Para muchos fue una victoria cualquiera en la cartilla del pasado sábado, pero para el aprendiz Jorge Zúñiga Díaz tuvo un sabor especial, ya que el jockey había amansado a “Luciana Mía” y en cancha pudo “terminar” un crecimiento que ayudó a forjar. “Es gratificante saber que uno estuvo en el gran parte del proceso, ganar y correr”, dice orgulloso.
PUBLICIDAD
A sus 20 años, el fusta, que tiene a su hermano Ariel como ejemplo, ha tenido una explosión en los últimos meses y suma 35 victorias, por lo que ya ve de lejos su primer triunfo con “Fiel Cruzado”, el mismo día de su debut en las pistas.
“Fue algo muy lindo y qué mejor que en el Hipódromo Chile donde hice todo mi proceso. Gané en la casa”, reconoce.
Aunque era bueno para los estudios, tuvo promedio sobre 6 en la media y se graduó de técnico electrónico, cree que al final “la sangre tiró más” y se decidió por la pasión de su padre y su hermano.
“No tenía la intención de ser jinete aunque siempre estaba metido en los caballos. Pensaba en estudiar veterinaria o para nutricionista, pero cuando Ariel comenzó a correr lo ayudaba y eso me empezó a llamar la atención”, apunta.
Y además estaba el apoyo de tu padre
Mi papá (José) siempre está ahí, enseñándonos y dándonos ánimo. Trabaja de pony boy los días de carreras y no se pierde una foto. Creo que está muy orgulloso de nosotros porque ve reflejado su sueño en ambos.
PUBLICIDAD
¿Nunca pudo correr?
Él llegó a Santiago (hace más de 20 años) con la esperanza de ser jinete, pero un accidente lo dejó muy complicado y podía quedar inválido. Ariel había nacido hace poco y por él prefirió no arriesgarse. Corría a la chilena en Santa Cruz y después empezó a trabajar en los corrales.
¿Y qué decía tu mamá (Isabel) de ser jockey?
Al principio no quería nada, aparte que ese año justo el Ariel tuvo un accidente grave, y me dijo “tu no vas a correr y terminas los estudios”, pero se dio cuenta que era lo que yo quería y ahora nos acompaña cada vez que puede.
NADA HA SIDO FACIL
Jorge no salió de la escuela de jinetes, ya que tuvo un problema con su patente de cuidador y cuando se la dieron a los 18 “la escuela estaba casi por terminar”. En una primera instancia le rechazaron la solicitud de patente de jinete aprendiz, pero en una segunda oportunidad por fin la aprobaron.
¿Costó mucho?
Harto, pero hubo mucha gente que me ayudó y don Luis Toledo fue fundamental. Él es gran parte de esto, no sólo por la patente, sino porque lo que me ha enseñado. Siempre está ahí, mirándonos, nos ve trabajar y nos va corrigiendo.
¿Y en tu estilo “tablita” también?
Siempre me gustó como corrían Héctor Barrera y Manuel Martínez, tuve a ellos como ejemplo. Don Luis me veía pasar por la meta y me decía “más abajo, más pegado al caballo” y con el tiempo me fui acostumbrando.
¿Esperabas este momento?
Sinceramente no, me costaba creer en lo que podía hacer, tenía que demostrarlo corriendo y cuando gané la primera carrera fue como “yo puedo”. Fue un golpe anímico y me tiró para arriba.
¿Es tu mejor recuerdo en este poco tiempo arriba de los caballos?
Está entre los mejores, como el de Luciana Mía o el de Don Aníbal en 1.900 metros. Fue como si fuera una grande, ya que demostrar que uno puede en distancias largas es muy importante. Pero siempre está en mi corazón Me Dormí Pensando, era mi regalona y me gané la primera como cuidador y después ganó con el Ariel. Esa foto está en un marco en la pared de la casa.
¿Un sueño cumplido?
La verdad que más que sueños son metas. Ganar la primera y consolidarme era la primera, ahora viene ganar la 60 y ser jinete de primera. De ahí veré qué otra meta me puedo poner. Vamos de a poco y bien. Nadie dijo que esto sería fácil.