Novak Djokovic fue tan bueno, tan implacable y tan perfecto que ni Rafael Nadal tuvo opciones en la final del Abierto de Australia. El serbio, actual número uno del mundo, convirtió a uno de los grandes del deporte en un rival cualquiera y lo sacó tanto del partido que anuló sus famosas derechas.
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La actuación fue tan considerablemente dominante y libre de errores que arrojó un resultado sorprendentemente desigual, arrollando a Nadal por 6-3, 6-2, 6-3 y haciendo historia al ganar su séptimo Abierto de Australia. El título, además, significó el tercer de Grand Slam consecutivo para Djokovic, quien acumula 15 en su palmarésy está a uno de dar caza a su rival de este domingo.
«Un nivel de tenis increíble», reconocería Nadal tras la clase magistral de tenis que dio Novak Djokovic, que necesitó de apenas dos horas y seis minutos para dar cuenta del español.
Tras ceder apenas cuatro games en la semifinal, Djokovic habló sobre estar «en la zona». Claramente no ha salido de ella y lo demostró con 34 golpes ganadores y sólo nueve errores no forzados. Y esto no fue contra un rival cualquiera, sino que contra un Nadal que está número dos del mundo y había llegado a la final sin perder siquiera un set.
Pero el serbio hizo que Nadal, incapaz de competirle se lamentara, apretara los dientes y golpeara las cuerdas de su raqueta. Así, gracias a su séptima corona en el primer Grand Slam del año y mostrando un tenis para aplaudir, Djokovic rompió su empate con Roger Federer y Roy Emerson como el tenista más ganador en el Abierto de Australia. Además, superó a Pete Sampras como el tercero con más títulos en los Grand Slam, siendo sólo superado por el mallorquín y Roger Federer, quien es líder de este listado con 20 coronas.
Djokovic, de 31 años, vuelve a estar en la élite del tenis tras una lesión que lo aquejó en el 2017 y la brecha entre él y el resto va en aumento: «estoy intentando contemplar mi camino en los 12 últimos meses. Estar ahora frente a ustedes hoy y haber podido ganar este título y tres de cuatro Grand Slams es verdaderamente sorprendente. No tengo palabras»
