Nicolás Jarry dio el salto al primer mundo del ATP World Tour en 2018, transformándose en un jugador regular del circuito y llegando a romper la barrera de los 50 mejores del ranking mundial en esta temporada, la mejor de su carrera.
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Con chances de incluso terminar dentro de los 40 primeros del planeta, Jarry se transformó en una especie de cazafantasmas, porque en este año rompió todos los maleficios que habían quedado desde la era de Marcelo Ríos, Fernando González y Nicolás Massú.
Este 2018, el Príncipe llegó a una final de un torneo ATP, le ganó a dos Top 10, se metió Top 50, ganó un partido de Grand Slam (jugó los cuatro de manera directa) y también hizo lo propio en un certamen de Masters 1.000, sellando el año con marca ganadora de 27-22, la mejor temporada de un nacional en la ATP en ocho años. Logros que parecen pequeños, pero que para el alicaído tenis chileno son gigantes, en una época donde el recambio es tema.
Un 2018 sólido
Jarry partió el 2018 como 112 del mundo y en sus primeros certámenes en enero no pasó de segunda ronda: octavos en Pune y Canberra (challenger) y primera ronda en el Abierto de Australia. Parecía que todo le iba a costar, pero tras liderar el triunfo de Chile sobre Ecuador en Copa Davis, llegó su primera explosión.
En febrero, Jarry se metió de lleno en el circuito en la gira sudamericana sobre arcilla: cuartos de final en Quito, semifinales en el ATP 500 de Río y final en Sao Paulo, para concretar una tremenda seguidilla que lo dejó cerca del puesto 60. La Torre ya era parte del circuito grande y amenazaba con más.
Tras ganar su primer partido Masters 1.000 en Miami, batalló con Chile ante Argentina en Copa Davis, donde estuvo cerca de la hazaña. En la gira de arcilla europea, solo destacó sus cuartos en Estoril y no tuvo sus mejores resultados. En Roland Garros cayó en su debut, mientras que en el pasto de Wimbledon ganó su primer partido en un Grand Slam sobre el serbio Filip Krajinovic, pero fue eliminado en segundo turno.
En la segunda parte del año, Jarry volvió a dar varios avisos de su potencial. En la etapa de arcilla del verano europeo, el chileno dio otros golpes: semifinales en el ATP 500 de Hamburgo (incluyendo su primera victoria sobre un Top 10 ante el número ocho Dominic Thiem) y mismo resultado en Kitzbuhel, resultado que lo metió por primera vez entre los Top 50.
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Antes del US Open hizo cuartos en Winston-Salem (primera vez en cancha rápida) y en Flushing Meadows llegó a segunda ronda, haciéndole un partidazo al crédito local John Isner (9º) cayendo en cinco sets. Se confirmó entre los 50 y fue nominado a la Laver Cup como suplente en el equipo del Mundo.
En el cierre del año, el chileno logró su mejor resultado en el Masters 1.000 de Shanghai, donde alcanzó octavos de final tras vencer al croata Marin Cilic (6º), su segunda victoria ante un Top 10. Sin embargo, su final de temporada no fue el mejor, cayendo en el debut en Tokio, Amberes, Basilea y en la qualy del Masters 1.000 de París-Bercy.
A la espera de los resultados del último Masters de la campaña, Jarry aseguró ser Top 45 en este 2018 y se convirtió en el séptimo mejor tenista de la historia del país (por ranking). También lo hizo en dobles (48º), donde ganó Quito junto a Hans Podlipnik y alcanzó cuartos de final de Roland Garros y US Open con Máximo González.
En resumen, el Príncipe tuvo un año para atesorar, donde Chile volvió a ser parte principal del ATP World Tour luego de ocho largos años.