“Es un diamante en bruto”. Así define Rodrigo Vergara al líder de la nueva generación en el Hipódromo Chile, “A’Piacere”, que se mantiene invicto en dos presentaciones y que dio una muestra de superioridad al quedarse de forma cómoda con el clásico Selección de Potrillos (G.3) el pasado sábado.
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Reconoce que “ha sido un caballo bien difícil, tiene un carácter muy fuerte. Es de esos que les gusta mandar, entonces hay que adaptarse a él y ahí entrega su potencial”. Vergara agrega que desde que comenzó a trabajarlo “fue una carta para ilusionarse” y que “se puede moldear”, por lo que cree seguirá respondiendo cuando se aumenten las distancias en La Palma.
El jockey volvió a Chile hace poco más de tres meses luego de más de 9 años en EEUU y señala que en un principio comenzó a montar para “mantener la forma” antes de regresar, sin embargo los buenos resultados y el hijo de Morning Raider son algunas de las razones por las cuales está pensando en quedarse.
“Desde que llegué de EEUU en esta parte es muy importante mi secretario, Mauricio Flores, es el que controla el tema de las montas y nos ha ido bien. Los preparadores y los dueños nos han apoyado mucho. Trabajar nos ha dado los triunfos y en el corto período que llevo en Chile me ha ido muy bien”, apunta.
Aunque no tiene aún nada definido, el fusta de 30 años tiene otra poderosa “excusa” para seguir en el país: su hija Valentina. Hace varios años que no la veía -se comunicaban permanentemente por teléfono o por videollamada- y este reencuentro ha significado todo para Vergara.
“Es un pilar fundamental, que me faltaba, que necesitaba. Ella es mi orgullo y disfruta mucho con lo que hago, de las carreras y está feliz y orgullosa con lo que he logrado”, apunta.
El viaje a Nueva York
En junio de 2010 llegó a la Gran Manzana por una oportunidad que le ofreció Joan Amaya, quien le advirtió que no todo sería color de rosas, y que no llegaría a correr. “La idea era ir a lo que viniera, limpiar vidrios si era necesario, era trabajo, fui a aprovechar la oportunidad y si no pasaba nada me regresaba”, aclara.
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“Cambió todo, el idioma, no sabía nada, ni un hola, ni un ‘hello’, sólo tenía las ganas de irme y hacer las cosas bien”, rememora.
A fines del mismo año ya se le estaba acabando el contrato de seis meses y “no sabía qué hacer”. Ahí le dieron la oportunidad de ir a montar a Ohio y la tomó. “Tenía dos semanas para poder sacar mis documentos. Llamé a mi hermano Jorge y le pedí si me podía mandar unas cartas del Consejo Superior de la Hípica y todos los aperos. En cuatro días llegaron, saqué los documentos y empecé a correr”, afirma.
En dos meses y medio ganó 37 carreras, mientras en Chile en cerca de 5 años había conseguido 70 victorias. Se radicó definitivamente e incluso peleó 6 estadísticas y en 2017 comenzó a trabajar con Richard Castillo, el ex jockey que ahora prepara varios efectivos del haras Sumaya en el país del Norte. “Gracias a Dios ganamos y empecé a aprontar en el training center y también logramos triunfos en Keeneland y Oakland Park”.
Un cambio radical
Todos estos años en Norteamérica cambiaron totalmente a Rodrigo como jinete y no está ni cerca de aquel joven de 20 años que no supo aprovechar su momento en la hípica nacional. El filetero hace un mea culpa y apunta que su inmadurez le jugó en contra porque “tuve hartas oportunidades, pero no supe aprovecharlas. No fui muy profesional, quizás me faltó ser más responsable, más profesional, incluso ponerle más ganas”.
De esa época tiene un gran recuerdo de Marcelo Parisi, ya que hicieron una muy buena dupla. “Me dio muchas oportunidades, ganamos un clásico (Crisantemo) con Cuerno de Oro en 2010. Tenía 9 caballos y en un período menor de seis meses ganamos 11 carreras”.
En EEUU le enseñaron a “montar nuevamente”, dice que escuchó todos los consejos y con ello logró hacer “su propio estilo” y que aprendió “disciplina, respeto y profesionalismo”, que son fundamentales para ser un buen jockey.
“Lo pulí, lo pulí, lo pulí, con caballos con opción y sin opción, yo no soy de mirar dividendos. Me empecé a formar, a ocupar la izquierda, la derecha, a hacer cruces diferentes. Puedo tener mucho corazón o muchas ganas, pero faltaba algo. Cuando llegué a montar allá decían de dónde vino éste, quién es, de dónde salió y empecé de poquito a armarme”, apunta.
Siempre en el recuerdo
Algo que ha sorprendido a muchos en su regreso es el nombre que lucen algunos de sus pantalones, en los que recuerda a uno de sus mejores amigos, Nelson Cajarmarca, que falleció luego de una rodada en diciembre de 2009.
Rodrigo traga un poco de saliva y hace una pausa, se emociona, pero recuerda con absoluto aprecio al “papi”, como le decía. «Siempre me ayudó, me aconsejó para bien, le tomé mucho cariño, como un padre. También quiero mucho a su familia, a la señora Estela, Angie y a Julián, siempre estaré muy cerca de ellos”.
Vergara recuerda que le pidió permiso a la esposa de Nelson para hacerle el homenaje y que luego de recibir su venia nunca más dejó de hacerlo.
“Cuando gané con ‘Galuch’ la primera carrera en el Hipódromo en esta vuelta llevaba el nombre de él, se emocionaron mucho porque después de muchos años volvieron a ver su nombre. Siempre lo he hecho y en EEUU también y cuando me preguntaban les decía que era un gran amigo colombiano que lamentablemente tuvo un accidente fatal. Siempre lo voy a llevar conmigo”, afirma.