 2018 los resultados están a la vista, con un pie afuera de la Copa Libertadores y a 8 puntos de los líderes del torneo.

¿Qué nos lleva a escribir sobre los resultados de los últimos tres técnicos? Que todos ellos mostraron resultados en alguna etapa de su estadía, pero el final siempre ha sido el mismo: un equipo sin ideas, sin fondo táctico y futbolístico, eliminados de copas importantes y con derrotas dolorosas en el cuerpo.

Si solamente cambia el DT de turno, lo más seguro es que no cambie nada. Urge transformar radicalmente la gestión del fútbol profesional, abandonar la lógica personalista en la toma de decisiones y constituyendo un equipo de trabajo con conocimientos, que tenga claro un proyecto que aborde desde el futbol formativo hasta el profesional, donde los juveniles sean el soporte principal del primer equipo y no el engrosar las billeteras de representantes inescrupulosos. Un proyecto sustentado en reglas claras, donde ningún jugador se sienta por sobre la institución, y que involucre en su gestación y desarrollo a gente identificada a fondo con nuestros colores. Si algo ha quedado demostrado en estos años de sociedades anónimas, es que los empresarios podrán saber mucho de negocios, pero de fútbol saben poco y nada.

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