… pero les da lo mismo.
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Dentro de la ronda de entrevistas que ha dado para lanzar su candidatura a la presidencia de la ANFP, Mayne-Nicholls ha contado que una de las razones para aspirar nuevamente al sillón de Quilín es que tiene «un gran apoyo de la gente». Destacable, loable, meritorio, pero anecdótico, muy lejos de importarle a un Consejo de Presidentes que fue capaz de darse vuelta la chaqueta para sacarlo -y, con ello, a Bielsa- cuando era más popular que Jesús, como diría John Lennon, para elegir a un tipo de dudosa reputación como Segovia y luego a Jadue, quien ahorra comentarios.
Ha quedado demostrado históricamente que aunque las elecciones del fútbol chileno se ganan por mayoría, no están ni cerca de apegarse a la democracia en el sentido estricto de la palabra, el del gobierno del pueblo. Más bien se trata de la soberanía de un grupo de empresarios que velan cada uno por sus propios intereses y a quienes el desarrollo de la actividad les importa poco y nada.
A ese «zoológico» tendrá que convencer el antofagastino, donde siguen varios de los que destruyeron todo en nuestro mejor momento de la historia dentro de la cancha. Eso de escuchar a todos para lograr consensos suena como una bonita frase de campaña, pero durará hasta que algunos quieran pasarse de listos o hasta que sientan que les están achicando el pedazo de la torta que supuestamente les corresponde.
Por ejemplo, Harold ha dicho, durante este largo período alejado de la primera línea, que uno de los grandes errores de su administración anterior fue no haber separado la Asociación -los clubes- de la Federación -la Selección-, lo que ahora tiene en duda la continuidad del proyecto que ha iniciado Rueda. ¿Qué pensarán los equipos cuando el candidato les plantee la idea de dejar de contar con los millonarios recursos que genera una Roja valorizada a nivel mundial, que ya no van a poder disponer del chequecito por la participación en la Copa América o en el Mundial, porque esos ingresos se destinarán a potenciar a las selecciones?
No se trata solamente de una separación administrativa, sino de un cambio de sistema que afectaría a las finanzas de las instituciones, pero que solucionaría los problemas que se presentan de tanto en tanto en los combinados nacionales, como los premios o las añejas instalaciones de Juan Pinto Durán, por mencionar dos de las batallas clásicas de los seleccionados. Con ese esquema, sin ir muy atrás en el tiempo, los seleccionadores no dependerían de la elección de turno, se respetarían los procesos y el Loco no se habría ido.
De repente me acordé de la repartición de las platas del CDF. Espero que sólo sea un déjà vu.