El Gráfico Chile

El último adiós del Tío Eme

El pasado domingo, Emeterio Guzmán Aliste falleció tras no recuperarse de las lesiones que sufrió luego de rodar mientras trabajaba en el Club Hípico. El jockey récord de Chile, que ganó a los 72 años, dejó un legado que sobrepasó los límites del turf.

Globos blancos y amarillos, decenas de coronas, fotos y trofeos. Cientos de personas, una a una, para darle un último adiós en su casa, su barrio, un barrio de jinetes. Aunque les parezca extraño, casi no hay lágrimas, es más, las risas abundan, cada uno contando una historia, su historia con el Tío Eme.

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Y esas sonrisas sin duda que reflejan el espíritu de Emeterio Guzmán Aliste, el jinete récord de la hípica chilena ganando a los 72 años, el que llegaba primero y se iba último, el que marcó a tantos y dejó una estela que sobrepasó los límites del turf. El jockey era un hombre sencillo, con su genio y no era “muy de piel”, pero su actitud ante la vida y su deseo de seguir a toda costa su pasión conquistó a todos.

“Perseverancia y amor por lo que haces”, esa es una de las grandes enseñanzas que le dejó a Katherine, su nieta-hija, que reconoce que para ella su papá-abuelo “era todo”. Hace 20 años la joven nacía prematura y Emeterio asumió las dos tareas. La reconoció y terminó convirtiéndose en su amigo, cómplice y confidente. “Fue amor a primera vista”, le dijo años después su padre, eso sintió cuando la tuvo en sus brazos cuando tenía pocos días de vida.

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La regaloneó en todo, la malcriaba y se pasaban horas comprando ropa. Fueron al cine hasta sus últimos días, vieron El Rey León, se quedó dormido en It y se rió con Thor. La “apañó” en su primera curadera, la retó una sola vez y no pudo concederle su último deseo. Katherine quería caminar junto a él hacia el altar. Casi se quiebra al contarlo, pero sabe en su corazón que su papá estará ahí.

El Tío Eme desató la locura entre jinetes y secretarios en su último triunfo en La Palma con Gran Bilbao

De ”Loco” a “Tío Eme”

“Cuando joven le decían el Loco”, recuerdan Jorge y Agustín, dos de sus siete hermanos y se remontan a El Derby de 1989. Genaro estuvo a punto de vencer a María Candela y antes de la carrera el trainer del hijo de Semenenko era claro: “un caballo loco, con un preparador loco y un jinete loco”. Era la trilogía “perfecta”, pero sólo terminaron segundos.

Las risas brotan mientras repasan una a una las “locuras” de Ramón. Así le dicen en casa, su padre se llama Emeterio. No se olvidan de cuando le escondió una moto al “Kike” Morandé y al animador casi le dio un ataque; de cuando Husillo logró batir al legendario Naspur luego de una conducción brillante del Eme o de su primer auto, una citroneta ak6 que se la regaló el dueño de Keluna. Luego de cada triunfo le pasaba $5 mil, pero un día le “cambió” el dinero por el vehículo.

Emeterio Guzmán en plena acción con Bella Vuelta

De repente, los ladridos de un par de perritas interrumpen los relatos. “Ramón las recogió de la calle, llegó un día con ellas. Así era él…, lo van a echar mucho de menos”, señala Jorge con nostalgia.

Comienza a caer la noche y al fondo de la calle se ve la carroza que trae sus restos. “Viene en punta”, se escucha entre la gente, que sigue llegando al velorio. Hay algunas lágrimas, pero otra vez son las menos. “Denante vinieron unas personas de la feria, nunca las habíamos visto, pero querían decirle chao”, apuntan.

Ayer, fue su último adiós, el último capítulo de su historia terrenal, pero como dijo su amigo, el preparador José Allende, “su corazón seguirá latiendo en todos nosotros”.

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