Pasaron largos minutos. O, al menos en el Olímpico de Kiev, pareció una eternidad. El juez del partido, el serbio Milorad Mažić, ha pitado el término de la final de la UEFA Champions League, sellando el triunfo del Real Madrid por 3-1 sobre el Liverpool. Y, desde ese instante, el arquero de los Reds, el alemán Loris Karius, yace de rodillas y con la cabeza enterrada en el pasto del área chica que defendió el segundo tiempo y donde fue responsable –así, sin más- del primero y tercer gol hispano.
PUBLICIDAD
No puede con su pena. Ni con la vergüenza. De pronto, parece derrumbarse más, y queda tendido, siempre con el rostro hundido en el suelo, como intentando que el gesto expíe parte de sus culpas. Pasaron dos, tres, cuatro largos minutos… Para todo el mundo, más allá de la celebración de los merengues, era una eternidad el calvario que vivía el portero.
Luego de ayudar a levantarse y a secar las lágrimas del central holandés Virgil van Dijk, el lateral derecho de los blancos, Nacho, caminó desde la medialuna hasta el área chica. Ahí, en un gesto noble en la victoria, dio la mano a un inconsolable Karius, lo levantó y lo abrazó.
Luego llegarían un par de rivales más. Ninguno de camiseta roja, salvo uno de los asistentes del técnico Jürgen Klopp, quien lo llevó hacia el lado contrario, donde la mayoría de sus compañeros se empezaban a acomodar a la espera de la premiación, cobijándose en el cariño de sus hinchas que estaban instalados en ese mismo lado del redondo estadio de la capital ucraniana.
El tránsito del alemán es lento. Apenas si arrastra los pies, intentando desplazarse en medio de las lágrimas que lo atoran y lo dejan sin respiración. Si no es por esa persona del staff técnico, tal vez no llegaba hasta la mitad de cancha. Y, mientras en la megafonía del estadio anuncian a Gareth Bale como el Jugador del Partido, Karius sigue su lento, agónico y avergonzada marcha hacia el sector de los partidarios del Liverpool. El arquero junta sus manos entre sollozos, en clara señal de petición de clemencia. Los aplausos bajan tibios desde las dos bandejas colmadas de fanáticos ingleses y simpatizantes de esos colores llegados de diversas latitudes para la ocasión. Unos metros más atrás, asoma el entrenador Klopp, con lo que el aliento hacia el germano se multiplica.
Un dolor insalvable
Igual, pese a las disculpas de un lado y el apoyo de otro, el resquemor queda y quedará. De verdad que Karius perdió la final. Y el apocamiento que lo acompañaba desde los 51 minutos, cuando apuró un saque con la mano a ras de piso que fue interceptado por Karim Benzema para poner en ventaja al Real Madrid, se convirtió en algo mucho peor cuando, a los 83, Bale remata desde fuera del área, lejos… Y en su intento por controlar una pelota que venía hacia su pecho y que pudo rechazar con los puños, se le coló entre las manos. En ese instante, el alemán sentenciaba la suerte de su equipo en la final de la Champions y convertía su noche en una vergüenza.
Próximo a cumplir 25 años, Karius llegó en 2016 al Liverpool procedente del Mainz 05 germano, donde fue compañero del seleccionado chileno Gonzalo Jara. Y a poco de empezar la temporada pasada empezó a ser titular en los Reds, cuando Klopp decidió sacar a Simon Mignolet de la portería, luego de algunos partidos donde el belga recibió varios goles. El DT se jugó por el joven cuidavallas, y le respondió bien. Hasta ayer.
PUBLICIDAD
Pero si el gesto del madridista Nacho, también lo fue el de Mignolet, quien al salir de los vestuarios del Olímpico de Kiev dio su apoyo al desolado Karius. “Es una sensación horrible. Todos los porteros hemos estado en esa situación, y es difícil decir algo y explicar lo que se siente. Pero jugamos como un equipo y perdimos como un equipo«, sentencia el belga.
Un yermo Karius tomó valor y se puso frente a los micrófonos también, para decir que «ahora no siento nada. Hice que mi equipo pierda el partido. Lo lamento por todos, por el equipo y por el club. Los errores nos costaron muy caro. Si pudiera volver en el tiempo, lo haría. Sé que decepcioné al equipo. Es muy duro ahora, pero así es la vida del arquero. Debes levantar la cabeza. Por ahora sólo lamento esos goles que nos costaron el título”.
Tras esto, siguió el camino solitario. Como suele ser para los arqueros. Claro que, en este caso, ese camino fue más triste que nunca.