Pese a ser figura en el áspero y exigente fútbol argentino, Marcelo Díaz sigue sin ser convocado por Reinaldo Rueda. El volante fue el motor del equipo con el que Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi conquistaron América en dos ocasiones consecutivas, pero su último partido con la Roja fue ante Bolivia en La Paz en el triste camino a Rusia 2018.
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«Yo no renuncié ni nada de eso. Estoy disponible, pero no voy a preguntar por qué no me llaman. Si algún día lo hacen iré con todo gusto», confesó Díaz al medio AS.
El jugador salido de la cantera de Universidad de Chile no se guardó elogios para Sampaoli, a quien ha definido como su padre futbolístico, y explicó por qué no pudo replicar con Argentina el éxito que tuvo en la Roja.
«En mi país a él lo favoreció el hecho de que había tenido un largo proceso con Universidad de Chile. A esos jugadores, con quienes ganó casi todo, los llevó a la selección y se les agregaron los que habían estado con Bielsa, que trabajaban de una manera muy parecida. Todos estábamos adaptados al sistema de juego, a la intensidad, a involucrarnos en lo que él pretendía. En Argentina, Sampaoli no tenía esa base y eso perjudicó su trabajo», contó Díaz, a quien no le sorprenden los constantes cuestionamientos a los jugadores de la Albiceleste. «Nos critican a nosotros en Chile con todo lo que conseguimos, es lógico que les pase a ellos después de perder tres finales«, afirmó.
Díaz llegó al fútbol argentino en el segundo semestre y ya se ha convertido en figura. No pocos al otro lado de la cordillera lo catalogan como el mejor jugador de la Superliga. Según un trabajo de la agencia Opta, en los 560 minutos que lleva disputados ha acertado 396 de 430 pases. Con una efectividad del 92,1% lidera ese apartado. El que lo sigue, Pablo Guiñazú, volante central de Talleres de Córdoba, tiene 86,1%.
«Los extranjeros que estamos acá tenemos que demostrar por qué nos traen. Este es un fútbol que se ve en todo el mundo y que es competitivamente muy bueno, con una intensidad mayor de la que hay en el fútbol mexicano, por ejemplo. Por eso tuve que ponerme rápidamente a la par de mis compañeros. El primer partido que los vi jugar, en la ida de la Libertadores contra River, me pareció que volaban», narró el ex Basilea, Celta de Vigo y Pumas.
«Soy muy autocrítico, muy pensante, me gusta comprobar los errores cometidos y tratar de darme cuenta cómo puedo pararme mejor en la cancha, o ser más eficaz a la hora de dirigir la pelota a un compañero. Eso me ayuda mucho», finalizó.