Juegan España y Marruecos definiendo el Grupo B del Mundial. Sonidos de algarabía poco comunes suenan los 90 minutos, estamos en territorio español, pero a diferencia de otros países no sólo los locales celebran con un grito de gol cerca de la Rambla. La Senyera de la Independencia flamea en lo alto de los edificios y parece que muchos quieren festejar una eliminación del equipo que ahora encabeza el DT Fernando Hierro.
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La ciudad está marcada por la lucha por la emancipación, por eso vive de manera única una Copa del Mundo en que se mueve con esta contradicción y en que parece ser que la atención principal está en Argentina. El recuerdo del apoyo que algunos barceloneses mostraron hacia Holanda en la final del 2010, con una bandera que surgió en una multitudinaria marcha, vuelve a aparecer entre la anécdota y la realidad.
Se nota en los hogares y en los bares. En “La Masia” un característico lugar para ver los partidos en medio del histórico barrio de El Raval, sus paredes no cambian los siete posters con los últimos campeonatos del Barça por banderas de España. De entrada y mientras se siente el olor a vermouth, los garzones te cuentan que han visto de todo este mes, aunque los que van por La Roja no son mayoría, cada día llegan aficionados de todos los países a ver los partidos, y los que hicieron más ruidos fueron los Albicelestes. Para el partido contra Nigeria se llenó el bar y hubo cantos, abrazos y promesas de fiesta, tras el heroico gol de Marcos Rojo. Eran argentinos y también catalanes, todos con la fe puesta en Leo Messi.
Así se repite en las peñas Blaugranas. Es un proceso natural del hincha que no está ausente de la coyuntura política. La selección española es la parábola del ejército de Madrid y su triunfo es una derrota para una ciudad donde el equipo es más importante que la selección.
En la tarde cuesta encontrar un catalán entre tanto turista, mientras 28 grados, hacen la caminata un poco más difícil. Joan, por ejemplo, en sus 36 años nunca ha alentado a España, mantiene los principios familiares. Esos que también llevan sus amigos de la ciudad de Granollers, para ellos el equipo es primero.
“No verás aficionados, ni mostrándose, ni gente animada con el partido por estos lados. Sólo podría querer que gane España por los jugadores del Barca. Acá, así como en Inglaterra, el club es primero y lo que ha pasado con Lopetegui lo deja de manifiesto. Un entrenador que prefiere entrenar al Madrid que a la selección en un Mundial, con posibilidades de ganarlo. Eso te dice bastante, los periódicos son dos camarillas, los pro Madrid y los pro Barca”, señala el hombre que trabaja todos los días en el centro, mientras arquea su cara y deja relucir su calva al sol que pega fuerte en los primeros días del verano.
La prensa también lo refleja. Los periódicos de la capital, encabezados por Marca, la cargan duro contra Gerard Piqué e incluso contra Andrés Iniesta… Se espera el mínimo error. A la inversa, Sport y Mundo Deportivo los defienden y piden más juego de Sergio Ramos, un Derbi desatado en plenas vacaciones. Messi se lleva las portadas a la par, “Gracias a Dios” titularon el día después de la clasificación y arremetieron con todo a defender al argentino de las críticas con frases amenazantes. Por ejemplo, el director de Sport, Ernest Folch, en su editorial fue tajante: “Para los impacientes, los despistados y los oportunistas, el pase de Argentina con gol de Leo incluido sirve como un consejo proverbial: nunca den por muerto a Messi. Nunca”.
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Víctor, estudiante de 24 años, afirma con seguridad que más que por España, el campeón que quieren en la ciudad es sudamericano: “De seguro el segundo equipo en Cataluña es Argentina. La mayoría de catalanes apoya a la Albiceleste. De todas maneras tenemos mucha suerte, por un lado si gana el Mundial alentamos muy contentos y al contrario si pierde y deja la selección, estaríamos contentos igual. Aquí hubo mucha gente que lo celebró cuando hizo el anuncio del retiro”,
Sólo peñas específicas de clubes se visten de rojo para el Mundial y lo hacen de forma casi a escondidas. O de forma grotesca, como lo hicieron algunos hinchas españoles en la ciudad de Rubí, a menos de una hora de la capital catalana, donde un grupo de hinchas causó disturbios y terminó con una batalla campal frente a ciudadanos marroquíes residentes en la zona. Los demás, casi la mitad de ciudadanos que quieren seguir siendo parte de España, lo viven de forma tranquila, sin el fanatismo que se puede ver en ciudades como Sevilla, La Coruña o la propia Madrid.
Croquetas, patatas bravas, pinchos o tortillas de papas, la duda está en qué tapa elegir para ver los partidos de octavos de final. La elección para quién apoyar será aún más difícil, estará dividido, algunos que apoyarán a los jugadores del Barcelona y otros que estarán con su máximo ídolo, el 10 de Argentina. Lo claro es que en Cataluña, España no es local.